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La casa de los Gaibor y la leyenda que llegó a oídos de la Inquisición

felipe aira MONFORTE

MONFORTE DE LEMOS

Casa de la familia Gaibor, cerca de la Porta Nova, uno de los accesos al interior de la muralla
Casa de la familia Gaibor, cerca de la Porta Nova, uno de los accesos al interior de la muralla ALBERTO LÓPEZ

La principal familia de judeoconversos fue perseguida por el Santo Oficio en el siglo XVI

01 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La primera noticia documentada sobre la lápida del «judío monfortino Gaibor» data de finales del siglo XIX. Se la debemos a La Voz de Galicia, que en junio de 1892 publica un trabajo firmado por Benito F. Alonso en el que sale a relucir su existencia. Posteriormente, en su obra Los judíos de Orense, del año 1904, el mismo autor indica que la lápida corresponde «al judío Juan de Gaibor y su hijo Jorge, jefes de la tribu monfortina. Cuando el señor Pérez Guitián nos remitió copia de dicha lápida, se hallaba esta formando parte del interior del muro de una casa en la ciudad de Monforte».

Al realizar nuestro trabajo de investigación sobre la comunidad judía y conversa monfortina, hemos localizado nueva información sobre la lápida sepulcral referida. También sobre la capilla, hasta esa fecha desconocida, que los judeoconversos monfortinos Gaibor levantaran en el extinto convento franciscano monfortino de San Antonio, en el siglo XVI.

Son varios los equívocos en los que incurre el Benito F. Alonso al tratar sobre ella. Se deben a que a la inscripción le falta una parte, lo que motivó la errónea creencia de que dicha pieza avalaba la fundación de una casa en Monforte por parte del linaje de los Gaibor, judíos asentados en Lemos. La pieza sepulcral y su inscripción hacen alusión a la fundación de una capilla en la iglesia conventual de San Antonio, y no a la fundación de una casa en Monforte en las primeras décadas del siglo XVI.

Sabemos de la existencia de esta capilla de los Gaibor, en la hoy desaparecida iglesia conventual de los franciscanos, e incluso el lugar donde se encontraba en el interior de la mencionada iglesia. Ello fue posible gracias al hallazgo de diversos documentos, entre los que destaca el testamento de Pedro dos Campos, un mercader monfortino de relevante envergadura en sus negocios, que se extendían más allá de suelo gallego.

Pedro dos Campos, cristiano nuevo, manda en el año 1596 ser enterrado en la iglesia del convento de San Antonio. Dice parte del documento que localizamos: «Mando que se ponga un altar sobre mi sepultura que está sobre la pila del agua bendita que está en un pilar de la capilla de los Gaibor, debajo del Coro, y allí se ponga una imagen de Nuestra Señora de la Soledad o de la Angustia de bulto todo ello a mi costa».

Juan de Gaibor fue el tronco de la familia judeoconversa monfortino de ese apellido. Varios documentos de finales del siglo XV y comienzos del siglo XVI indican que era mayordomo del segundo conde de Lemos hereditario y perpetuo. En cuanto a su hijo Jorge de Gaibor, fue un destacadísimo mercader de la villa monfortina, además de regidor de la misma.

Reconocimiento y poder

El hecho de que fueran llamados al concejo de la villa monfortina, como indica la inscripción de la lápida sepulcral, denota que tenían en la sociedad local de aquellos años un gran reconocimiento y poder. Según nuestras investigaciones, esta posición derivaba de su buena situación económica y de su competencia personal en los asuntos relacionados con la administración. Pese a todo ello, Jorge de Gaibor y varios de sus descendientes judeoconversos monfortinos fueron perseguidos y juzgados por los inquisidores.

Fue una persecución que se prolongó en el tiempo, desde el siglo XVI hasta el XVII, y que afectó a varias generaciones de la destacada familia monfortina. Para Juan y Jorge de Gaibor, el fundar una capilla en el convento levantado por los condes de Lemos, y panteón de la familia condal, tenía varios objetivos. Uno de ellos, hacer olvidar su pasado judío y evitar cualquier duda sobre su conversión.

Lápida de la familia Gaibor, expuesta actualmente en el museo arqueológico de Ourense
Lápida de la familia Gaibor, expuesta actualmente en el museo arqueológico de Ourense ARCHIVO F. AIRA

Sus esfuerzos no sirvieron para evitar que se les abriesen expedientes en el Santo Oficio de Santiago y Valladolid. Prueba de estas persecuciones la tenemos en el episodio del denominado Cristo de los azotes. Jorge de Gaibor es denunciado en el año 1539 por azotar de noche en su casa un crucifijo. Se examinaron acerca de esta denuncia doce testimonios de otros tantos testigos. Uno de ellos, que era su criado, afirma que «dejándole solo en una de las dependencias de su casa, cerrándose en ella, volvió para hablarle, y escuchando, le pareció que daba golpes a un crucifijo que tenía allí».

A Jorge de Gaibor se le instó ese año a que se presentase en la Inquisición de Valladolid. Tuvo que regresar a Monforte antes de finalizar el viaje y sin poder presentarse ante los inquisidores. Murió a los pocos días en la casa familiar que aún se conserva en el conjunto monumental de San Vicente.

La lápida que se expone en Ourense apareció en una casa de la calle Inés de Castro

Los monjes benedictinos defendían al judeoconverso monfortino Jorge de Gaibor y a su familia, como hemos leído en un documento que fue del archivo del monasterio de San Vicente del Pino que hace referencia a procesos eclesiásticos. De tradiciones como el Cristo de la colada o el Cristo de los azotes dejó alguna crónica fray Jacobo de Castro en el año 1722, introduciendo elementos que las enriquecían en detalles. Su propósito posiblemente fuese aumentar la devoción hacia esas piezas, guardadas en ese momento en el desaparecido monasterio franciscano del campo de San Antonio. Hasta el mismo momento de la desaparición del templo a comienzos del siglo XIX, con motivo de la entrada sangrienta de las tropas francesas de Napoleón en Monforte, estas tallas fueron consideradas milagrosas.

Una vez que el convento franciscano monfortino de San Antonio queda forzosamente abandonado, la capilla de los Gaibor es destruida y saqueada como el resto de bienes del centro religioso durante las primeras décadas del siglo XIX. La lápida sepulcral pasó de la iglesia conventual hasta un inmueble blasonado que se encontraba hasta la década de los sesenta del siglo pasado en la actual calle Inés de Castro.

Callejón sin salida

El lugar por aquel entonces era un callejón sin salida, el denominado callejón de Castro, por encontrarse en la zona la casa blasonada propiedad de Manuel Rodríguez Castro, casado con Francisca Pérez Feijoo y Baamonde. Uno de sus descendientes concibió y materializó la idea que de donar la lápida sepulcral de los Gaibor al museo arqueológico provincial de Ourense. La lápida estaba formando el dintel de una puerta en dicha casa.