Las aldeas evacuadas en la montaña de O Courel recobran la normalidad entre las cicatrices del fuego
27 jul 2022 . Actualizado a las 12:43 h.Las llamas dejaron de devorar la montaña de O Courel. Después de una semana de lucha frenética contra el fuego, las aldeas que sobrevivieron a su virulencia por fin parecen a salvo. La negrura del paisaje, sin embargo, sigue siendo inquietante. Camino de Parada dos Montes, en A Pobra do Brollón, el silencio molesta. Ni un pájaro, ni un rumor triste que salga de una arboleda arrasada. Carmen Gallego se asoma por una callejuela entre las viejas casas de piedra con la preocupación aún marcada en el semblante. «Nós, como o monte, aínda estamos a arder por dentro», avisa.
Pasado Salcedo, puerta de entrada a la montaña de O Courel por A Pobra, el panorama es desalentador. Domiz, Couso, Río de Bois... Todo está arrasado a ambos lados de la carretera. Solo se ven pinos calcinados y columnas de humo que salen de la tierra en algunos puntos, como si hubiese chimeneas invisibles incrustadas en ella. Donde aún arde algún tronco, por veces las llamas se arremolinan. Estremece imaginar los peores momentos del incendio que devoró el geoparque Montañas do Courel.
«Eu non recordo nada igual e penso que os nacidos tampouco van velo». Habla María Gallego, abuela con sus noventa años largos de Parada dos Montes. El fuego se detuvo a muy pocos metros de su casa. Las llamas cercaron el pueblo el pasado lunes y los vecinos tuvieron que marcharse con lo puesto. La vida asomaba este sábado de nuevo por sus corredoiras, solo un día después de que la Xunta desactivase el nivel 2 de alerta por el fuego.
Carmen Gallego salió con sus padres hacia A Pobra el día de la evacuación. «Vivín todo con medo e moita rabia. Non se paraba co fume, eles son maiores e meu pai ten problemas respiratorios», rememora. Una semana después, prefiere reflexionar en clave de futuro: «No fondo, fomos uns privilexiados. Por estar rodeados de árbores frondosas, tivemos a sorte que non tiveron outros. Desta vez quedoume claro, clarísimo».
Un agente forestal que reside en Parada dos Montes optó por quedarse el día de la evacuación para ayudar a salvar la aldea. Cerca de allí, en Froxán, ya en el municipio de Folgoso do Courel, cinco vecinos lucharon contra el fuego junto a los servicios de extinción cuando el incendio estaba al pie de las casas ya desalojadas. «Se non é por eles arde o lugar. Pasou o mesmo en Vilamor ou Mercurín. De pouco vale un buldozer se non sabes por onde movelo sen caer por un barranco», dice Pepe de Lázaro mientras otea los rescoldos del fuego.
Camina junto a Evaristo Méndez, uno de los que no quisieron marcharse de Froxán. «Houbo un momento no que isto era un inferno. O lume corría como se lle botasen gasolina, sentíalo explotar», rememora. El día de la evacuación el fuego pasó a la otra ladera, separada de Froxán por el encajonado cauce del Lor. Dos horas después, había ardido casi toda la aldea de Vilar.
De vuelta a Parada dos Montes, la niebla matinal acaba de disiparse y deja ver con nitidez las cicatrices que deja el fuego. En la Devesa do Loureiro, las llamas ni siquiera respetaron un souto centenario rodeado de pinares. Marisa Freire está a la puerta de su casa en Parada, al pie de la carretera. Entre tanta desolación, la aldea parece un paraíso por el frenético canto de los pájaros. «Deberon vir para aquí todos», bromea.
El camino de A Fonteiriña conduce a la parte más antigua del pueblo entre casas de piedra con corredores de madera y cubiertas de pizarra. Sobre muros y escaleras, jalonan el recorrido poesías de Olga Novo y Noa Moreira escritas con tiza en losas como las de los tejados. Marisa las puso hace tiempo, después de ver algo parecido, con versos de Rosalía, en una casa de turismo rural. «Eu soño sequeiros nos que son un outro fume, cálido, doce, sen amargura», dice uno de los textos que escogió en Parada.