Caneiros, el pilar del puente medieval y la fábrica de la luz, a flote en Portomarín

Luis Díaz
luis diaz MONFORTE / LA VOZ

LEMOS

Los restos del viejo poblado emergen de nuevo por el polémico vaciado del embalse

26 sep 2021 . Actualizado a las 16:13 h.

Las aguas políticas bajan revueltas a cuenta del vaciado del embalse de Belesar, en medio de una carrera interminable de subidas en el precio de la luz. Más sosegado, el exiguo caudal del Miño deja ver desde hace semanas construcciones del viejo Portomarín sepultadas por el salto que se inauguró en presencia de Franco el 10 de septiembre de 1963. Muchas de las edificaciones que asoman ahora ya habían salido a flote en el 2017, cuando se produjo otra drástica baja de nivel por la frenética actividad de las turbinas de la presa. Muchos lugareños aseguran, no obstante, que nunca como ahora se había visto el embalse tan bajo.

El vaciado más reciente saca otra vez a la luz la llamativa estructura del viejo puente junto al que se levanta el nuevo viaducto sobre el Miño. También emerge sobre las aguas el único pilar que se conserva del viejo puente medieval de origen romano, derribado y reconstruido posteriormente en el siglo XII. Aguas abajo, asoman los restos inalterables de las pesqueiras, construcciones que se empleaban tradicionalmente para capturar salmónidos y anguilas, cuya venta fue una de las principales fuentes de ingresos de los ribereños.

A unos quinientos metros del puente, en dirección al salto, se observa una llamativa construcción en piedra sobre el curso del río. A simple vista, pasa por ser un molino de grandes dimensiones con varias entradas para el agua. Según los vecinos, son los restos de la fábrica de la luz que en tiempos abastecía a las viviendas. La decisión de sepultar el viejo Portomarín y construir un nuevo poblado no fue fácil para el arquitecto que dirigió el proyecto, el madrileño Francisco Pons-Sorolla y Arnau, que como jefe de la sección de Ciudades de Interés Artístico Nacional desarrolló gran parte de su actividad en Galicia.

En la década de los cincuenta del pasado siglo, Pons-Sorolla encontró en Portomarín, según sus propias palabras, «un monumento histórico donde lo medieval se conserva hasta en los detalles más mínimos». Incluso planteó una modificación del proyecto de Belesar que dejaba a salvo este pueblo, pero que fue descartada porque restringía drásticamente las posibilidades de aprovechamiento hidroeléctrico.

Un hito, por partida doble, a nivel internacional

A mediados del pasado siglo, la empresa Fuerzas Eléctricas del Noroeste (Fenosa) obtuvo la concesión para el aprovechamiento hidráulico del Miño. En 1955 se inauguraba el embalse de Os Peares. Las obras del salto de Belesar comenzaron a finales de 1957, cuando se acondicionaron los accesos y las instalaciones previas. En el verano de 1958 comenzaron las excavaciones y se desvió el curso del Miño. En septiembre de 1963, cuando la presa llevaba meses funcionamiento, Franco presidió la inauguración oficial.

Miles de presos políticos sirvieron de mano de obra para la construcción del embalse, que anegó 2.000 hectáreas y alcanza en algunos puntos 135 metros de profundidad. En su día fue la presa más alta de Europa y un modelo para embalses de Suiza, Alemania o la extinta Unión Soviética. El traslado del conjunto histórico-artístico de Portomarín también fue un hito a nivel internacional. Pons Sorolla no quiso que el nuevo poblado fuese una réplica por respeto al original.