
Cultura y reflexión nos llevarán a interiorizar que la naturaleza hay que cuidarla
06 feb 2019 . Actualizado a las 13:16 h.El almanaque marcaba el año 1995. Los alumnos de secundaria de este curso 2018-19 aún no habían nacido e incluso es posible que tampoco algún profesor. Por entonces las basuras acababan en vertederos al aire libre o en Sogama, donde eran incineradas.
Hubo entonces una iniciativa legislativa popular que intentó reunir 15.000 firmas. El objetivo: que en vez de tirar todo por los montes adelante (en el monte A Curota, de Barbanza, o en el cabo San Adrián, frente a Malpica y As Sisargas, por ejemplo) la basura se reciclara. Más de uno abrió la boca, atónito, al escuchar aquella palabra. Lo cierto es que en 1997 se promulgó la primera Ley de Envases y Residuos de Envases, actualizada en la Ley de Residuos de 1998.
Mientras la basura se amontonaba en montes y playas, y pasaba a formar parte del paisaje diario, los grupos no organizados de ciudadanos que pedían su desaparición no pensaban en evitar que aquello se volviera a repetir, sino que para ellos se trataba de un problema estético inmediato. Todavía menos sumaban los que entendían que ante todo era un problema sanitario. Pero hay que recalcar que eran una minoría, puesto que la mayoría asumían que el basurero estaba ahí (Bens, en A Coruña, era el paradigma). En alguna parte había que tirar los desechos.
El cambio de perspectiva fue, y está siendo, muy lento. En principio se pensó en que era la cultura la responsable del desaguisado ambiental: una persona tira basura en cualquier parte porque es inculta. Por lo tanto, en la medida en que abandone tan poco envidiable estatus, no arrojará desechos por el monte adelante.
Resultó ser parcialmente falso: personas con un nivel cultural alto e incluso enciclopédico no se cortaban a la hora de desembarazarse de una lata de refresco, una bolsa de plástico o, y esto sigue siendo una pesadilla, la colilla de un cigarrillo. De manera que, aparte del factor cultural, hubo que reflexionar para ver qué más pasaba, apuntando a una actitud quizás innata, quizás no, de la persona en no considerar la naturaleza como parte integrante de su propio estar en el planeta. De su propio ser, en suma.
Poco a poco la conciencia del reciclaje fue entrando en las aulas. En las gallegas, en las españolas y en las de todo el mundo desarrollado. La regla de las tres R (reducir, reutilizar, reciclar) se convirtió en un eslogan que aprendieron los alumnos y que enseñaron… a sus padres. Y durante este curso está haciendo furor una competición entre centros. Se trata de algo tan simple como ver cuál recoge más armas de destrucción masiva. De un tipo en concreto: la pila de un pequeño electrodoméstico o de un juguete, que es lo que puede matar a cientos de truchas si se arroja a un río.
«Los residuos pueden ser materia prima para nuevos productos»
> ENTREVISTA CLARA NAVÍO | PRESIDENTA DE LOS PERIODISTAS DE INFORMACIÓN AMBIENTAL
Clara Navío es la presidenta de la Asociación de Periodistas de Información Ambiental (APIA), una organización muy activa que aglutina al grueso de los informadores que centran su trabajo en publicar noticias sobre el medio ambiente y las amenazas que se ciernen sobre él. Para ella, «en cierto modo, el avance del reciclaje es irreversible».
-¿Por qué?
-Por varios motivos. Porque entre los residuos de todos los tipos que se producen hay muchísimos materiales que pueden tener diferentes usos y aplicaciones, ser materia prima para nuevos productos, etcétera.
-¿Eso les interesa a las empresas?
-A las propias industrias les puede interesar recuperar, bien para hacer de nuevo los mismos productos, como con el vidrio, bien para hacer otros, como tejidos para la industria textil. En no pocos casos, esa nueva materia prima, además de ofrecer las mismas garantías de calidad que aquella a la que sustituye, es más barata.
-Lo que no negará es que el volumen y la diversidad de residuos es enorme.
-¡Desde luego! Y supone un problema ambiental tan importante que, al menos en la Unión Europea, se ha generado todo un abanico de normas legales que los Estados miembros están obligados a cumplir.
-¿Y el papel educativo de los medios de comunicación?
-La información es imprescindible para que las personas puedan tomar decisiones. También es importante, a mi modo de ver, que sea diversa, y que al igual que de los problemas, las cifras y los datos, se hable de la cantidad de innovaciones tecnológicas que la necesidad del reciclaje genera, las soluciones que se encuentran desde las industrias, las curiosidades...
-O sea, que no todo es negativo.
-Hay que informar de las historias positivas que igualmente se producen alrededor del tema de los residuos, primero, y las nuevas materias primas y usos que pueden tener, después.
Con una dimensión internacional: la India
Que a estas alturas de la degradación del planeta el reciclaje no es solo -hay que insistir en el adverbio- un asunto personal o local lo demuestra que la propia ONU haya convocado para octubre de este año, en Nueva Deli, una conferencia contra la degradación del suelo. Y dentro de ella hay un apartado específico para el reciclaje. «La India es uno de los países más afectados por la desertización», manifestó Monique Barbut, alta ejecutiva de las Naciones Unidas. De paso, los medios recogían que es también uno de los países donde menos se recicla. Sin olvidar que tiene 1.400 millones de habitantes y las predicciones apuntan a que alcanzará los 1.700 en el año 2050. Aunque no todo invita al pesimismo. La misma Monique Barbut añadió que el Gobierno indio era plenamente consciente de que el reciclaje y la consiguiente recuperación de la calidad de tierras y agua «es una inversión acertada que puede acelerar la transición hacia un desarrollo sostenible». Y eso es sencillamente imposible sin hacer algo tan sencillo como colocar cada desecho en su sitio.
Contenedor a contenedor: el amarillo
En calles, pistas y carreteras hay contenedores de varios colores. El primero en aparecer fue el verde y luego, el amarillo. Así que la cosa se complicó: al verde iba todo, pero ahora se trataba (y se trata) de separar. ¿Qué meter en el amarillo? Pues tres tipos de materiales: briks, envases metálicos y botellas y envases de plástico. Cualquier brik, de zumos, de sopa, de leche… debe ir a parar al contenedor amarillo. Ahí les hará compañía a latas, bandejas de aluminio, aerosoles, tapas y tapones metálicos, envases de desodorantes… Y con ellos estarán los envases de plástico. O en otras palabras, tarrinas, envoltorios varios, las omnipresentes bolsas y los envases de productos de higiene y limpieza.