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El gran conde de Lemos y los Gaibor, una estirpe judeoconversa de Monforte

Manuela Sáez

MONFORTE DE LEMOS

Una casa de la calle Falagueira, en el barrio de San Vicente, que perteneció a la familia Gaibor
Una casa de la calle Falagueira, en el barrio de San Vicente, que perteneció a la familia Gaibor No disponible

En los archivos históricos se conserva una abundante documentación sobre esta familia de origen hebreo, que estaba afincada en la comarca desde el siglo XVI

06 mar 2021 . Actualizado a las 18:51 h.

En los últimos años se ha dado mucha relevancia a los judíos que vivieron en Monforte de Lemos y a la persecución que sufrieron por la Inquisición; me parece interesante que haya personas que se ocupen de nuestra historia y alabo su interés y dedicación. En el 2003 publiqué el libro Los plateros gallegos y el Santo Oficio de la Inquisición, en Ediciós do Castro. Para realizar este trabajo acudí, casi diariamente durante un año, al Archivo Histórico Nacional. Allí consulté cientos de libros y legajos que tratan de la Inquisición en Galicia. Además de recopilar datos para la realización del libro, también me dediqué a recoger información de los encausados en la provincia de Lugo y, muy en particular, en Terra de Lemos.

En el libro hablo de la implantación en Galicia de esta institución que ya había tratado, en gran parte, Jaime Contreras en El Santo Oficio de la Inquisición de Galicia. Hubo varios intentos para su instalación en tierras gallegas. El primero fue en 1520. Sin embargo, la poca actividad que tuvo, casi insuficiente para subsistir, así como el no contar con el asentimiento del cabildo de Santiago, fueron motivos que favorecieron su desaparición, pasando a depender de Valladolid doce años más tarde. Otro intento de establecerse se hizo entre 1561 a 1567, pero también fracasó y nuevamente pasó a depender de Valladolid. Esto tampoco favoreció su desarrollo: las visitas esporádicas que realizaban los inspectores vallisoletanos resultaban muy costosas y los bienes incautados no cubrían gastos; por otro lado, se quejaban del viaje que tantos inconvenientes ocasionaba a los inquisidores para desplazarse a una tierra tan «áspera y montuosa». También se lamentaban de que no existían posadas donde alojarse, no entendían la «lengua» que hablaban los gallegos y no conseguían una información clara de los testigos, que respondían, en muchos casos, con evasivas.

En 1572, el licenciado Diego González realizó una inspección a Galicia y aconsejó que fuese restablecida; este inspector manifiesta que había sido suprimida a instancia de don Rodrigo de Castro: «La Inquisición se quito en Galicia por el Reverendísimo Inquisidor general Don Diego de Espinosa y entiendo que fue por intercesión de Don Rodrigo de Castro que hera del consejo de la suprema Inquisición...» (AHN - Archivo Histórico Nacional -, Inquisición, Libro 1263). Los alegatos que expuso para su instalación estaban orientados a las amenazas que representaban para los católicos gallegos la llegada de libros prohibidos, procedentes de países extranjeros, a través de los puertos costeros: Baiona, Pontevedra, A Coruña, Cambados, Redondela. Sin embargo, estas medidas fueron nefastas para los negocios de esta zona al quedar paralizado el comercio con el extranjero. Dos años más tarde la Inquisición se asentó definitivamente en Galicia. Esta situación cambió al quedar reanudado el comercio con Inglaterra al firmarse la paz en 1604 y la tregua con Holanda en 1609, aconsejando no molestar a los extranjeros por causas de fe. Los puertos quedaron poco vigilados y a los comisarios se les redujeron los ingresos al no cobrar los aranceles que obtenían al hacer las visitas a los barcos, además se les habían suprimido ciertos beneficios que dependían del hecho de que no pagaban impuestos. Todas estas causas motivaron un descenso de «familiares» de la Inquisición en el primer tercio del siglo XVII.

La Inquisición también se ocupó de perseguir a los judíos portugueses que después de su expulsión en 1497 pasaron a las localidades gallegas, fronterizas con Portugal y en ellas se asentaron (Ribadavia, Verín, Tui, Baiona, Pontevedra, Ourense, Vigo). Al ser la Inquisición en Galicia más permisiva al principio, se produjo este asentamiento, mientras que con el tiempo se convirtieron al cristianismo por razones de seguridad. No fueron muchos los que se establecieron en Monforte, pues se calcula que constituían poco más del siete por ciento de la población en la época de más auge.

Los delatados y encausados por la Inquisición en Lugo y Terra de Lemos, lo fueron, en su mayoría, por bigamia, actos y palabras heréticas y malsonantes, hechicería, blasfemia y reniegos, fornicación; no por sus creencias religiosas. Las acusaciones contra el dogma solo sufrían amonestaciones en la mayoría de los casos, pues eran consideradas ignorancia del culpado.

Me ocuparé solamente de Jorge de Gaibor, por considerarlo el más importante de la saga de esta familia. He hallado mucha información sobre este personaje en documentación procedente de distintos archivos. Los Gaibor eran una rica familia de judíos conversos ya afincados en Terra de Lemos en el segundo cuarto del siglo XVI según la referencia que tengo de un abuelo suyo. Jorge era un acaudalado escribano y regidor [concejal] del ayuntamiento monfortino que vivía en la calle Falagueira, como tantos cristianos viejos que disponían de recursos; era la calle más importante de la villa. Allí estaba el Ayuntamiento y también el monasterio provisional de las madres Clarisas fundado en 1622 por los séptimos condes de Lemos hasta que, en 1646 las monjas se trasladaron al actual.

Casas de la calle Falagueira, que durante mucho tiempo fue la más importante de Monforte
Casas de la calle Falagueira, que durante mucho tiempo fue la más importante de Monforte JORGE VILA

El conde no tenía muy buena opinión de este personaje y, según se deduce del epistolario que mantiene con su madre y con los administradores de sus estados, tampoco los monfortinos le dispensaban mucha estima. En una carta que don Pedro escribe a su progenitora desde Nápoles el 3 de septiembre de 1610 le comenta que los oficios no se debían otorgar por más de un año y si los corregidores lo merecían se podían ir prorrogando y, añade: «Jorge de Gaybor es regidor, García de Paz alcalde y yo me inclino señora a que limpiemos aquella república de judíos porque me traen remontada de Monforte la gente noble [buena], y ansí suplico a vuestra excelencia que si no le pareziere lo contrario los dexe yr consumiendo como tercerones». En otra carta le comenta su madre que mantener en su oficio a gente como Jorge de Gaibor y García de Paz era perder la autoridad del lugar y si faltaban hombres en la villa para esos oficios, se podía recurrir a las aldeas del condado como había hecho en otras ocasiones su padre y poblar de gente limpia y honrada el lugar. En su contestación el conde le especifica que le parece bien lo referente a Jorge de Gaibor y a García Paz, «aunque pienso que los señores de mi cassa no quitan estos regimientos sin causa bastante». No obstante, si cree era importante, «limpiar el ayuntamiento de Monforte, y poner en lugar de esos hombres, hidalgos de solar conocido y desterrar para siempre los cernicalos de vñas blancas»; lo hiciera y añade: «si no se les haze agravio que obligue so pena de peccado, yo arrancaría la mala yerba de vna vez y començaría desde luego al nuevo plantel». El 5 de noviembre de 1618 García de Paz figura entre los nuevos regidores nombrados por el conde en Monforte y ya no aparece Gaibor.

El conde de Lemos no tenía ninguna animadversión contra Jorge de Gaibor por ser descendiente de judíos; no se puede olvidar que en Nápoles, la persona que tuvo a su lado de consejero y hombre de confianza para poner en orden y sanear la hacienda pública que se encontraba al borde de la bancarrota, fue el financiero Miguel Vaaz, de origen judío converso portugués, además de ser un amigo muy apreciado por el conde y de toda su confianza.

Jorge de Gaibor casó con Catalina Villafañe y Guzmán, dama muy piadosa, falleció en 1606 y fue sepultada en el monasterio franciscano de San Antonio. Cuando murió su hijo, Francisco de Villafañe, en 1617, se abrió el panteón para depositar su cuerpo junto al de su madre y se encontraron con la sorpresa de que la tela del escapulario estaba intacta y dentro se hallaron los huesos de la difunta y también una mata de cabellos rojos. La tela del hábito no se podía romper y los que la vieron lo consideraron un milagro por haber estado enterrada once años y permanecer intacta (M. Sáez, La Voz de Lemos, 13 octubre 2003). Gaibor solicitó al prior de San Vicente del Pino hiciera las averiguaciones pertinentes sobre este suceso por considerar que podía ser un «milagro»: él correría con los gastos que se pudieran acarrear.

El fallecimiento del hijo de Gaibor ocasionó muchas molestias al conde y hubo mucha correspondencia entre don Pedro y sus administradores en Monforte en los años 1617 y 1618, tratando este asunto. De esta muerte había sido acusado de asesinato Fernando Arias que se encontraba en la cárcel; este solicitaba que, debido a una enfermedad que padecía, le permitieran salir hasta que no se realizara el juicio. Lemos tenía un gran sentido de la equidad y para hacer justicia al hijo de Jorge Gaibor decidió hacer uso del derecho que las leyes y costumbres le concedían para enviar un juez de comisión independiente - encargado de identificar y castigar al culpable - a sus tierras: en este caso había nombrado al licenciado Miguel Tafino de la Canal. El conde pidió a Pedro de Valcárcel, contador de sus estados, que le asistiera en lo que necesitara para la buena administración de la justicia. En otras cartas al prior de San Martiño de Acoba, a Juan Oxea de Figueroa, a fray Antonio Velázquez y a Martín de Balboa, comenta que, en caso de que la Audiencia quisiera poner alguna objeción, las leyes eran claras a su favor, aunque había que estar atentos a lo que la Audiencia pudiera hacer y, si Gaibor desconfiaba de él, haría muy mal porque lo que había hecho era «mirar por su justicia» y mejor sería no prosiguiese con la apelación interpuesta.

Jorge de Gaibor no tuvo problemas con la Inquisición, sino todo lo contrario, por lo que me causa extrañeza que se le asocie tanto con los judíos, a pesar de que él era descendiente de judíos conversos. En 1612 no había ningún «familiar» del Santo Oficio en Monforte; Francisco de Estrada, vecino de la villa, solicitó el 11 de febrero se le concediera ese oficio, pero no obtuvo confirmación y creía que se debía a su enemistad con Jorge de Gaibor, aunque la contestación de Madrid era del parecer de establecer allí algún ministro a pesar de la oposición de Jorge de Gaibor y de otros cristianos nuevos (AHN, Inquisición, Leg. 2887).

En mi opinión, en Monforte no hubo «barrio de judíos», teniendo en consideración que el monasterio de San Vicente do Pino era propietario de la mayoría de las casas y huertas aforadas en muchas de las calles monfortinas que habían recibido de los reyes durante siglos, según se deduce por un memorial que este monasterio envió al Rey a mediados del siglo XVIII de sus «vienes raizes, derechos y regalías en este Reyno y entre ellos los contenidos en el memorial que en devida forma presento, que son casas desta villa que se nombran». Las calles y lugares donde se encontraban estos bienes, dentro y fuera de sus muros eran: Barrio de la Puerta Nueva, Puerta de la Villa, Falagueira, rua Vieja, Orianes, Pescadería, Cruz, Zapatería, Cárcel Vieja, Rioseco, Cárcel Eclesiástica, Cruces, Zapardiel, los Lagares. Todas ellas con indicación de apeos y del principio y fin de las calles que nos permiten hacer un trazado de ellas. Todas estas calles con la mayoría de sus casas que pertenecían al monasterio benedictino, me permiten afianzar la idea de que en ellas no había un barrio judío, aunque aparecen algunas casas que pertenecían a los judíos conversos, bien por compra o por aforamiento, pero en estas «rúas» también vivía la mayor parte de otros monfortinos.

No existe huella alguna de que los judíos conversos hayan dejado en beneficio del patrimonio cultural monfortino durante su permanencia en la villa.