Un fugaz alcalde local las compró a un pastor de Distriz en 1895, varias están en museos y de otras nunca se supo
30 mar 2020 . Actualizado a las 12:01 h.Corrían los comienzos de noviembre del año 1895 cuando unas fuertes lluvias en Monforte provocaron un desprendimiento de tierras en el monte de A Vide, también conocido como A Costa Grande. El desplome al borde del arroyo de Cinsa, que pasa entre este monte y la vega de Distriz, dejaba a la vista una hacha de talón de dos anillas perteneciente a la Edad del Bronce. Las publicaciones sobre este hallazgo son muy escasas. Entre ellas están las de Louis Siret (1913) y Ángel del Castillo (1927), que hablan del descubrimiento de siete hachas. También se afirma en ellas que el hallazgo se habría producido entre los años 1896 y 1897.
Una documentación de la época, a la que tuve acceso recientemente, describe el hallazgo y detalla que la fuerte crecida que desde días atrás experimentaba el afluente del Cabe dio lugar a que sus aguas socavasen el monte de A Vide, cerca de Distriz. El arrastre de tierras puso al descubierto una herramienta de metal de forma extraña que fue recogida por un pastor. El autor del descubrimiento, animado por el valor que podía tener aquel instrumento, se decidió a buscar nuevas piezas junto con su familia y encontró otras dieciséis hachas.
Todo indica que fueron diecisiete y no siete las que formaban el hallazgo, que tuvo lugar en abril de 1895 y no en años posteriores. Los objetos descubiertos en ese yacimiento arqueológico tenían forma de hacha o maza de armas, con dos anillas que adaptadas a una correa facilitaban su sujeción y también su transporte. El peso de cada una de ellas era de algo más de un kilo.
Siguiendo el relato de Ángel del Castillo, las hachas habrían sido vendidas a un vecino de Monforte, Javier Rodríguez Sánchez, por el precio de 15 pesetas. Las piezas vendidas sí fueron siete, las mencionadas en las publicaciones que dan cuenta del hallazgo. El comprador contaba entonces con 28 años y al parecer ya destacaba por ser una persona «activa y culta». Perteneciente a la familia monfortina conocida popularmente como «los Cachopos», en enero del año 1910 se convertiría en alcalde de Monforte, puesto que ocupó hasta el mes de abril del mismo año.
Los caciques de Fiolleda
Cuentan las crónicas de la época que su destitución fue un manejo de los «caciques de Fiolleda», que habían dominado la política local en un pasado reciente. Con anterioridad a ocupar la alcaldía, como concejal Javier Rodríguez impulsa la realización de la acera de la Compañía, toda ella de bloques de granito y aun hoy conservada. Consigue además como político municipal que la Compañía del Ferrocarril del Norte ceda la servidumbre de la traída del agua del Cabe hasta Monforte.
Javier Rodríguez presidía la organización Labradores de Lemos, muy activa durante la década de los años veinte del siglo pasado. También adquiere la gestión de la contrata de carga y descarga de la Compañía de Ferrocarriles del Norte. Cuando fallece en el año 1955, a los 88 años, era un relevante contratista de la Renfe.
Las siete hachas que adquirió este inquieto monfortino fueron regaladas posteriormente a Guillermo J. de Osma y Scull. Políticamente, Javier Rodríguez era una persona próxima al destinatario de las piezas. Osma nace en La Habana en el año 1853. Estudió en Oxford y La Sorbona, y fue abogado y diplomático. Dentro de esta última actividad, ejerció como secretario de la embajada de España en Londres en el año 1885, y de agregado en París en 1887. Fue diputado a Cortes por el distrito de Monforte prácticamente de forma ininterrumpida de 1888 a 1918, período en el que fue nombrado Secretario de Estado de Ultramar y de Hacienda, y posteriormente Ministro de Hacienda. En 1919 pasa al Senado como representante vitalicio.
Guillermo de Osma fue un gran coleccionista y experto en antigüedades que ostentó entre otros cargos, el de académico de número de la Academia de las Artes de San Fernando. Tras recibir las siete hachas de la Edad de Bronce, las distribuye por diferentes lugares. Ángel del Castillo, en su escrito del año 1927, treinta años después del hallazgo, afirma que dos fueron a parar al Museo Arqueológico Nacional, otra a la Armería del Palacio Real de Madrid, y una más a un museo de París cuyo nombre no concreta. Nada dice de las tres restantes que completarían las siete entregadas.
Siguiendo un estudio realizado por los especialistas Ignacio Montero-Ruiz, Oscar García-Vuelta y Xose Lois Armada, las del Museo Arqueológico Nacional sí están confirmadas, aunque no constan como donaciones de Osma. Según esta investigación, posiblemente se entregasen entre 1905 y 1907, unos diez años después de su hallazgo. Respecto a la entregada en la Armería Nacional, no constaba como tal en dicho museo ya en tiempos de Ángel del Castillo.
Una parte del hallazgo pudo haber ido a parar a colecciones de París y Londres
En cuanto a la pieza que podría haber tenido como destino en París, en un trabajo realizado por Eiroa en la pasada década de los setenta se indica que puede estar en el Museo del Hombre en París. El profesor Luis Monteagudo, en un estudio del año 1977, afirma que una de las hachas del hallazgo de Distriz podría estar expuesta en el British Museum. Según investigaciones posteriores, la pieza a la que se cataloga como una donación efectuada al museo londinense en la década de los años sesenta procedería del legado de la colección del geólogo y arqueólogo Charles Taylor Trechmann (1884-1964).
Las otras tres hachas de las siete que registra Ángel de Castillo, y que quedaron en manos de Guillermo de Osma, pasaron posteriormente a formar parte de los fondos del Instituto Valencia de Don Juan, fundado por Osma y por su esposa, Adelaida Crooke y Guzmán, condesa de Valencia de San Juan. Abrió sus puertas en el año 1916, siendo la sede del mismo, el palacete de la calle Fortuny en Madrid.
A este instituto también llegaron obras procedentes de los fondos pertenecientes a su suegro, Juan Crooke Navarrot, y las piezas que el propio Osma fue adquiriendo hasta su fallecimiento en el año 1922.
Del paradero de las restantes diez hachas, que completarían las diecisiete que formaban el hallazgo, nada se sabe. ¿Se quedó el pastor con algunas y puede que sus descendientes actuales conserven alguna? La pregunta no tiene respuesta, pero queda en el aire.
Mineral de Almería
Un interesante estudio arqueo-metalúrgico antes mencionado, apunta a que el plomo utilizado en la fundición de las hachas podría proceder de las mineralizaciones de la Sierra de Gádor, en Almería, situadas a más de setecientos kilómetros de distancia de Distriz. En este trabajo se mencionan también a las referencias que hacen sobre esta cuestión investigadores como Savory (1949), Eiroa (1973) o Coffyn (1985).
«Los grandes depósitos de hachas del sur de Galicia y norte de Portugal pertenecen con toda probabilidad a estos momentos, postrimerías del Bronce Final e inicios de la Edad de Hierro (siglos IX-XVII antes de nuestra era) y han sido vinculados al comercio fenicio en numerosas ocasiones», señala el estudio sobre arqueología y metalurgia al que aludí con anterioridad.