«Son un cura do mundo rural e para o rural, porque me foi configurando»

LUGO

Salió de la comarca para ser seminarista, volvió tras ser ordenado y no se ha movido de su zona de origen

02 may 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Xosé Manuel Carballo fue elegido Chairego do ano por la Mancomunidade da Terra Chá, en el 2007. Ya entonces llevaba casi toda su existencia vinculado con ese territorio, por lo que más bien, sin cuestionar los criterios del ente comarcal, cabe definirlo como chairego de alma, corazón y vida.

Nació en Goberno (Castro de Rei), en el corazón de esa Terra Chá que solo dejó en la etapa de estudiante en Vilanova de Lourenzá y Mondoñedo, una breve estancia de formación complementaria en Madrid y varios años de profesor en el Seminario de Mondoñedo. En 1973, seis años después de ser ordenado sacerdote, fue nombrado párroco de Azúmara, Castro de Rei y Ramil, y con el paso de los años se le encomendaron también las de Balmonte, Goberno y Santa Locaia.

Un seminarista feliz

No recuerda el tiempo del Seminario como duro o difícil, e incluso explica que en las reuniones periódicas con antiguos compañeros de estudios, a las que asisten muchos que no se ordenaron, es el lugar elegido como escenario, Tampoco parece haber sentido entonces nostalgia de la comarca, esa señardá que dio título a un poemario de otro chairego, Aquilino Iglesia Alvariño, que pasó por el Real Seminario Conciliar de Santa Catalina.

Desde que asumió la responsabilidad de las primeras parroquias hasta hoy ha tenido ocasiones de trasladarse a otras zonas, aunque él -cuyo primer apellido lleva el mismo nombre que el árbol de la casa de Luxís, cantado por Xosé Crecente Vega, otro chairego que también fue seminarista en Mondoñedo- tiene en la comarca raíces hondas que no parecen fáciles de arrancar: «Síntome chairego, síntome cura. Son un cura do rural e para o rural», dice. Esas palabras encierran un compromiso que explica: «A quen lle debo o que son é ao mundo rural. É o que me foi configurando; e se algo podo devolver, trato de devolverllo a ese mundo, sen ningunha agresividade contra vilas ou cidades».

Está feliz en ese mundo, aunque vaya cambiando. «Con cada carro morren cen palabras», dice el profesor que comprueba cómo los niños chairegos, cuando oyen la palabra pastor, ya solo piensan automáticamente en el pastor eléctrico, no en una figura humana que cuide el ganado.