Un golpe duro para un tejido empresarial débil

Carlos Cortés
carlos cortés MONFORTE / LA VOZ

LEMOS

Ramiro Vila S.L. emplea a 38 personas en el polígono industrial de Monforte
Ramiro Vila S.L. emplea a 38 personas en el polígono industrial de Monforte ROI FERNANDEZ

La construcción y la industria del sur de Lugo temen a la contracción económica que viene

27 abr 2020 . Actualizado a las 20:00 h.

Monforte, Chantada y el resto de las localidades de la Ribeira Sacra no pueden presumir de un tejido empresarial fuerte. Con la actividad económica centrada sobre todo en los servicios públicos, el comercio y el turismo, construcción e industria asisten al parón del coronavirus con esa debilidad de partida. «Aquí no hay grandes empresas con recursos para resistir parados dos meses sin pasarlo mal», resume Manuel Sánchez, delegado local de la asociación provincial de empresarios de la construcción (Apec).

La descripción podría valer para otros sectores, pero Sánchez se refiere a su propio sector, el de la construcción. Desde la crisis del 2008, la promoción inmobiliaria en Monforte está peor que bajo mínimos. No hay obras nuevas y los profesionales del sector se ocupan en la construcción de viviendas unifamiliares, rehabilitaciones y reformas domésticas. Son precisamente la parte de la construcción que se ha visto más afectada por la paralización ciudadana decretada para frenar la evolución de la enfermedad. Manuel Sánchez, propietario de Construcciones y Contratas Sánchez, no cree que cuando todo esto pase haya muchos cierres entre estas pequeñas empresas constructoras. «Aunque los que tengan que cerrar puede que sean pocos -precisa el representante local de la patronal de la construcción-, todos lo vamos a pasar mal y muchos tendrán que hacer aún más horas de las muchas que ya hacen para sacar adelante sus negocios».

Manuel Sánchez asegura que en el sector son conscientes de que una emergencia como la actual es muy difícil de gestionar, pero se queja de la sucesión de decretos y correcciones de decretos de interpretación dudosa. Se refiere a cosas como las dudas del principio sobre las condiciones en las que se podía seguir trabajando en las obras, pero especialmente a aquel veto de la vuelta a la actividad constructora en edificios con vecinos dentro en el último minuto de la fase dura del confinamiento. En cualquier caso, y de cara al futuro, al sector le preocupa que los efectos de la crisis económica que vendrá los arrastre a ellos. «Habrá qué ver -apunta Sánchez- cómo queda la capacidad de gasto de las administraciones en obra pública y cómo le va a quedar el bolsillo a los particulares que contratan las obras pequeñas en las que aquí trabajamos la mayoría». Los constructores locales temen que vaya a ocurrir lo contrario que en el 2008, cuando la crisis inmobiliaria se llevó por delante a los demás sectores económicos: «Ahora puede ser que la crisis del comercio y el turismo nos acabe alcanzando a nosotros».

Ramiro Vila S.L. emplea a 38 personas en el polígono industrial de Monforte. Tuvieron que parar únicamente durante las dos semana de cierre total de la industria decretado esta Semana Santa. Cuando se suavizó el confinamiento volvieron a la actividad y así siguen. La empresa fabrica maquinaria para trabajar hierro y aluminio, tanto para la industria como para la pequeña construcción. La demanda de la industria se mantiene más o menos, la de la obra pequeña ha bajado. «Después de la reapertura deberíamos tener dos o tres meses no muy fuertes -dice Carlos Vila, corresponsable de la empresa junto a su hermana Elena-, pero lo que pase más a largo plazo va a depender de lo grande que sea la crisis económica». Vila sabe que si es profunda acabará alcanzado a todos los sectores, por mucho que haya podido trabajar con normalidad cuando otros tuvieron que parar.

La industria agroalimentaria

En el polígono industrial de Monforte está también Queserías Prado. Ellos no tuvieron que cerrar ni siquiera durante aquellos días de confinamiento más duro. El decreto del estado de alarma considera fundamental la industria agroalimentaria, incluida la láctea, así que en Queserías Prado no han tenido que parar. En todo caso, les afecta el cierre de otros. Sus ventas a la hostelería se han reducido a cero. La parte de sus productos que acaben en los supermercados sí se están vendiendo más, pero no tanto como para compensar la otra caída. Queserías Prado aguanta sin presentar un ERTE y mantiene sus contratos de compra con los ganaderos que les proporcionan la materia prima. Y eso a pesar de que como en estas circunstancias no necesitan tanta. La que les sobra las venden a otros compradores de leche. Su propietaria, Inmaculada González, admite que van a tener que afrontar «una reestructuración financiera». Por ejemplo, a través de los créditos especiales del ICO. Lo que ocurre, se queja, es que «en los medios sale que es todo muy fácil, pero en la práctica no lo es tanto porque al final son las entidades financieras la que deciden».

También Castañas Naiciña es una industria agroalimentaria, pero radicada en Chantada. A ellos el año del coronavirus les llega después de un 2019 nefasto, con la cosecha de castaña hundida por la plaga de la avispilla y unas condiciones climáticas complicadas. Miguel Areán, su propietario dice que «dentro do malo que é todo isto, para as empresas relacionadas co mundo da castaña coincidiunos na época menos mala do ano». Areán le teme más a un posible repunte de la epidemia en otoño, en plena época de recolección. A las administraciones públicas no les pide tanto ayudas directas para las empresas afectadas como que no pongan trabas: «De pouco serve que veñan agora con historias coas cuotas de autónomos cando, por exemplo, todas as empresas que lles toca que lles devolvan o IVE do 2019 téñenno a estas alturas sen devolver».