
Los restos de los papeles se adhieren a los cristales y resultan difíciles de eliminar
05 nov 2017 . Actualizado a las 22:05 h.El conductor se mete en el coche, pone en marcha el motor, activa el limpiaparabrisas.... Y, si se mira con detenimiento a sus labios, se intuye una maldición, un juramento o un insulto. Acaba de descubrir que, sin su permiso, alguien puso en el parabrisas de su vehículo un folleto publicitario, que. al pasar el limpia sobre él, después de mojarse, ha dejado una capa sobre el cristal que resultará muy difícil de limpiar. Este caso se ha repetido en la capital lucense en los últimos días una y otra vez, una y otra vez. En la ciudad amurallada se ven numerosos coches con la marca que deja el resto del papel del anuncio, que, por lo activos que se muestran los repartidores, deben de corresponder a alguna dinámica campaña publicitaria de largo alcance.
El coche es un bien privado. Por tanto, no está autorizada su manipulación sin permiso del propietario por quien no tenga la consideración de autoridad (por ejemplo, retirada con la grúa). A base de legislación y carteles que la recuerdan, se ha moderado el acceso de los repartidores de publicidad a los portales de los edificios para dejar folletos. Pero los coches son objetivo fácil para colocar el papelito. Según las características de este y dependiendo de si el cristal está seco o mojado, las molestias ocasionadas son distintas. Cuando los días están secos, las molestias son menores. Pero en los días de lluvia o de mucha humedad como son estos, los inconvenientes ocasionados a los titulares de los vehículos son notables. Algún caso hubo de alguien que acababa de salir de un lavado de coches, donde, claro está, pagó religiosamente, cuando vio su cristal con un amplio espacio «adornado» con la película que dejan los papeles de los que aquí se habla al pasar el limpiaparabrisas.
Hay zonas de la ciudad en la que se ve casi un coche detrás de otro con la citada marca en el parabrisas. Quién asume la responsabilidad en este caso; qué se le dice al trabajador que se ve obligado a colocar papelito a papelito en los parabrisas. Porque es una broma de mal gusto tener que pasar un rato frotando con alcohol el cristal del coche para sacar los restos del anuncio. En algún caso, han sufrido este problema los dos coches de la misma familia. Es fácil comprender que los titulares de los vehículos no recuerden con agrado el objeto o servicio anunciado. Al menos, los recortillos de folio en el que alguien se anuncia como santero y cosas así no causan tales inconvenientes.
Sin ordenanza de publicidad
Este es también un problema que afecta al gobierno local. La ordenanza sobre publicidad duerme el sueño de los justos intencionadamente olvidada en los cajones consistoriales. El porqué lo sabrán la alcaldesa Lara Méndez y el resto de los miembros del gobierno local. En la ordenanza de Medio Ambiente hay un pequeño apartado reservado a la publicidad. Su artículo 307 está reservado a las
«oitavas»,
es decir, a las hojillas publicitarias, de la que se dice:
«Regularase o reparto de toda clase de oitavas e materiais similares. Queda prohibido esparexelas e tiralas na vía pública»
. Pues, como se ve, no dice mucho la citada ordenanza, que sí se refiere a la instalación de carteles en espacios urbanos. En algún momento se pretendió en el Concello regular el reparto de publicidad; comenzó, pero no concluyó, el trabajo en la ordenanza reguladora y así lleva largo tiempo, pese a que hay un borrador ya adaptado a la más reciente reforma legislativa. En todo caso, el conductor citado al principio seguía maldiciendo cuando llegó a su casa y comprobó lo difícil que es sacar los restos del papelito. Y se hizo el firme propósito de no adquirir el producto o servicio anunciado. ¡Faltaría más!
Hubo algún caso en que se vieron afectados los dos coches de una misma familia