José Manuel Solla, médico rural en Allariz: «Mis pacientes hasta me piden opinión sobre la pareja de sus hijos»
VIDA SALUDABLE
El experto asegura que estamos ante un crecimiento sin precedentes de la patología en salud mental, lo que atribuye a las condiciones de la vida moderna tanto en el ámbito rural como en el urbano
26 oct 2024 . Actualizado a las 12:05 h.Galicia es una de las comunidades con mayor proporción de población rural. Los datos de este año muestran que el 62 % del territorio gallego está habitado, lo que significa que existe una gran cantidad de personas que viven fuera de las concentraciones de los núcleos urbanos. En este contexto, la medicina rural tiene un rol fundamental a la hora de cuidar la salud de los gallegos. La labor de los médicos que trabajan en los centros sanitarios de los pueblos es uno de los pilares que contribuyen, entre otras muchas cosas, a que en algunas zonas de Ourense la población se encuentre entre las más longevas del mundo.
El doctor José Manuel Solla, pontevedrés radicado en Allariz, es uno de los médicos que hacen esto posible día a día. En el marco del Homenaje al médico rural, organizado por la Sociedad Gallega de Médicos Generales y de Familia (Semg Galicia) y la Asociación de Médicos Gallegos (Asomega) y realizado en el Concello de Laza este sábado 26, el experto reflexiona acerca de cómo ha cambiado el campo de la medicina rural en los últimos años y algunos de los retos que aún quedan por delante.
—¿Por qué decidió dedicarse a la medicina rural?
—Fue una decisión tomada de manera muy consciente y muy clara. Yo tuve la suerte de aprobar una oposición nacional, que era lo que hacíamos los antiguos médicos de asistencia pública domiciliaria, que éramos médicos funcionarios del Estado. Tenía un número francamente bueno de oposición y prácticamente en Galicia podía elegir la plaza que quisiera. Tenía la oportunidad de ir a un ambulatorio de ciudad y en aquel momento, en los años 80, eso significaba sentarse en una mesa y empezar a repartir recetas. Para mí siempre el contacto con la gente, la vocación de carácter más humanístico, fue la prioridad. Entonces, vi la oportunidad con la plaza en Allariz, que estaba muy cerquita de una ciudad, pero te permitía mantener un contacto con la gente.
—¿Qué particularidades tiene la medicina rural frente al trabajo en un ambulatorio de una ciudad, por ejemplo?
—Creo que hoy esas diferencias han desaparecido de manera notable. Los centros de salud modernos, en cuanto a estancia, no tienen nada que envidiar a los centros de ciudad y la dotación es prácticamente la misma. Si me remito a los años 80 y 90, las infraestructuras en el rural eran francamente malas, había un aislamiento real, de tal manera que había más dificultad para el acceso a la formación y en general mucho menos tiempo libre que en una ciudad.
—¿Qué enfermedades atiende con más frecuencia un médico rural en Galicia?
—Hoy todos vemos una patología muy similar, no hay unas grandes diferencias entre enfermedades en el rural y en el medio urbano. Más bien, se podría utilizar el término 'rural urbano', porque ya hay una mezcolanza, la gente puede estar viviendo perfectamente en el medio rural y acercarse a la ciudad o estar teletrabajando. Si tuviera que resaltar algún tipo de patología prevalente, que no es específica del rural, yo hablaría hoy, con un término muy coloquial, de patología del disconfort. Estamos asistiendo a una plaga de problemas de salud mental que nunca antes habíamos visto. Nunca habíamos tenido tanta ansiedad, tanta depresión o tantos trastornos por estrés. Y mucho de esto tiene que ver con el papel de las redes sociales, con la composición actual de la sociedad, con el problema de la vivienda y con los sueldos de los jóvenes. Esta es la primera generación que tiene peores sueldos que los que tuvieron sus padres y todo esto está generando problemas. La gente no está muy contenta con lo que es, ni con lo que hace, ni con lo que tiene.
—¿Qué respuesta se puede dar desde la consulta a estos problemas?
—Cuando vemos personas menores de 40 con baja resiliencia y unas cifras tan escandalosas en cuanto a salud mental, tenemos que fijarnos en qué estamos haciendo mal como sociedad. Desde la consulta, la proximidad del médico rural, a diferencia del médico de ciudad, es un beneficio para el paciente. El médico de pueblo es alguien a quien la gente le pone cara, lo conocen porque va a comer con su familia en el pueblo, compra ahí, se desenvuelve ahí y le ven cotidianamente. Esta es una ventaja, hay estudios publicados que muestran que alguien que tenga el mismo médico de cabecera durante más de 15 años va a disminuir su mortalidad, y ¿por qué? Porque ese médico lo va a conocer mejor y va a poder atenderlo mejor. Luego, tenemos el problema que tienen todos, que es el del tiempo. Las listas de espera y la carga de trabajo que tiene la atención primaria es un problema compartido entre el rural y el urbano, pero el tiempo es una clave para tratar la salud mental y si no lo tienes, es imposible hacer una mínima tarea de apoyo.
—Ha mencionado la importancia del trato cercano en la medicina rural. En su caso, ¿cómo es esta relación en el día a día con sus pacientes?
—La gente no solamente llega a establecer contigo una relación pura y dura de médico-paciente, sino que muchas veces te piden consejos incluso de tipo personal: "Mi hijo se quiere casar con esta persona, ¿a ti qué te parece?". A veces hasta te preguntan por el voto. Esa relación es muy difícil de conseguir en otro lado. Dentro del margen de distancia terapéutica, ese acortamiento humanístico de la distancia es una gran ventaja y lleva a situaciones donde la gente a veces incluso te pregunta por cosas de veterinaria. Consejos que van un poquito más allá que la propia medicina y que tienen que ver con la vida, con la sociología, con cómo vemos nosotros las cosas.
—¿Cómo es el perfil de paciente típico en su consulta?
—En el rural hacemos muchísima geriatría. Afortunadamente, en Galicia y específicamente en Ourense, tenemos muchos centenarios y mucha gente mayor. Entonces, vemos mucha insuficiencia cardíaca, diabetes, hipertensión, ictus y demencias, es decir, patología crónica. Y vemos menos esa patología que yo veía en los 80 y los 90, como podía ser la salmonelosis o la tuberculosis, porque hay un mejor control alimentario en los mataderos. Todo lo que tiene que ver con este entorno rural ha cambiado mucho.
—¿Esta población mayor también sufre más problemas de salud mental que antes?
—Sin duda, porque hemos apostado por un modelo en el que, cuando el anciano está mal y ya no es posible atenderlo en domicilio, lo ponemos en una estructura asilar. Podemos utilizar los eufemismos que queramos, pero al final es un centro donde aparcamos a nuestros mayores, a veces por la imposibilidad de cuidarlos. En otras autonomías han tenido la inteligencia de hacer la inversión que hay que hacer en servicios sociales, en mejora de viviendas y en soportes comunitarios más próximos a la vivienda de los pacientes. El País Vasco es un ejemplo de esto.
—¿Estas personas mayores sufren más soledad en el medio rural?
—Es verdad que vemos ancianos solitarios, pero también es verdad que en comunidades pequeñas existe un mayor sentimiento de solidaridad. Siempre ha habido una necesidad por parte del vecino, por parte de las personas, de acompañarse. Por eso, el anciano en la ciudad está más rodeado de gente, pero es más solitario. En el medio rural, ese anciano, mientras está mínimamente operativo, sale a hacer sus cosas, saluda al vecino, se encuentra con él. Y cuando está mal, una situación frecuente es que llegue el vecino a comunicárnoslo, un vecino que no tiene por qué ser familiar, y que le cuida prácticamente como si lo fuera. Esa solidaridad no la vemos en el medio urbano.
—¿Qué factores contribuyen a la notoria longevidad de la población en zonas como Ourense?
—Aquí se juntan factores genéticos con factores del medio ambiente, del sitio donde vives, lo que comes, lo que respiras, en qué trabajas, la coherencia entre tus pensamientos y tus acciones y, por otro lado, si te cuadra el contexto en el que estás y la vida que llevas, es decir, toda la parte emocional. Hace unos 20 años hicimos un estudio sobre la salud de nuestros pueblos y, curiosamente, en Allariz había dos años y medio más de esperanza media de vida. Lo que influye en eso es que un anciano de aquí no es un jubilado inmovilizado frente a un televisor. Es un señor que sale y sigue atendiendo a los animales domésticos, sigue yendo a hacer su huerta, sigue caminando, está conforme con lo que tiene y está a gusto con lo que es. Recibe una pensión y mantiene una microeconomía. Ese conjunto de factores es lo que, a mi juicio, hace que tengamos aquí muchos centenarios y que gocemos de este privilegio.
—¿Cree que la alimentación en los pueblos es mejor que en las ciudades?
—Hay estudios que dicen que el valor nutricional de los productos en las grandes ciudades es bastante peor. No es lo mismo, por ejemplo, comerse un huevo de cualquier marca comercial importante que el de una gallina que has criado en tu casa, que está picando y comiendo lo que hay en tu entorno. Toda esa parte de la cadena alimentaria cambia, esa proteína no es igual, ese colesterol que tomas tampoco es igual.
—¿Cuáles son algunos desafíos actuales en el campo de la medicina rural gallega?
—No podemos negar que la universalización de la sanidad, que fue lo que se consiguió en los 80, sea algo importante que hemos heredado, pero mantener nuestro sistema, que ha estado considerado de los mejores del mundo, en este momento es un verdadero reto. Las listas de espera son un hándicap importante cuando limitan el nivel de acceso, cuando ya dejan de ser listas de espera para ser disuasorias, mientras quienes pueden permitirse pagar una determinada prestación se las pueden saltar. Por otro lado, estamos asistiendo a un éxodo importante de médicos de una generación más joven, que hablan perfectamente inglés, que están acostumbrados a viajar y que van a tener infinitamente mejores salarios fuera. El que quiera negar que es importante la parte económica se va a equivocar. Estamos perdiendo recursos y no somos capaces de fijar población médica porque no estamos tratando a los profesionales como tenemos que tratarlos.