Las hojas cambian de color en las vides antes de anunciar con su caída un letargo que durará hasta la primavera
16 oct 2019 . Actualizado a las 22:15 h.No le faltan argumentos al paisaje de la Ribeira Sacra a lo largo del año. Pero el otoño posiblemente sea, de todas las estaciones, la mejor para sumergirse en su magia. Acabada la vendimia las vides se preparan para el letargo invernal, del que saldrán cuando asome la primavera para dar vida a una nueva cosecha. Antes de desprenderse de las cepas, las hojas ofrecen un verdadero festival de colores. El verde se desvanece por la parada vegetativa y da paso a diferentes tonalidades, primero amarillas y ocres cuando la cepa esté a punto de quedar desvestida.
Amarillos y ocres predominan en el paisaje otoñal de los viñedos de la Ribeira Sacra. Son los colores que preceden a la caída de las hojas en las vides de mencía, la variedad más plantada con mucha diferencia en los bancales de los cañones del Sil y el Miño. El contrapunto lo pone el vivo color rojizo que delata la presencia e cepas de garnacha.
En las laderas orientadas al sur, donde la vid busca el mayor número de horas de sol, el rojo también asoma estos días en el fruto de los madroños. Queda el verde intenso de encinas y castaños, aunque en los soutos las hojas pronto teñirán de ocre la parte más umbría de la ribera.
Los rigores estivales tardarán en volver, pero las heladas todavía se demoran en la entrada del otoño. No hace ni frío ni calor, lo ideal para perderse por los empinados senderos que serpentean por las viñas. La lluvia, que en Santiago es arte, tampoco desentona en la Ribeira Sacra.