En un congreso sin mayores tensiones que no resolvió nada, Álvaro Santos conformó una ejecutiva socialista para la provincia de Lugo que es más de lo mismo que había con algún colorín integracionista. Era de esperar; puestas las cosas como están, tampoco tenía Santos muchos más mimbres para tejer el cesto del PSOE lucense. En el ambiente del congreso flotaba el desastre Iceta y, los más espabilados, buscaban explicaciones al batacazo en Cataluña. Pepe Blanco, que de su partido y de la política española lo sabe casi todo, ponía la misma cara que debía de poner Ortega cuando, a la vista del desastre al que se encaminaba la República, decía «no era esto, no era esto».
El congreso del PSOE lucense fue más de lo mismo porque, otra vez, el debate ideológico fue inexistente y todo se resumió en una lista de nombres propios. Una lista en la que figuran asesores que no tienen capacidad para asesorar de nada, como ha quedado claro en los últimos años en la Diputación y en el Ayuntamiento de la capital. Álvaro Santos, si no lo dijo, pudo decir en la noche del viernes lo mismo que Felipe González en ocasión electoral memorable: «Esta noche quiero deciros que he entendido bien el mensaje de los ciudadanos y este triunfo es para hacer el cambio del cambio». FG no hizo cambio alguno; no está claro qué cambios reales está dispuesto a promover Álvaro Santos en el PSOE lucense. Al socialismo español, también en Lugo, le faltan agallas para tejer un discurso que no esté condicionado por el nacionalismo. Cataluña ha dejado lecciones claras. Si el PSOE no lo entiende, también en Lugo, camina hacia el desastre total. Iceta, el socialismo blandito y suave con el nacionalismo, logró el resultado que era previsible (menos por él). Si el caso catalán abre los ojos por fin a los socialistas, no todo habrá salido mal en Cataluña.
En la ejecutiva de Santos figura Patricia Otero, que compitió con él en las elecciones primarias. Otero, entre otras novedades, proponía a sus compañeros la celebración de fiestas (la de la rosa y así). Ahora asume la secretaría de Igualdade. Con tan revolucionarias propuestas, la integración no debió de resultar muy difícil. Es la imagen del «cambio del cambio». O sea, Iceta.