Verdades, medias verdades y verdaderas mentiras sobre la caza del raposo

Luis Eusebio Fidalgo

LUGO

26 feb 2020 . Actualizado a las 13:53 h.

En las últimas semanas los medios de comunicación se han hecho eco de las manifestaciones interesadas de grupos animalistas que reprueban la caza del raposo esgrimiendo argumentos inciertos o al menos de dudosa veracidad. Por ello, desde la Federación Galega de Caza queremos aclarar algunos aspectos sobre la caza del raposo en Galicia, aportando datos objetivos que permitan a cada uno sacar sus propias conclusiones.

En primer lugar, debemos recordar que el raposo (Vulpes vulpes) es una especie de caza menor, catalogado de esta forma tanto en España como en todos los países de nuestro entorno. Como tal pieza de caza menor, la Orden Anual de Vedas establece el período hábil pasa su caza y los planes cinegéticos de los TECORES contemplan el cupo total de ejemplares que se pueden cazar en su acotado; al igual que en el caso de la perdiz, la liebre, el conejo o cualquier otra especie cinegética. Por tanto, la caza del zorro no es una actividad excepcional practicada de forma alegal ni ilegal mediante autorizaciones caprichosas y arbitrarias, sino al contrario, es una actividad cinegética regulada de la misma forma que para el resto de especies cinegéticas.

Es un hecho que actualmente la caza del raposo sufre el acoso animalista. Posiblemente como consecuencia de la publicidad que tiene cuando se práctica en forma de “campeonato” y la oportunidad que algunos ven de alcanzar popularidad ante esta situación, han logrado que, para los animalistas, tratar de prohibir la caza del raposo se convierta en una verdadera pasión al margen de cualquier razonamiento lógico. La ignorancia es atrevida y, así, el grupo animalista blande un manifiesto plagado de datos manipulados y falsos, lleno de comentarios innecesarios, irrespetuosos y despectivos en los que llegan a calificar los campeonatos de caza de raposo como de “exterminio del raposo” o “masacres de raposos”, con el único ánimo de denostar la práctica cinegética.

Por desgracia, la actividad de este reducido grupo no acaba aquí, sino que los radicales incumplen la ley persiguiendo a los cazadores por el monte hasta las zonas claramente señalizadas como de que se está desarrollando una cacería y sirviéndose de aparatos sonoros tratan de interrumpirla, en el mejor de los casos, haciendo ruido, molestando y profiriendo insultos y amenazas que, en el peor de los casos, han llegado a materializarse en agresiones físicas contra los cazadores.

Sin embargo, al margen de protagonismos animalistas y opiniones a favor y en contra de la caza, lo cierto es que la administración aprueba a cada TECOR un cupo de raposos para una temporada de caza que puede aprovechar como mejor considere: o bien cazando los ejemplares los propios socios del TECOR a lo largo de la temporada, o bien reservándolos para invitar a deportistas a cazar en sus terrenos en las fechas de los campeonatos. Los efectos cinegéticos, medioambientales y sobre la dinámica poblacional serán los mismos y solo a los que poseen los derechos cinegéticos, es decir a los titulares del TECOR, corresponde decidir el destino de su cupo de raposos.

Respecto al campeonato de raposo, del que tristemente una parte de la sociedad entiende que es una masacre de raposos o caza a tierra quemada, debemos matizar que no se trata de una caza intensiva, pues:

No cazan juntos todos los participantes en el campeonato. Compiten por equipos de 9 cazadores con un juez de campo que vigila el cumplimiento de todas las normas.

Solo se caza durante unas pocas horas (máximo 5) y, además, se caza en una zona desconocida para los cazadores respecto al comportamiento de la caza.

No se caza de forma intensa una superficie donde se extermina el zorro. Al contrario, cada grupo de cazadores tiene reservada una zona de más de 500 ha donde ese día solo caza ese grupo. Cazar todos juntos arrasando una zona es impensable: no lo permitiría ni el plan cinegético, ni las más elementales normas de seguridad, ni tampoco el sentido común.

Los raposos cazados en un campeonato no son raposos que se cazan a mayores del cupo de extracción asignado en el plan cinegético de los TECORES afectados. Al contrario, la celebración del campeonato en un terreno precisa necesariamente que el TECOR posea cupo suficiente de raposos no cazados para poder ofrecerlo al campeonato y cuantificar posteriormente las capturas en su cupo anual.

Un campeonato de caza es una jornada deportiva organizada y controlada. No se trata de que un día se le ocurra a alguien de la Federación de Caza y al presidente de un TECOR plantear una jornada de caza sin más; al contrario, es una jornada deportiva muy controlada y muy meditada, que precisa de autorización administrativa y de control, tanto por parte de las autoridades competentes como de la propia Federación y del resto de organizadores del evento.

Desde el punto de vista jurídico, podemos afirmar que la caza del raposo es una actividad legal y en la actualidad es de las más reguladas y controladas. En este sentido, debe cumplir lo establecido tanto en la Ley de Caza, en la Ley de Deporte, en el Reglamento, en la Orden Anual de Vedas, en los planes de aprovechamiento cinegético (5 años), como en el plan cinegético anual. Además, por su parte, el cazador debe superar el examen de cazador, el examen de armas y un examen psicotécnico para obtener la licencia de caza y el permiso de armas, documentos imprescindibles para poder practicar la caza. ¿Acaso existe alguna actividad habitual más regulada y controlada?.

Desde el punto de vista medioambiental, aparcando las pasiones y centrándonos en datos objetivos, debemos considerar que el raposo es una “especie vigorosa” sin ningún problema poblacional conocido, que ocupa todo el territorio gallego. En este sentido cabe traer a colación que Galicia posee la mayor densidad de raposo de la Península Ibérica, con una media de 2,7/Km2 alcanzando en zonas periurbanas más de 3,8 zorros por Km2. Por tanto, podemos afirmar que en toda la geografía gallega hay una población de raposo abundante que permite su aprovechamiento cinegético sin ningún problema para la especie vulpina y en beneficio del resto de las especies con las que convive. A este respecto, no debemos olvidar que el raposo es un predador oportunista que preda sobre numerosas especies cinegéticas y no cinegéticas. Además, consume bayas, fruta y restos de la alimentación humana y animal. Por todo ello es necesario y conveniente que esté en el medio, pero en proporción con el resto de los animales, de lo contrario las especies sobre las que preda se verán seriamente perjudicadas, así como los intereses de los ganaderos.

Desde el punto de vista científico, los campeonatos de caza del raposo, en tanto que acciones de caza colectiva coordinadas y controladas por la Federación, son una excelente oportunidad, dadas las condiciones en las que se desenvuelven, para estimar las densidades de población vulpina, las variaciones de este parámetro a lo largo del tiempo, así como para comprobar el estado sanitario de los ejemplares cazados. Recordemos que el raposo es un buen bioindicador de lo que ocurre en el medio ambiente, por ello resulta muy interesante conocer la presencia de tóxicos en sus vísceras, o la presencia de enfermedades infecciosas o parasitarias que puede padecer y transmitir a otros seres vivos, incluso al ser humano. Por este motivo, la Federación de Caza y las sociedades federadas tradicionalmente colaboran con diferentes grupos de investigación para que se desarrollen estudios con el fin de facilitar datos que permitan tomar decisiones o establecer soluciones adecuadas. Gracias a esta colaboración conocemos, por ejemplo, el papel del zorro como propagador de algunas enfermedades como la ocasionada por distintas babesias transmitidas por garrapatas que pican al zorro y posteriormente parasitan a los perros o la presencia de pequeños gusanos en el ojo que se pueden transmitir a otras especies a través de moscas o la presencia de sarna en algunos ejemplares que pueden difundirla entre los animales domésticos y silvestres con los que comparte el medio.

Desde el punto de vista social, los campeonatos de caza del raposo suponen que los aficionados se reúnan e interaccionen, creando, manteniendo y estrechando lazos de amistad. De hecho, es posible que cazadores de Silleda compiten en Portomarín con un Juez de campo de otro lugar y al mes siguiente se devuelven la visita, compartan momentos, pensamientos y experiencias enriquecedoras y, en definitiva, se establezcan lazos de amistad en una sociedad que tan necesitados estamos de amistad y buenas relaciones. Así, este tipo de campeonatos son eventos con un importantísimo carácter social, que no perjudican en absoluto las condiciones del medio ambiente en el que se desarrollan y que aportan importantes oportunidades de negocio en el medio rural donde se celebran. Es fácil imaginar como un evento que moviliza a más de 300- 400 ó 500 personas un fin de semana genera oportunidades de negocio e importantes beneficios económicos (hotel, restaurante, transporte, servicios, etc.).

Por tanto, podemos afirmar que un campeonato en ningún caso es una caza masiva e incontrolada, sino una acción cinegética deportiva controlada, celebrada en un ambiente positivo de camaradería y amistad, que finaliza con una comida de hermandad entre todos los participantes; cosa que inexplicablemente tampoco gusta a los contrarios a la caza, quienes se concentran a las puertas del restaurante para insultar e incluso humillar a los cazadores, actitudes a las que lamentablemente los cazadores están acostumbrados y soportan armados únicamente con su tolerancia, paciencia y educación, pues ya recoge el refranero español aquello de que “ no hay mayor desprecio, que no mostrar aprecio”.