Los vecinos y el Concello recuperan el ritmo de su día a día en un ambiente de calma tensa
19 oct 2014 . Actualizado a las 05:05 h.en directo La vuelta a la vida cotidiana del municipio lucense
El silencio y cierta sensación de irrealidad recorren la localidad de Baralla. Han pasado quince días desde que miembros de Resistencia Galega detonaron de madrugada un artefacto explosivo en la puerta del Concello, causando numerosos daños materiales. Aunque todo está tranquilo, las señales del ataque son todavía visibles e imprimen en la localidad una calma tensa.
El alcalde de Baralla, Manuel González, se dirige a su despacho provisional en el Centro Sociocultural -la sede de la casa Consistorial quedó totalmente inutilizada-, y camina calle arriba con una carpeta del Partido Popular en la mano. «Por lo visto, no hay daños estructurales en el edificio; eso dicen los peritos del consorcio», comenta alzando las cejas y con un gesto de contradicción apenas perceptible. «La reparación se valora entre los 120.000 y los 150.000 euros». Que no haya daños estructurales en el inmueble, como apuntó el técnico municipal, supone que la consignación destinada a la reparación será inferior de la que se había sopesado. Prácticamente se reduce a la mitad.
La empresa de Barcelona que revisó los daños hizo una primera valoración verbal, pero todavía falta que se emita un informe escrito con sus impresiones, que serán remitidas al consorcio de seguros. «Hemos pedido un adelanto para la semana que viene, porque queremos empezar las obras cuanto antes», explica Manuel González mirando al Concello. «Tuvimos que vallarlo por la propia seguridad de los vecinos; algunos se metían movidos por la curiosidad y les podía caer cualquier cosa», añade. No lo dice, pero la valla de obra disuade también a otros que pensasen entrar con ganas de llevarse algo. Como la puerta fue arrancada de cuajo tras la explosión, nada impedía la entrada al edificio, que todavía alberga algunos materiales en la planta superior. La presencia permanente de una patrulla de la Guardia Civil consigue el resto.
La mayoría de las viviendas afectadas ya han cambiado los cristales de sus ventanas; también los diferentes negocios han vuelto poco a poco a la normalidad. Sin embargo, en Baralla hay muchos vecinos que viven fuera y apenas se acercan en verano o en los días de feria; eso hace que, pasada la quincena desde el atentado, todavía se vean en el centro de la villa multitud de cristales reventados por la onda expansiva.
Justo al lado del Concello, la casa más afectada permanece cerrada a cal y canto, con las ventanas tapiadas con paneles de madera y una cadena asegurando la entrada principal. Justo al otro lado, otro edificio no ha recuperado todavía los cristales de sus ventanas, salvo los de la planta baja, que pertenecen al bar Centro. Sus ventanas están tapadas con papel de estraza. Aprovechando las mejoras que tenían que llevar a cabo por la explosión, en el local han aprovechado para darle un lavado de cara.