Marián García y su padre son futbolistas, y Marta García y su madre optaron por la gimnasia rítmica
23 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Son las dos de la tarde, y en la mesa de la coina almuerzan Marián y Marta García, Jordi y María, y la conversación versa sobre deporte. Este patrón se repite día tras día, y no es de extrañar. Para esta familia, el deporte es sagrado y lo tienen en los genes.
El padre comenzó a jugar al fútbol con 11 años; la madre practicó volei, gimnasia rítmica y fútbol sala -en esta modalidad compitió, y lo hizo como portera-; y las hijas, Marián y Marta, se inclinaron por el fútbol y por la gimnasia, respectivamente.
Además, las dos se inclinaron por estudios vinculados con la práctica deportiva. Marián acabó este año Ciencias del Deporte y la Educación Física, mientras que Marta cursa tercero de Periodismo, y quiere ejercer como reportera deportiva.
Marián García está disfrutando, porque ha cumplido el sueño que tenía; jugar al fútbol. Y es que como dice su padre «aprendió a andar detrás de una pelota». Así fue, y los domingos no faltó a ningún partido que jugó su padre. Sus primeras patadas las dio en el Hermanos Somoza. «Estaba en la grada con su madre, pero quería saltar al campo», recuerda Jordi García.
En el Ferroviario, colegio en el que estudió, tenía una amplia oferta de actividades extraescolares, pero lo tenía claro. «Yo quería fútbol, pero no había femenino, y por eso fui al fútbol sala. Con 7 años fiché por el Calasancio [fue la primera que compartió equipo con niños]. Después fiché por el Monteforte, pero solo entrenaba, por lo que jugué en el equipo de las madres ferroviarias, donde estaba mi madre», señala.
Llegó el momento de dar el paso y comenzó a jugar en el Monteforte, equipo en el que explotó como futbolista -la primera campaña marcó más de 30 goles-. Su talento y sus actuaciones no pasaron desapercibidas para los grandes clubes gallegos, y así acabó en el Friol, pasando luego al fútbol sala con el Valdetires. La siguiente parada fue el Orzán, y en las últimas horas fichó por el Bergantiños. Meteórica su carrera, y solo son 23 años.
A la pregunta de qué razones la llevaron a apostar por el fútbol y no por el fútbol sala, la jugadora dice: «En este último todo está más automatizado, y en el fútbol tienes libertad para demostrar tu calidad».
A Marián, el fútbol le llegó en los genes de su padre. Los dos juegan en punta, son rápidos, técnicos y atesoran mucho talento. A Marta, sin embargo, le gustó la gimnasia rítmica, deporte en el que comenzó su madre. «Lo tuve claro desde el inicio. Es un deporte que me apasiona, y mi objetivo es seguir haciendo gimnasia hasta que pueda y después ser entrenadora», afirma Marta, que estuvo en el Quicela y ahora en el Kendra.
Más deporte
Jordi y María, los padres, están encantados con la progresión de sus hijas y con el hecho de que puedan hacer del deporte una forma de vida. «Desde pequeñas les inculcamos el deporte, porque a través de él se adquieren valores y es clave para la formación integral de las personas. Estamos muy contentos con el resultado», apunta María Pérez.
Tanto Marián como Marta reciben con agrado las críticas constructivas. «A veces hablamos, sobre todo en fútbol de cuestiones que pasan en los partidos, intercambiamos impresiones, y Marián siempre está dispuesta a escuchar y a poner en práctica los consejos», dice Jordi.
Marián García jugará en la Primera Femenina Gallega con el Bergantiños, club en el que también entrenará a un equipo de la base. Además realizará un máster de preparación física y readaptador deportivo, y es que su objetivo es ejercer algún día esta profesión en algún club de la liga Ibedrola. Eso si no juega, porque por calidad podría estar en la élite.
Marta sueña con un programa deportivo en televisión o en radio, y también le agradaría escribir de deporte en la prensa. Lo dicho, respiran deporte por los cuatro costados.