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Gas que pica en la garganta

La Voz

LUGO

BENIGNO LÁZARE LA OTRA MIRADA Dos jubiladas tienen que dormir con las ventanas abiertas y con mascarilla

14 feb 2002 . Actualizado a las 06:00 h.

Tras dos años de ver como los distintos organismos de la Administración marean la perdiz sin que se solucione el problema, María Arrojo Lence, de 77 años, ya casi está por tirar la toalla y resignarse a seguir viviendo con las ventanas abiertas permanentemente y respirando un gas que no sabe a ciencia cierta qué es, pero que causa picores de garganta y mareos. A lo que no está dispuesta a renunciar, junto con su prima, que vive con ella, es «a que quede constancia de que dimos la voz de alerta y, si pasa una desgracia, de que las autoridades de Industria, Sanidade y municipales estaban más que advertidas». María Arrojo y su prima Josefa Valiño Arrojo, de 70 años, viven en el cuarto y último piso de una casa que compró en la calle Río Sil la primera en 1968 y que carece de ascensor. Una cocina de leña es la única calefacción, aunque desde hace dos años apenas la encienden, por recomendación del fontanero, porque produce explosiones, posiblemente por los gases que suben de las calefacciones de gasóleo de los tres pisos inferiores. Por si esto fuera poco, también tienen permanentemente abiertas varias ventanas para que circule el aire y pique menos en la garganta. Si cierran todo puede producir mareos y poner roja la piel, por lo que alguna de las amigas que acuden a visitarlas regularmente, dejó de hacerlo. Antes de iniciar un peregrinaje burocrático de dos años por las delegaciones de las consellerías de Industria, Sanidade y últimamente también por el Concello, efectuaron una revisión de la instalación del gas butano, limpiaron la cocina de leña y un albañil retiró los azulejos comprobando que las cuatro chimeneas del edificio, que van pegadas, son de ladrillo, que está deteriorado, y se comunican. Fueron reparadas a la altura de su vivienda, pero el tramo de las tres de abajo sigue igual, por lo que los gases de las calefacciones de gasóleo que tienen los vecinos pueden llegar perfectamente a su cocina, que también está impregnada de una especie de grasa. En una ocasión, Industria realizó una comprobación con un medidor de gases, constatando un ligero aumento del monóxido de carbono, que atribuyó a la falta de ventilación. Las dos mujeres reclaman una medición más prolongada, dado que el problema no es constante, aunque cada vez lo es más, según dicen. La casa no tiene comunidad constituida y los vecinos consideran que sus chimeneas están bien. Por otra parte, el propio abogado les recomendó evitar enzarzarse en un pleito. Sin embargo no descartan recurrir al Valedor do Pobo, como les recomendó una asociación de consumidores de Madrid. Por el día tapan las ranuras de las puertas de las habitaciones con toallas y María duerme con una mascarilla. Josefa, que apenas puede moverse a causa de la esclerosis múltiple que padece desde hace 35 años, no la aguanta puesta y se protege con la sábana. Realizaron gestiones para conseguir un medidor de gases y realizar comprobaciones prolongadas, pero no lo consiguieron. En un caso de alarma, a Josefa le resultaría difícil bajar las escaleras de los cuatro pisos. María se pregunta si, como en muchos casos de malos tratos a mujeres, tiene que ocurrir la desgracia para que alguien reaccione.