Panaderías y cocineros aficionados sacan en Sober más de 3.000 roscas a la calle
13 ago 2009 . Actualizado a las 02:00 h.Los hornos de Sober echaron humo esta semana. Dos panaderías y cuatro cocineras aficionadas trabajaron a destajo para suministrar material para la Feira da Rosca, que ayer repartió centenares de raciones del postre más típico de este municipio en la edición número catorce de la Feira da Rosca de Sober.
«Harina, huevos, azúcar y levadura». Eso es todo lo que Pilar Domarco está dispuesta a explicar cuando se le pide la receta «Es que si lo contamos todo, igual nos quitan el chollo», decía ayer entre risas mientras le vendía a un turista una bolsa de roscas y otros dulces. Pilar es propietaria de la panadería de Vilaescura, que antes solo hacía roscas para esta fiesta pero desde hace poco ha empezado a elaborarlas a diario.
Ellos y la panadería de Sober son los únicos que le sacan rendimiento económico todo el año al postre más conocido de Sober. El resto de Sober lo aprovecha cada mes de agosto para una fiesta gastronómica que llegó sin hacer mucho ruido pero que en casi tres lustros se ha asentado en el calendario de fiestas del verano. No puede presumir del poder de convocatoria de la feria del vino de Amandi, la otra gran convocatoria gastronómica de Sober, pero tiene su público, como bien se vio ayer durante toda la mañana.
Reparto gratuito
A las diez y media de la mañana ya pululaban numerosos curiosos por la plaza del Ayuntamiento. A esa hora abrían las diecinueve casetas de la feria, en las que se podían comprar productos gastronómicos de todo tipo, y no todas de la comarca de Lemos, porque la del queso venía de Allariz. Pero las protagonistas del día eran las panaderías de Sober y Vilaescura y las rosqueiras de Millán, Santiorxo y Pinol. Entre todos llevaron más de 3.000 roscas. La mayor parte las vendieron en sus puestos, pero guardaron varias decenas para preparar cerca de cuatro mil raciones y repartirlas gratuitamente a las doce y media de la mañana en el centro de la plaza. Alrededor de un millar de personas acudieron ayer para probar una de esas raciones, repartidas por el alcalde, José Gómez, la delegada territorial de la Xunta en Lugo, Raquel Arias, y personal del Ayuntamiento.
Tras las vallas, dispuestas en círculo alrededor de la fuente de la plaza, esperó durante cerca de una hora un público variopinto de procedencia y edades muy diversas. Había muchos vecinos del municipio y también visitantes foráneos.
De fuera venía Leopoldo Pla, aunque lo suyo no es exactamente turismo. Vive en Valencia, pero está casado con una mujer de la parroquia de Santa Cruz de Brosmos, así que venía a conocer a la parte gallega de su familia. Para entonces ya había tenido ocasión de probar la famosa rosca. Y le había gustado, claro: «Me gusta mucho, igual que la gente de aquí, que es muy especial, muy acogedora». A pocos metros, esperaba tras otra valla, Ramona López. Ella sí que no tenía ni un pelo de turista. Es de Pinol y las de ayer no eran precisamente sus primeras roscas, así que no tenía claro si seguiría esperando hasta que llegase el reparto. «Eu xa chas teño na casa -explicaba-, pero de vez en cando gústame vir á festa».