A las 11 de la mañana unos van mientras otros ya vuelven. El posible juego de palabras no es tal sino una comprobación de lo que ocurría ayer en la romería de San Cosme. Mientras unos iban llegando a la iglesia de Galgao y llenando el aparcamiento situado junto al punto limpio del municipio de Abadín, al lado de la N-634, otros iniciaban el camino de vuelta tras haber cumplido un año más con la tradición.
Acaso sea la tradición lo que explica que muchos, no solo de Terra Chá sino de Mondoñedo en particular y de A Mariña en general, lleguen a la iglesia a pie en un itinerario que se recorre por varios trazados. Unos usan los arcenes de la mencionada carretera general, aunque hay, si se sube desde Mondoñedo, una alternativa cercana con menos tráfico y mejor paisaje: es el Camino Norte, que llega a A Xesta tras abandonar A Mariña.
En la iglesia y en los alrededores se vive el ambiente de una fiesta que combina, como casi todas las fiestas, lo religioso y lo profano. Se oficia una de las primeras misas de la mañana, se cumple con el ritual de dar una vuelta alrededor del templo con una imagen del santo o con una imagen de cera, o se huelen los churros que abundan en varios puestos. Si se quiere que la visita se complete con un recuerdo, se pueden comprar pequeñas postales que ofrecen la imagen de San Cosme u otros objetos religiosos.
Entre los que atiende a los visitantes en un pequeño edificio situado junto a la iglesia está el párroco, Rubén Prieto, que además de regir ocho parroquias en la comarca chairega se desplaza varios días por semana al Seminario de Mondoñedo, en donde da clases.
Mientras tanto, la mañana, fresca y algo húmeda en un otoño que no ha querido llegar con retraso, sigue su curso. En el palco se prepara la instalación de la orquesta que actuará en la sesión vermú, y en las cantinas y en los puestos se comentan los avatares cotidianos, entre los que no falta una mención a lo fresco que ha amanecido el día. Sin embargo, la tradición y la devoción parecen aquí firmemente enraizadas: un otoño empeñado en borrar la huella de un verano aún reciente no parece, en cambio, capaz de alterar costumbres como la de acudir al San Cosme da Montaña cada 27 de septiembre.