Calvario en O Courel: «Non facer o vía crucis sería tan doloroso como o foi ver todo isto ardido»
FOLGOSO DO COUREL
La aldea de Vilar do Courel celebra su procesión de Semana Santa con las huellas del incendio del verano aún muy visibles
08 abr 2023 . Actualizado a las 19:32 h.Nunca tan convincente había resultado el voluntario que hace de Nazareno en el vía crucis de Vilar do Courel. La procesión religiosa que recrea la narración bíblica de los últimos momentos de la vida de Cristo se celebró ayer de nuevo en la aldea que el verano pasado fue el símbolo de la destrucción provocada por el gran incendio de la Serra do Courel. Con el fondo de la imponente negrura quemada del cañón del río Lor, las 14 paradas del calvario de Vilar sonaban a metáfora de lo que vivieron los vecinos el verano pasado. El cura de la parroquia, Jesús Ramilo, tiene claro que este año había más razones que nunca para organizarlo. «Trátase de volver á normalidade, porque non facer este ano o vía crucis sería tan doloroso como doloroso foi ver todo isto ardido», aseguraba el párroco este viernes de Semana Santa.
La procesión la siguieron cerca de un centenar de personas, casi todos vecinos de Vilar o de las cercanas Froxán, Vidallón o Vilamor, o con raíces familiares en ellas. Algunos viven fuera, en la emigración, y veían por primera vez las huellas del fuego. Nueve meses después, las cenizas siguen ahí, aunque el escenario asusta un poco menos.
Vilar está cerca del fondo de una vaguada que limita al norte con el enorme saliente rocoso que fuerza al río Lor a hacer un giro de 90 grados al llegar a Vilar. Ese saliente sigue carbonizado y sin signos de vegetación viva. Y al sur, la ladera que empieza en el alto do Boi sigue también igual de negra. Nadie ha talado sus miles de pinos carbonizados, que le dan un aire fantasmal a la bajada al pueblo desde la carretera de Quiroga a Folgoso. También están ahí, como recordatorios tristes, los troncos negros de los castaños centenarios del souto del pueblo. Y las ruinas de las casas que se hundieron bajo las llamas.
Y sin embargo, entre las casas y los castaños quemados de Vilar ha crecido mucha hierba. Así que cuando a la una y media de la tarde de este viernes empezaba la procesión del vía crucis, la estampa no era del todo negra. Había también verde y blanco primaveral, el de las flores de los árboles que sobrevivieron al pasado mes de julio. Y estaba también el optimismo de la gente, empeñada en recuperar la normalidad de la que hablaba el cura.
«Esto es un paraíso», dice convencido un hombre mayor con bigote y pelo blanco que hace fotos del momento final y más emotivo del vía crucis, el que simula la crucifixión de Cristo. El lugar elegido para plantar la cruz parece desmentírselo, porque lo que se ve al fondo son las montañas quemadas de Froxán, Vilamor y Eiriz, de las que llegaron las llamas que casi se llevan Vilar por delante.
Pero el hombre que asegura que eso es un paraíso sabe lo que dice. Es David Guaiquil, un chileno que vive en Barcelona y lleva desde la década de los ochenta viajando a O Courel dos o tres veces al año. Viene con su mujer, que se llama Inés Vázquez y aunque es de Vilar hizo buena parte de su vida en Barcelona, porque allí emigró con sus padres.
A 300 kilómetros de la Antártida
La primera vez que visitó O Courel, David Guaquil ya supo que eso le iba a gustar. El paisaje, asegura, es muy similar al de su tierra de origen, porque él nació en el extremo sur de Chile, a menos de 300 kilómetros de la Antártida, una región también muy montañosa.
Cuando les contaron que Vilar había ardido pensaron que se habían quedado sin nada aquí, pero resultó que su casa y la de los abuelos de su mujer fueron de las que se salvaron sin demasiados daños. Por eso David y su mujer han podido volver esta Semana Santa y volverán en agosto, para entonces ya con su hija, su yerno y sus tres nietos. «Viven en Luxemburgo, pero vuelven aquí todos los años», asegura.
El vía crucis de Vilar lo organizan las asociaciones culturales Fonte do Milagro y Castro Grande, de Vilar. Estos dos colectivos, el primero con sede en Froxán y el segundo en Vilar, recuperaron esta fiesta de Semana Santa hace veinte años. No se celebraba desde que la emigración empezó a vaciar estos pueblos en los años 50 del siglo pasado.
Para el de este año tuvieron que reconstruir parte de las 14 cruces que marcan las paradas que tiene que hacer la procesión desde el inicio del sendero en el campo de la fiesta de Vilar y la capilla de San Roque, donde se escenifica la crucifixión. La mayoría ardieron en el incendio. Incluida la que carga el Cristo todo el recorrido, que se guardaba en la casa museo de Xan de Vilar, una de las que fueron destruidas por las llamas.
La suerte de que la capilla no ardiese
Unas horas después de que el fuego quemase la aldea de Vilar do Courel, el cura Jesús Río fue a consolar a los vecinos y a comprobar como estaba la capilla de San Roque. Mientras esquivaba los restos de árboles carbonizados que impedían utilizar el camino, iba pensando qué se encontraría. La capilla estaba entera, rodeada de cenizas, pero entera. «Non ardeu porque non lle cadrou, houbo moita sorte», dice el cura, que no cae en la tentación de pensar en milagros.
Este sacerdote entiende la congoja de quienes este viernes vieron el paisaje quemado por primera vez, pero cuenta que por impresionante que resulte, ahora las cosas ya son distintas. «Hai moitas diferencias, a primeira a do cheiro a queimado, porque aquel cheiro a fume tardou polo menos 15 días en marchar», recuerda.
La seguna diferencia es que ahora ya se puede caminar con seguridad por Vilar y por el sendero que lleva a la capilla y al castro. Los muros de las casas que habían quedado en pie en precario ya han sido derribados, igual que los árboles que amenazaban con caer, los cascotes de las casas quemadas y los restos calcinados que lo ocupaban todo y que hacían muy difícil caminar por los alrededores de la aldea. Todavía quedan algunas cosas por limpiar en el pueblo, pero caminar entre las casas ya no supone ningún peligro.
El cura y los vecinos de Vilar quieren mirar hacia adelante y olvidar la pesadilla del incendio. Por eso hacen planes como los de limpiar mejor los alrededores de la capilla. Cuando el cura bajaba hace nueve meses por ese camino entre los restos humeantes tenía en la cabeza los pequeños árboles que crecían pegados a la capilla. «Tiña combustible ben cerca, un loureiro e uns caxigos que estaban pegados á capela e que seguen alí, porque non arderon». Él es partidario de cortarlos: «Este ano non vai arder nada porque non hai nada que arder, pero para o futuro hai que procurar que todo iso estea máis limpo».