Cómo reconocer un problema de salud mental: «Si llevas una temporada sintiéndote irritable, puede ser ansiedad»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

El 10 de octubre es el Día Mundial de la Salud Mental.
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Desde las peleas constantes con la pareja hasta problemas gastrointestinales frecuentes, son diversos los signos que indican que estamos sufriendo aunque no queramos admitirlo

11 oct 2023 . Actualizado a las 11:16 h.

La conexión que tenemos con nuestras emociones y cómo reaccionamos ante ellas impacta en casi todos los aspectos de nuestra vida. Pero el día a día nos va condicionando a archivar esa conversación con nosotros mismos y dejarla de lado. Las prisas, los compromisos y las responsabilidades pueden llevarnos a actuar en «piloto automático» y a dejar de escuchar a nuestras emociones hasta que llegamos al punto de estallar. El estigma que, aún hoy, rodea a los problemas relacionados con la salud mental es otro agravante en este sentido.

Según datos de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (Sepsm), casi el 30 % de la población española padece algún trastorno de salud mental, siendo la ansiedad el más frecuente entre ellos. Pero muchas veces, los síntomas de que algo no va bien en este ámbito pueden pasar desapercibidos incluso para nosotros mismos. No solo porque dejamos de escucharnos y prestarle atención a nuestro bienestar emocional, sino porque las manifestaciones de este tipo de trastornos no siempre son tan claras. En el Día Mundial de la Salud Mental repasamos todas las señales que pueden indicar que no estamos bien y cómo actuar ante ellas.

Autocuidado y salud mental

Desde cambios en nuestro estado de ánimo, irritabilidad y discusiones constantes con nuestros seres queridos hasta dolores en el cuerpo, falta o aumento de apetito y problemas para dormir o levantarse de la cama, son diversos los síntomas que se pueden asociar al estrés, la depresión, la ansiedad y otros trastornos. Para poder identificarlos y entender de dónde vienen, tener espacios de autocuidado es clave. Se trata de momentos dedicados a nosotros mismos y a nuestro bienestar, que pueden servir como un barómetro para medir nuestro nivel de «presión emocional» y actuar para controlarla.

Así lo explica la psicóloga Sandra Cudeiro, vocal de la Sección de Psicología y Salud del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia (Copg): «Muchas veces vamos acelerados por la vida y llevamos un ritmo con el que no nos da tiempo a pararnos a pensar en cómo estamos. A veces tenemos situaciones de mayor estrés que vamos acumulando y más o menos navegamos bien en esta tempestad. Pero otras veces estamos tan centrados en resolver todo eso que se nos acumula y se nos hace grande, que no nos paramos a pensar en cómo estamos. Y en esos casos, nos damos cuenta de que lo estamos llevando mal y de que necesitamos ayuda justo después de que la situación ha terminado».

Aquí es donde pueden entrar en escena esos momentos para nosotros mismos. «Yo siempre recomiendo el autocuidado. Está muy bien intentar atender a las situaciones de las que tenemos que ocuparnos en la vida, pero siempre hay que dedicar aunque sea un ratito pequeño al autocuidado. No esperar a que tengamos ya un problema contundente y patente, sino hacerlo hoy, porque lo primero en salud mental es intentar una prevención y eso pasa por el autocuidado. Un ratito de deporte, un ratito de lectura. Una actividad que me calme, que me ayude a conectar con mis sensaciones. Ese ratito de desconexión y de poder frenar para estar con nosotros mismos nos va a ayudar a ver cómo estamos», sugiere Cudeiro.

La salud mental de los españoles

  • El 29 % de la población del país sufre algún trastorno, siendo mayor la proporción de mujeres entre estos pacientes.
  • Los trastornos más frecuentes en nuestro país son los de ansiedad.
  • La mitad de las personas que sufren un trastorno mental no reciben actualmente ningún tratamiento.
  • El 75 % de los pacientes con trastornos mentales graves tienen también una adicción, lo que se conoce como patología dual.

Síntomas más allá de la tristeza

Como señalan desde la Sepsm, los trastornos mentales pueden manifestarse en señales y síntomas totalmente variados que pueden presentarse en diferentes momentos de la vida de cada persona. Aunque asociamos los problemas de salud mental a síntomas que afectan principalmente al estado de ánimo, puede que muchos de los signos no estén necesariamente ligados a este.

Una de las señales más frecuentes es la niebla mental, un tipo de deterioro cognitivo leve que se describe como la sensación de no tener la mente clara y no poder concentrarse, asociada también a problemas para memorizar información e incluso para tomar decisiones. Además, suele estar acompañada de un cansancio generalizado o fatiga que no tiene una causa orgánica. Como explica el doctor David Ezpeleta, portavoz de la Sociedad Española de Neurología (SEN), este síntoma «se asocia a la ansiedad y al estrés, sobre todo a la ansiedad crónica».

La ansiedad es uno de los trastornos mentales más comunes y su prevalencia continúa aumentando en los últimos años. El problema en este sentido es que puede resultar difícil identificarla, ya que se puede manifestar en casi cualquier síntoma físico que no tenga otra explicación médica. «La ansiedad es la gran simuladora, porque nos puede venir con casi cualquier síntoma. A veces se manifiesta en alertas físicas, como tensión muscular, contracturas, dolores de cabeza o problemas gastrointestinales y digestivos. Si yo voy al médico y descartan que mi problema sea orgánico, a lo mejor es ansiedad», explica Cudeiro.

El motivo por el que aparecen este tipo de síntomas a nivel físico tiene que ver con la respuesta de nuestro cuerpo ante los estímulos que le causan estrés. La ansiedad se caracteriza por una sensación de que estamos en peligro cuando realmente no es así. Pero a nivel del cerebro y el organismo, la percepción de esta amenaza pone en marcha los mismos mecanismos que se establecerían si el peligro fuese real. Se liberan principalmente dos hormonas: adrenalina y cortisol. Esta respuesta aumenta el ritmo cardíaco y la presión sanguínea, suspende la actividad del sistema digestivo y hasta puede afectar al sistema inmunitario.

«Durante el 99 % de la historia de nuestra especie en este planeta, la mitad de los humanos morían antes de llegar a la adolescencia. Ver el peligro en todas partes y prepararse para lo peor fue lo que ayudó a la humanidad a sobrevivir. Pero ver peligro en todos lados es lo que hoy llamamos ansiedad», observa en este sentido el psiquiatra Anders Hansen.

Toda esta acción que despliega nuestro cuerpo con el fin de ponernos alerta para poder escapar de la situación peligrosa que estamos percibiendo nos tensa y hace que sea difícil volver a la calma. De ahí que otros síntomas de la ansiedad puedan manifestarse en dificultades para conciliar y mantener el sueño (insomnio), irritabilidad o una disminución en nuestra tolerancia a las frustraciones o, en otras palabras, una menor paciencia que puede resultar en conflictos frecuentes en nuestras relaciones personales. Por eso, «si llevamos una temporada sintiéndonos irritables o sin poder dormir bien y no sabemos por qué, hay que mirar si hay una ansiedad detrás», señala Cudeiro.

Además de la ansiedad, el otro problema más frecuente a nivel de salud mental en la población es la depresión. Un diagnóstico que va mucho más allá de la tristeza. «Normalmente, las personas reaccionan de una forma triste ante una ruptura matrimonial, o la muerte de un ser querido, o una mala noticia como el diagnóstico de una enfermedad grave. Para que eso se convierta en una depresión, lo que tiene que pasar es que dure mucho en el tiempo. Cuando nos dan una mala noticia, con el paso de los días nos recuperamos, pasamos el duelo. Pero hay gente que no lo pasa y aparecen los síntomas de una depresión», explica el psiquiatra Luis Gutiérrez Rojas.

Se trata de unos síntomas que persisten durante más de dos semanas y que pueden incluir un estado de ánimo triste a lo largo del día, anhedonia (incapacidad de sentir placer en casi todas las actividades cotidianas o incluso de disfrutar de la comida), pérdida de peso, hipersomnia (dormir en exceso), sentimientos de culpa, indecisión y hasta ideación suicida. Habitualmente, señalan los expertos, en los pacientes deprimidos hay una ruptura biográfica clara y un momento a partir del cual la persona disminuye su rendimiento y su capacidad adaptativa y es entonces cuando se puede hablar de depresión.

Otras señales de que podemos tener un problema de salud mental:

  • Sobrepensamiento, pensamientos rumiantes, sensación de que la mente no se «calla» y no podemos parar de pensar
  • Cambios de humor drásticos y repentinos
  • Aislamiento, ansiedad social, falta de energía para relacionarse con los demás
  • Abandono de intereses, aficiones o actividades que siempre han sido placenteras
  • Cansancio, disminución en los niveles de energía, problemas para dormir
  • Sensación de paranoia o de que los demás están juzgándonos
  • Incapacidad de desconectar de los problemas cotidianos
  • Problemas para entender la realidad o aceptar una situación determinada
  • Aumento en el consumo de alcohol, tabaco o drogas
  • Cambios en el deseo sexual
  • Ira excesiva, hostilidad, episodios de violencia
  • Ataques de pánico
  • Pensamientos suicidas
  • Dolor cervical o de cabeza
  • Dolor de estómago, gastroenteritis, reflujo gastroesofágico

El riesgo de reprimir las emociones

Otra de las áreas en las que nuestra propia naturaleza evolutiva le juega en contra a nuestra salud mental es en la gestión de las emociones desagradables, que tienen a nivel social una connotación negativa. «Lo que solemos hacer sin querer cuando algo que sentimos es desagradable es intentar evitar estar en situaciones en las que sentimos eso. Esto es porque el propio cerebro funciona así, hace que nos acerquemos a lo agradable y nos alejemos de lo desagradable», explica la psicóloga Lorena Gascón.

«A esto le sumamos que, culturalmente, se nos ha enseñado que hay emociones positivas y otras negativas, y que las negativas son malas. Entonces, si parece que algunas emociones están mal, tenemos una tendencia a reprimirlas», observa Gascón, y señala que, cuando las reprimimos, las emociones llegan igualmente a la superficie, pero lo hacen de formas menos saludable, como los síntomas a nivel físico u otras reacciones derivadas de ese intento por evitarlas.

«Las emociones están ahí para avisarnos de que hay algo que pasa que no está bien. Entonces, puede pasar que una emoción se transforme en otra, por ejemplo, una pérdida, un duelo mal gestionado nos debería hacer sentir tristeza y esa tristeza puede que se convierta en rabia y en irritabilidad constante. Al final, puede que no sepamos ni qué nos pasa», señala la experta.

Para poder afrontar de manera más saludable estas emociones que tanto nos cuestan, es necesario cambiar nuestros prejuicios acerca de ellas y entender que cada una cumple una función y tiene un mensaje. «Necesitamos cambiar las creencias que hay debajo y que no están dejando que gestionemos las emociones bien. Por ejemplo, la creencia de que mostrar llanto o tristeza es debilidad o que la ansiedad es mala y hay que evitarla. Lo que necesitamos hacer es, cuando tenemos una emoción difícil, ir poco a poco siendo capaces de enfrentarnos a ella», indica Gascón.

El problema es que, muchas veces, persisten ideas nocivas que dicen que tenemos que poder con todo. «Hace muchos años que eso se manifiesta así y hay una presión por mantener siempre la sonrisa. Existe la creencia de que querer es poder, pero no. Muchas veces no podemos con situaciones, tenemos que pedir ayuda porque a lo mejor nos está afectando y no lo damos gestionado», sostiene Cudeiro.

Al mismo tiempo, tenemos que ser capaces de permitirnos hacer un duelo si es necesario en un momento puntual de nuestra vida, evitando patologizar esos sentimientos desagradables o difíciles y teniendo presente que el bienestar emocional a largo plazo requiere atravesar también esos momentos. «Hay situaciones difíciles que la vida nos pone delante en las que lo normal es estar mal. El mensaje de tener que estar siempre bien y de poder con absolutamente todo hace daño cuando lo llevamos a nuestra vida real. A veces hay que dejar de lado ciertas cosas para priorizar la salud mental, pero el mensaje que recibimos es: "Si quieres, puedes con todo eso y más". No siempre es así», subraya la vocal del Copg.

Diez motivos para acudir a terapia

  1. Síntomas persistentes. En el caso de que sean emocionales, cognitivos-conductuales y que persisten en un tiempo prolongado, afectando a la calidad de vida. Se pueden manifestar en ansiedad, depresión, miedo constante, pensamientos obsesivos, adicciones, entre otros. 
  2. Cambios en la conducta. Sobre todo si interfieren en las relaciones, trabajo, estudios o en otras áreas importantes de la vida.
  3. Traumas recientes. Si se ha experimentado un trauma significativo o se ha sufrido una pérdida de un ser querido o un evento traumático. Se debe de ir a terapia cuando haya dificultades para sobrellevarlo.
  4. Antecedentes familiares. Cuando haya algún tipo de antecedentes de salud mental en la familia o, cuando se hace de cuidador o cuidadora de familiares que suponen una carga importante desde un punto de vista emocional. 
  5. Consumo de sustancias. Puede haber adicción.
  6. Estrés incontrolable. Sobre todo cuando es abrumador y no se puede manejar. También si se observa que afecta a la salud física o mental. 
  7. Síntomas físicos. En el caso de que exista un malestar corporal y se haya ido a diferentes profesionales, descartando así problemas médicos, conviene explorar las variables emocionales que pueden estar influyendo.
  8. Cambios en la alimentación o en los patrones de sueño.
  9. Problemas cognitivos. Hace referencia a la memoria o atención. En ocasiones, se cree que existe un déficit de atención y hay veces que pueden estar asociados a problemas de estrés. 
  10. Crecimiento personal. Sobre todo, si se busca desarrollar habilidades psicosociales y atender a distintas circunstancias de su vida.

Las mujeres y el riesgo de depresión

Aunque los problemas de salud mental son prevalentes a nivel de la población general, los últimos datos confirman que la depresión es más común en mujeres que en hombres. La OMS lo afirma en su sitio web y también lo corrobora la Encuesta Europea de Salud en España, realizada entre el 2019 y el 2020, que apunta a que la prevalencia de los trastornos depresivos en mujeres duplica a la de los hombres: 7,1 % frente al 3,5 %. 

Una explicación para esto es el hecho de que, aunque en otros aspectos las mujeres y los hombres no tengan grandes diferencias, el funcionamiento cerebral de ellos es distinto al de ellas. «Existen diferentes neurotransmisores y hormonas en hombres y mujeres. Diferentes esteroides sexuales que actúan como neurotransmisores. El cerebro femenino es mucho más sensible a algunas enfermedades; mientras que para otras, es más sensible el cerebro masculino», observa Laura Ferrando, psiquiatra y presidenta de la Asociación Española de Psiquiatría Privada (ASEPP).  

Así, se ha visto que las fluctuaciones en los niveles de las hormonas estrógeno y progesterona a lo largo de la vida (por ejemplo, en el posparto) tienen un gran impacto en la salud emocional. «Durante el embarazo sube mucho la progesterona y cae completamente en el parto. Esta hormona tiene una serie de efectos a nivel cerebral cuya supresión brusca puede afectar a la neuromodulación y al funcionamiento cerebral», apunta Ferrando, y señala que este tipo de cambios que alteran los niveles hormonales en sangre también son característicos de la menopausia.

«El papel de las hormonas es muy importante. De hecho, hay un trastorno, el disfórico premenstrual, que son mujeres que tienen alteraciones los días previos a la menstruación. Al final ese choque hormonal también lleva relacionado más cambios de humor», señala el psiquiatra Luis Gutiérrez.

El estigma de la salud mental de los hombres

Si la presión de tener que poder hacernos cargo sin quejarnos y sin pedir ayuda pesa sobre nuestra salud mental, este peso es todavía mayor en el caso de los hombres. Muchos de ellos describen haber sido criados rodeados de mensajes que les instaban a mostrarse fuertes e invulnerables en todo momento. Sin espacios seguros en los que poder abrirse y hablar de sus problemas, incluso en sus propios círculos de amistad, los hombres tienen más dificultades para reconocer los signos de los trastornos mentales y esto puede contribuir a agravarlos, ya que la consulta con un profesional se ve retrasada.

«Los hombres tienen menos facilidad para expresar emociones, sean buenas o malas. La única emoción que se permite o se estimula en los hombres es la ira y todo lo que deriva de ella. El malestar emocional, el disgusto, la tristeza, los síntomas de depresión, resultan mucho más difíciles de expresar e incluso algunas veces de reconocer como tales», observa en este sentido la doctora Lola Ferreiro, responsable de programas de Saúde Pública de la Xunta de Galicia.

«Los hombres adultos son más de exteriorizar a través de la acción, pero no de hablar de lo que les pasa en primera persona: yo pienso, yo siento, yo creo. Está presente esa educación que dice que las cosas las tiene que resolver uno mismo, que hablar no ayuda a resolver problemas, que no es eficaz», señala Ferreiro. Por esta razón, ellos no suelen considerar la psicoterapia como una opción, lo que se refleja incluso a nivel estadístico: según algunas estimaciones, por cada tres mujeres que acuden a consulta, hay un solo hombre.

Cuándo ir al psicólogo

La decisión de acudir a consulta para una evaluación psicológica es totalmente personal y, por supuesto, no responde solamente al estado de la salud mental, sino también a cuestiones de acceso. Conseguir una cita puede ser difícil, teniendo en cuenta que la demanda de profesionales de salud mental supera la oferta en muchos casos y esto hace que se generen listas de espera. Por otra parte, no todas las personas estarán en condiciones de asumir el coste de una consulta en el ámbito privado.

Pero pese a todo esto, la recomendación sigue siendo pedir una cita en cuanto notemos que la situación nos está afectando en nuestra vida diaria y que necesitamos ayuda para mejorar. Cudeiro sugiere acudir «sobre todo, cuando vemos que es algo que nos está afectando en áreas importantes de nuestra vida: a nivel personal, en nuestras relaciones con los demás o en el trabajo».

«Pero hay situaciones en las que es normal sentirse mal y nos toca atravesarlo, como cuando se nos muere un familiar. Ahí va a haber un duelo y lo vamos a pasar mal. Pero cuando vemos que algo nos tiene sin dormir, nos sobrepasa, no lo conseguimos manejar y nos está afectando a nivel de lo que hacemos día a día, ahí es cuando deberíamos consultar con un profesional de la salud mental», aclara la experta.

A partir de esta primera cita, que será dedicada a la evaluación, el tratamiento dependerá de la forma de trabajar del profesional. «De cara a la eficacia, conviene que las sesiones sean una vez a la semana», explica Mercedes Bermejo, psicóloga sanitaria y vocal del Colegio Oficial de Psicología de Madrid. «Hay que pensar que si llevamos tristes un tiempo o tenemos un conflicto con nuestra pareja desde hace mucho tiempo, una problemática continuada no se puede resolver en una sesión», señala.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.