
El antiguo cenobio anexo a la iglesia de A Régoa sirvió de cuartel e incluso de prisión antes de albergar el colegio
22 dic 2019 . Actualizado a las 11:29 h.El origen del convento de frailes dominicos monfortino de San Jacinto hay que buscarlo en tierras de Pantón. Concretamente, en el de la Purificación de la Sagrada Virgen María. El licenciado Alonso Ares, cura de Santa María del Río, dona su casa solar llamada de los Ferreirós, en la feligresía de San Martín de Pantón, junto con la hacienda, para fundar un convento de padres predicadores. La donación es del año 1569. En 1621 los monjes se trasladan a Monforte. El convento original se quedaba pequeño para mantener el número de religiosos que indicaban las escrituras.
El cenobio dominico inicia su vida en Monforte con la condición de priorato. Pertenecía a la categoría de conventos menores, cuyo número de religiosos no excedería de dieciséis. En sus primeros tiempos, estando todavía la comunidad en Pantón, tenía la condición de vicariato. El primer prior de San Jacinto de Monforte, fue fray Justo de Oviedo, siendo igualmente el último vicario de Pantón. Los séptimos condes de Lemos habían comenzado a levantar el edificio que hoy perdura, cuyas obras no finalizarían hasta 1636. Lo ponen bajo la advocación de San Jacinto, pero los monfortinos siempre lo denominaron de Santo Domingo.
En la calle Falagueira, encima de la puerta de entrada a un solar, nos encontramos con unas cuevas labradas en la roca del monte. La tradición popular y algunos historiadores y cronistas afirman que fue la sinagoga judía, aunque lo más probable es que fuesen unas bodegas para almacenar vino. Allí se conserva una inscripción con fecha del año 1740 en la que se lee: «Este sitio se tro/co a S. Jazinto por la cueva de capo».
El año 1809 fue de los más penosos de ese siglo en Monforte. Los ataques franceses a la población se sucedieron en los meses de enero, abril y junio. En enero, el cerco fue levantado y los invasores no lograron entrar. El segundo ataque fue terriblemente sangriento. Lo protagonizaron más de mil soldados con plena libertad para el pillaje y el asesinato. El convento de San Jacinto era entonces un punto estratégico para la defensa de la localidad. El prior, padre Domingo Barbeito, estaba al frente de la distribución de armas y pertrechos a la defensa local. Se fabricaban cañones de madera ahuecando troncos de árboles, que se rodeaban de abrazaderas de hierro y resistían hasta una docena de disparos. Zapateros, sastres o carpinteros colaboraban para vestir a la tropa y fabricar complementos para las armas.
Cuatrocientos muertos
Numerosos vecinos se presentaban en el convento para engrosar las filas de este improvisado ejército. El prior Barbeito sería asesinado por los franceses, junto al también religioso Simón Veiga. La fábrica del convento no sufrió desperfectos en el último de los asaltos, pero los franceses destrozaron todo lo que pudieron en la iglesia y robaron cuanto estuvo a su alcance. Sobre cuatrocientas monfortinos fallecieron debido a este ataque. Los padres Manuel Viana e Ildefonso Riaza, de la parroquia de A Régoa y de San Vicente de Pino, respectivamente, cuantificaron los muertos, entre los que figuraban además de la tropa mujeres, niños y ancianos. Fueron más de ciento cincuenta solo en esas parroquias.

En 1820, por ley de 25 de octubre, se dispone la supresión de todos los conventos que no reúnan al menos veinticuatro religiosos ordenados. Era el final de la comunidad de San Jacinto. En septiembre de 1821 quedaban en el edificio el prior y lego. El párroco de A Régoa, Manuel Viana, hacía inventario de los vasos sagrados, ornamentos y demás alhajas pertenecientes a la iglesia y sacristía de San Jacinto. Viana había sido nombrado depositario y dejaba a los religiosos los objetos necesarios, ya embargados, para que celebrar misa. El comisionado del crédito público no hacía prácticamente nada por cerrar el convento.
Por aquel entonces se destinaba una pieza del convento a los soldados que estaban acuartelados en Monforte. También fue sede de las oficinas militares y de la caja de reclutamiento. Por los documentos a los que tuvimos acceso sabemos que los soldados estaban por todo el convento, menos en la parte que correspondía a la iglesia anexa. Viana afirmaba que por ello no quedan allí seguras las alhajas, y añadía que no tenía casa segura para su reserva. «Aún me recelo si en la pieza del órgano, desde el inventario aca, hubo alguna novedad de que no soy ni puedo ser culpable», advertía en un escrito.
Los soldados acuartelados infringieron daños importantes al edificio. Años después se estableció en el antiguo convento la estafeta de Correos, aunque pronto pasó a la actual plaza de España. En ocasiones se llega a citar en los libros de fábrica de la parroquia que era necesario cambiar las llaves de las puertas de acceso entre ambos lugares por los intentos de forzarlas por parte de los soldados.
En 1844 fue creado el cuerpo de la benemérita. Poco tiempo después llega a la población un destacamento, alojado en el antiguo convento dominico. El estado del inmueble era muy deficiente y el coronel al frente del mismo expone por escrito la imposibilidad de seguir allí. Posteriormente, se destinaron las dependencias antaño habitadas por los padres predicadores a cuartel de los batallones de Reserva y Depósito. A finales del siglo XIX, la corporación autorizó el traslado provisional de los presos de la Cárcel del Partido Judicial, situada en la denominada Cárcel Vieja, para el edificio antiguo de los dominicos, debido al mal estado en el que se encontraba la prisión anexa a la muralla.
Margarita Artime era la superiora del Divina Pastora cuando abrió en octubre de 1915
A iniciativa del concejal Emiliano Pérez -más tarde alcalde- y estando al frente de la corporación Evaristo Rodríguez, en 1914 se autoriza el uso del edificio del convento con fines educativos. «La corporación considera que las ruinas del antiguo convento de dominicos de San Jacinto adosado a la iglesia parroquial de la Régoa no produce beneficio alguno al municipio; que por el contrario, cada año que pasa se está acabando de derrumbar todo y que el proyecto del Pío Instituto de las Hijas de la Divina Pastora de reconstruirlo y rehabilitarlo para un colegio de niñas es altamente beneficioso, favorable y de interés para la población», señala el acuerdo.
La corporación decidió entonces, por unanimidad, ceder con ese fin las ruinas de la edificación ex convento de San Jacinto «con el residuo existente al norte del mismo donde antiguamente hubo cocina perteneciente a él, con la condición de que el referido instituto destinará 2.500 pesetas para el arreglo y reparación del peñón que se está derrumbando sobre dicho ex convento y sirve de sostén al camino que sube a Santo Domingo».
La cesión se efectuaría «aceptando la impuesta al Ayuntamiento de abonar al aludido Instituto cuando se haya gastado en obras si algún día se le reclamase con la adicción de que si por cualquiera causa desapareciese el citado instituto o dejase de dar la enseñanza gratuita a los niños pobres, volvería al ayuntamiento a incautarse del edificio sin desembolso alguno».
150 alumnas internas
El 6 de octubre de 1915 comenzaron las clases con diez alumnas, que serían 98 al final del citado curso, La primera superiora fue Margarita Artime. A partir de 1917 ya hubo internas -el internado funcionó hasta el curso 1986-1987- y se impartían estudios de magisterio. El centro llegó a tener 150 internas, de tres años en adelante. En 1923 fue reconocido como colegio privado y en 1956 se transformó en centro de primaria y bachillerato. En 1969 se inauguró la Escuela de Magisterio Divina Pastora, que formaría a muchas generaciones de profesores de la comarca y que cerró en 1976.
El último curso que administraron las religiosas fue el 2007-2008. En abril de 2008 se funda el colegio de la fundación educativa Torre de Lemos, que mantiene la actividad docente en el antiguo convento del siglo XVII, de titularidad municipal.