Reponer despensas, rematar los templos, o dejar como los chorros las calles... así se prepara la fiesta
14 jun 2019 . Actualizado a las 21:41 h.Son las 11 de la mañana del 14 de junio del 2019 y Lugo y Lucus Augusti mantienen un pulso. Todavía no está claro en qué lado del tiempo vive la cuidad. En calles y plazas conviven empalizadas y estandartes con lo cotidiano, las compras en la plaza, los recados en el banco… y sobre todo con la inmensa cara B que conlleva el Arde Lucus. Porque para que la ciudad viaje en el tiempo y acoja con éxito a los miles y miles de lucenses y visitantes que saldrán a la calle, hay mucho trabajo previo que hacer.
El trajín en el casco histórico es absoluto. Los puestos ambulantes de comida empiezan a desplegar sus mesas, a poner carnes en la brasa y a cortar verduras. En uno están especialmente atareados, el butano no funciona, y sin cocina no hay paraíso.
Las furgonetas de reparto procesionan descargando litros y litros, y kilos y kilos. Un joven repartidor de patatas frescas envasadas al vacío se afana en descargar de su coche los 600 kilos de producto que le han encargado una veintena de locales. «Duplica o habitual», desvela. En la Taberna de Daniel han tenido que contratar a otros dos camareros en previsión de la avalancha de clientes. Insisten en que nunca se sabe cómo puede venir a feria, pero no les extrañaría despachar el triple de bebida que un fin de semana habitual. El sábado, dicen, es el día grande y trabajarán desde la mañana a la noche. Agotador, pero es el negocio.
En el bar Anda las reservas están completas. Por la capacidad del local, Iván, el jefe de cocina, explica que no pueden multiplicarse, pero augura un fin de semana «de trabajo a destajo». Para evitar embotellarse con la tarea, han cambiado sus tapas habituales por jamón cocido (del de verdad) y queso Arzúa Ulloa. Todo made in Galicia y sabroso, pero más ágil para despachar.
Las máquinas limpiadoras avanzan en su peregrinar por las calles, dejando el suelo como los chorros del oro, mientras los 30 retretes portátiles ya están en sus posiciones. Lo mismo que los generadores portátiles.
«Hasta las ferreterías»
El reloj se acerca al mediodía y en el macellum conviven puestos a pleno funcionamiento con otros en los que hierros y telas empiezan a obrar su magia para transportar al pasado a un pequeño comercio. Igual que el poliespán que, creado y colocado con mimo y taladro, recrea de repente las columnas romanas en las que las vestales harán sus ofrendas. Se hace la magia.
En las escaleras del palacio episcopal, un grupo de peregrinos se muestra encantado por la coincidencia. Son de Tarragona, donde la recreación histórica también ha pegado fuerte, pero uno se maravilla de lo que sucede en Lucus Augusti. «¡Es que aquí hasta se implican las ferreterías!», proclaman.