¿Es posible sobrevivir en un mercado tan competitivo como el del vino cuando existen parcelas de menos de seis metros cuadrados? Por lo que parece, en la Ribeira Sacra sí. Según un estudio elaborado por el sindicato Xóvenes Agricultores, el tamaño medio de las explotaciones vitícolas en los municipios lucenses de esta denominación de origen es de 639 metros cuadrados, el resultado de dividir las casi 1.900 hectáreas existentes por el número total de propiedades. En el conjunto de la zona lucense hay 29.709 viñas, con dimensiones que van del espacio mínimo para plantar una cepa, en el caso más extremo y llamativo, a los 28.000 metros cuadrados de la parcela de mayores dimensiones.
«As viñas que chaman a atención por ter unha superficie insignificante en realidade forman parte doutras máis grandes, pero o certo é que están parceladas así», explica Antonio Paz, coordinador de Xóvenes Agricultores en la zona sur de Lugo. Según el portavoz del sindicato agrario, los propietarios «confórmanse con que as parcelas estean ao seu nome e non fan os trámites para englobar todo o viñedo na mesma parcela porque é traballoso e fai falta o informe dun técnico».
Del estudio de la organización agraria, para el que se han contrastado datos de los censos de viñedo y del Sistema de Información Xeográfica de Parcelas (Sixpac), llaman la atención sobre todo los casos más extremos del epígrafe dedicado a los pagos de menores dimensiones, donde aparecen viñas inscritas con cinco, tres, dos e incluso menos de un metro cuadrado. En Quiroga, concretamente, la parcela más pequeña tiene 0,37 metros cuadrados, mientras que en O Saviñao aparece otra de 1,43 metros cuadrados.
Relevo generacional
En todos los casos se trata de parcelas registradas de forma individual que en la práctica forman parte de otras mayores, pero su existencia no deja de ser un síntoma claro de los problemas estructurales que condicionan el futuro de la Ribeira Sacra. Para Antonio Paz, sin embargo, el minifundio ni es el único ni el más grave de los problemas a los que se enfrentará a medio plazo esta denominación de origen.
«Os datos sobre as dimensións dos viñedos sorprenden a calquera e está claro que por aí vai ser difícil axustar custes de produción. Aínda así, penso que o problema do relevo xeneracional vai ter aínda máis calado», señala el coordinador de Xóvenes Agricultores. Según su criterio, sería fundamental que se concediese algún tipo de compensación a los viticultores, por la contribución de sus viñas al sostenimiento del paisaje de la Ribeira Sacra, para facilitar la incorporación de savia nueva a un sector clave para el desarrollo del turismo y de otras actividades complementarias.
Toda una paradoja
Mientras el nuevo Gobierno gallego decide si sigue adelante con el proyecto de concesión de la categoría de paisaje protegido, que para muchos abriría la puerta para la concesión de las ayudas que demanda la organización agraria, los datos sobre superficie de viñedo avalan que no se exagera al hablar de viticultura heroica. No solo por la inclinación del terreno y la imposibilidad de utilizar maquinaria, sino también por los costes añadidos que supone la distribución de la propiedad.
«No deja de ser curioso que en una denominación con producciones tan reducidas se estén exportando vinos a Estados Unidos», apunta Alfonso Losada, jefe de la sección de enología de la estación de Leiro. Lo cierto es que, fuera de regiones consagradas como Douro, Piamonte o Mosela, y en buena medida gracias a las puntuaciones de la revista de Robert Parker, Ribeira Sacra es hoy una de las zonas de más proyección del Cervim, el organismo europeo que reivindica la protección de la viticultura en fuerte pendiente por su valor paisajístico e histórico.