
La red de museos lucenses apuesta por la sostenibilidad social como ejemplo para transformar la sociedad y el arte
02 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.La ONU puso en marcha la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, un plan de acción en favor de las personas, el planeta y la prosperidad que quiere fortalecer la paz universal y el acceso a la justicia. Unos objetivos ambiciosos que desde todos los ámbitos de decisión se tienen que aplicar, y aunque parezcan utópicos, la suma de esfuerzos puede ayudar a conseguirlos. Un buen ejemplo de cómo se pueden aplicar políticas sostenibles en la Rede Museística Provincial, dependiente de la Diputación de Lugo. Su modelo social está siendo estudiado por otros centros y universidades de España. Su gerente, Encarna Lago, está siendo invitada a explicarlo en distintos foros.
-¿En qué manera la red de museos lucenses es sostenible?
-Poco a poco vamos cumpliendo la dimensiones que marca el desarrollo sostenible, tanto a nivel económico, como social y ambiental. Hacemos los cambios desde las personas, desde lo micro. La red nació por una cuestión económica, social y territorial, porque somos museos, patrimonio y territorio y trabajamos en una comunidad. O estamos al servicio de la sociedad o no somos un museo.
-Supuso cambio de mentalidad.
-Cuando, hace años, propusimos el museo social y trabajábamos con todo tipo de colectivos, como, por ejemplo, los de discapacidad, nos miraban por encima del hombro y nos decían que un museo era un templo, algo intocable, cuando los objetos de los museos son sujetos. Por eso nos acercamos a los colectivos más vulnerables, desde los niños o los mayores a los inmigrantes, los presos o las prostitutas
-¿Qué puede aportar la Rede Museística al bienestar?
-La cultura parece la cola de todo, pero tenemos que ser la cabeza para la sostenibilidad. Es necesario planificar qué queremos conseguir y trabajar en forma de red con la ciudadanía. Las instituciones tienen que aprender a compartir dando empoderamiento a los ciudadanos, creando museos participativos, y así será más fácil mejorar nuestro territorio y el bienestar social. En este sentido, nosotros podemos ser mediadores. No hay que olvidar que somos conservadores de un pasado, que tenemos un presente, pero tenemos que iluminar el futuro, y para ello tenemos que romper el cortoplacismo y apostar por los proyectos de continuidad. Es necesario crear sentimiento de pertenencia, a todo, al territorio, al museo, al patrimonio... para fidelizar, porque si no perteneces a algo no lo cuidas. Lo que es de todos no se cuida, no se quiere; no nos preocupamos. Pero si es de todos, tendremos que tomar conciencia para no perderlo.
-¿Cómo pueden ser motores de transformación?
-La Agenda 2030 propone el bienestar de las personas y nosotros tenemos nuestra responsabilidad y nuestras herramientas. ¿De qué forma podemos ayudar? El museo es agente de cambio, transformador social, porque los museos sirven para la vida. Los objetos de los museos son testimonios de las personas; por eso hablo de que queremos museos que sirvan para la vida, un museo como medio para transformar y estar con las personas, lo que obliga a estar constantemente repensando... No queremos paralizarnos. Nosotros tenemos agentes de cambio, desde los artistas, que han traído el aire fresco, hasta los colectivos sociales. ¿De qué lado tiene que estar el museo? El museo es su casa.
-Pero estamos en una provincia con un desarrollo limitado.
-Es cierto que tenemos un índice de envejecimiento elevado en Lugo, superior a la media de Galicia y de España. Esto nos obliga a generar esa transformación territorial, favorecer la innovación para ayudar a evitar la fuga de talentos, de jóvenes. Debemos apostar por un museo integral, que empodere a la gente, que transmita valores, que genere impacto y vínculos. ¿Estamos preparados para delegar? Los museos, sí: sabemos ceder poder.
-Pero en los últimos años se han dado pasos importantes...
-Sí, sí. Nos tenemos que parar a preguntar cómo hemos cambiado. Lo mejor que le ha pasado a la ciudad fue la mejora de la accesibilidad. Nos están llamando de Europa para fijarse en este aspecto. Pero esto requiere programación y no cortoplacismo. Hay que apostar por las ideas de las personas y reconocer errores para avanzar. Erradicar el minifundio mental. E incluso desde la política sería bueno que aprendiesen a gestionar el error desde el punto de vista de la responsabilidad.
-¿Cómo pueden ser sostenibles a nivel ambiental?
-Debemos entender que el museo es una herramienta para construir y tenemos tres ideas claves: preservación, investigación y comunicación, porque lo que no se nombra, no existe. Hubo grandes proyectos en esta casa que hasta que no vinieron de fuera instituciones con marca, ni fueron visibilizados. Luego, en la sostenibilidad, siempre se habla de las tres erres: reducir, reciclar, reutilizar; pero yo le aumentaría reparar y regular y las ocho cés: compartir, comunicar, coproducir, comprometerse, contar, conservar, colaborar y contagiar. Yendo a lo práctico, incluye muchos factores, como reducir costes, compartir los recursos entre museos, usar diseños con materiales biodegradables y autóctonos, formación y educación con los escolares, cambios en las luces, aislamientos, talleres de reciclaje de papel, evitar vinilos...
-¿Y a nivel social?
-Convertirse en sostenible es cumplir la función museológica, preservando, investigando, comunicando y actuando. Tenemos que involucrar a la comunidad para que nos digan qué está mal o nos aporten ideas o nos pongan en contacto con los que nos pueden ayudar a mejorar. Un museo sostenible reconoce que su prioritaridad es la conservación del patrimonio integral, y eso solo es posible involucrando a los miembros de la comunidad en acciones de preservación conjunta, para ejercer un uso responsable de los recursos patrimoniales y para conseguir un desarrollo local y sostenible.
«Hay que apostar por las ideas de las personas, evitar el cortoplacismo y erradicar el minfundio mental»