«Las torres de Arneiro podrían haber sido un atractivo turístico y un foco de educación»
LUGO
El periodista vigués Eduardo Rolland es autor de «A arañeira», documental sobre Galicia en la Segunda Guerra Mundial
19 oct 2010 . Actualizado a las 02:00 h.La batalla del Atlántico fue uno de los mayores episodios bélicos de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, la lucha entre los navíos alemanes y la escuadra británica, que pasó por etapas en las que la balanza pareció inclinarse del bando germano antes de sucumbir frente al dominio aliado, tuvo un escenario, no de guerra pero sí de influencia en las operaciones, que se situó en tierra adentro, en el territorio de un país que no se colocó en el primer frente de batalla.
Los aviones y las fragatas que intervienen en esa batalla -que en realidad duró varios años, prácticamente desde el inicio de la contienda hasta no mucho antes de su final- «están guiados por una señal que llega de la Terra Chá». Quien habla así es el periodista y escritor vigués Eduardo Rolland, autor del documental A Arañeira , que repasa un papel, el de Galicia en la Segunda Guerra Mundial, más protagonista de lo que una primera impresión puede ofrecer. El documental, que dura 55 minutos, iba a proyectarse anoche en el salón de actos de la Diputación, en un acto organizado por el Club Cultural Valle-Inclán.
La construcción de las torres de Arneiro, nombre con el que popularmente eran conocidas las dos antenas situadas en el municipio de Cospeito y la levantada en Abadín, está directamente relacionada con esa guerra, pues perseguía ofrecer un sistema de orientación para barcos y aviones alemanes. No obstante, con el desarrollo de la contienda acabaron por ser empleadas también por los británicos, antes de que la conclusión del conflicto las situase en un contexto válido para usos civiles y comerciales.
Usando terminología actual, a Rolland no le cabe duda alguna al definir esas tres torres como «un GPS importantísimo». Tanta importancia tuvieron que hasta Winston Churchill, cuando solo los alemanes se aprovechaban del funcionamiento de esa infraestructura, llegó a fijarse en ellas. Se le pasó por la cabeza, dice Rolland, «sabotear las torres y tirarlas abajo», con una maniobra sobre la que el responsable del documental aporta algún detalle. «Una operación de comandos -dice- hubiera permitido desembarcar en el norte de Galicia».
Lo que no cayó por una maniobra bélica de los ingleses se vino abajo por el paso del tiempo y por la falta de cuidado y de interés de las autoridades. Un golpe de viento tumbó la antena situada en A Graña de Vilarente en el 2006, en tanto que las otras dos, emplazadas en Arneiro y en Momán, cayeron al paso del ciclón Klaus y luego fueron objeto de saqueos. Rolland, de todos modos, destaca el valor que habrían tenido si se hubiesen conservado y usado como elemento divulgador: «Serían -afirma- un aliciente turístico, histórico y educativo». «Es una pena que se hubiesen abandonado -agrega- porque podrían haber sido un atractivo y un foco de educación».
Estructura única
Rolland lamenta que las torres hayan sufrido expolios tras su caída, pero ni así desdeña la posibilidad de que su huella se recuerde de algún modo. En ese sentido sugiere la posibilidad de aprovechar alguna construcción auxiliar, porque, dice, es prácticamente lo único que queda en Galicia de esos años, en los que el papel del noroeste fue mucho más activo de lo que a simple vista podría suponerse.
Quedan también las minas de wolframio de Barbanza, que también se aprovecharon entonces. Sin embargo, Rolland destaca que las torres levantadas en plena Terra Chá fueron una estructura bélica construida con fines militares aunque después se hubiesen dedicado a otros usos.