«Teitar unha palloza custa 50.000 euros, temos que elixir entre poñerlle chapas ou deixalas caer»

María Guntín
María Guntín PIORNEDO / LA VOZ

LUGO

Carlos Castro

Los vecinos de Piornedo piden a la administración ayudas para arreglar sus construcciones

07 sep 2020 . Actualizado a las 13:50 h.

En Piornedo viven 20 personas durante todo el año. En verano, la población se triplica. Y de enero a diciembre, los turistas llegan a raudales hasta esta aldea situada en el corazón de Os Ancares para conocer una arquitectura singular prerromana. Las pallozas son construcciones con paredes de piedra y techo vegetal de centeno. Sin embargo, la parte superior de estas edificaciones —hay 17 en total en Piornedo— podría cambiar para siempre. En realidad, ya han empezado a mudar su material original por la chapa. Teitar una palloza, como se dice en Os Ancares, cuesta aproximadamente 170 euros por metro cuadrado y los vecinos de Piornedo no pueden asumir el precio que además exige el mantenimiento de estas construcciones, que tienen un tamaño más bien considerable y, en muchos casos, superan los 350 metros cuadrados. Así lo explican los residentes de esta aldea mientras señalan los deteriorados techos de sus pallozas. Se sienten desamparados, llevan años pidiendo ayuda a la administración y todos tienen un profundo sentimiento de tristeza al ver cómo se caen las casas en las que han nacido.

El problema, cuentan los vecinos, empezó hace ya bastantes años. Hubo un tiempo en el que recibían subvenciones para teitar las pallozas, pero en el año 2016 cesaron las ayudas y los habitantes del pueblo se quedaron desamparados. «Teitear unha palloza de 340 metros cadrados custa preto de 58.000 euros», explican apenados. A eso se suma que la mayor parte de los vecinos son jubilados, «como comprenderás, ca pensión de todo o ano non temos nin para facer un pequeno arranxo», explican.

Hace un tiempo, consideraban que cubrir con chapa el techo era una auténtica aberración, pero con el paso de los años se han visto obligados a elegir entre el feísmo o ver cómo las pallozas se derrumban. Y, como factor añadido, son Bien de Interés Cultural, «polo que non podemos nin tocalas sen pedir permiso. Aínda que caian, témolas que deixar caer».

Parte de esta aldea vive de la gran cantidad de turistas que llega a lo largo del año hasta la montaña lucense, «e marchan de aquí asustados e decepcionados ao comprobar que están caendo e ao saber que non nos deixan facer nada por remedialo», explican los vecinos.

Hace tres años, los habitantes de Piornedo enviaron una carta a la Diputación de Lugo y a la Xunta de Galicia en la que expusieron sus necesidades más inmediatas. Por el momento, «aquí ninguén nos deu ningunha solución», denuncian.

El problema con los techos es que la paja se deteriora, el agua penetra en las edificaciones y la estructura se pudre. Nieve y aire son también enemigos de las pallozas, puesto que arrancan parte de la estructura superior y hacen que se deteriore más rápidamente.

En el 2017, los vecinos crearon una asociación para intentar solucionar el gran problema que sufren las pallozas y sus propietarios. Prepararon tierras, plantaron cereales y en el 2018 recogieron su primera cosecha. «Este ano, hai 15 días que fixemos a mallega, pero o que collemos non chega para case nada», explican.

«A maioría nacemos dentro destas pallozas, son a nosa vida»

Para los vecinos de Piornedo las pallozas son una parte muy íntima de su vida. Tienen un alto valor sentimental porque la mayoría nació en su interior e hizo vida en ellas. Estas construcciones estuvieron habitadas hasta mediados de los años 90. «Son a nosa vida, e dóenos moito ver como caen», exclaman al unísono. Algunos, ante la impotencia de ver cómo se desploman estas construcciones, intentan remendarlas con xestas, «facemos como podemos, e todo porque a pesar de ser monumentos únicos en todo o mundo ninguén nos bota unha man».

La infancia de los vecinos transcurrió dentro de las pallozas. Muchos recuerdan dónde dormían y hablan de la calefacción natural que desprendían entonces los animales en una zona en la que el invierno azota con fuerza, y también la nieve. Por entonces, el fuego estaba siempre encendido en el centro de las casas y dentro de ellas, «tanto se secaban os chourizos como gardaban as patacas». Recuerdan también estos vecinos las zonas en que dormían, que la alcoba era para el matrimonio mayor y que «co que saía do forno de cocer alimentábase a toda a familia».

Nacer, vivir, criar

Raúl Romero vive en Barcelona. Se niega a cubrir de chapa el techo de su palloza, aunque no ve otra salida posible. «En realidad es de mi abuela, que nació, tuvo sus hijos y los crio dentro de ella», añade. Además, la construcción de Raúl y de su familia cuenta con un problema añadido: está desprotegido por un lado ya que no hay más edificaciones, y ese trozo resulta muy deteriorado año tras año por los temporales. «Habrá gente que no lo entienda, pero para nuestros abuelos y padres las pallozas lo son todo. Fueron el motor de su vida. Mi abuela tiene 87 años y cuando llega de Barcelona, lo primero que hace es entrar dentro de la palloza. Es su felicidad», cuenta Raúl emocionado.

Los que viven en Piornedo recuerdan también a sus antepasados. «Non son só pallozas. Nelas hai sentimentos e historias. E nelas aínda están presentes os nosos avós. Deixalas caer é abandonar unha parte importante de nós», explica una vecina.

El problema principal de estas construcciones es el mantenimiento. Si el aire penetra en su construcción, el techo se levanta, «e hai que estar pendente de refacelo para que o gasto non se acumule», explican. Esto permite que la parte superior de la palloza sobreviva unos meses más. «O teito pode durar ata 20 anos, pero iso non quita que haxa que inverter moito no mantemento. Sen axudas, é completamente imposible mantelas en pé», narran los vecinos, que también hablan de lo mucho que han trabajado para mantener en pie las pallozas todos estos años «sen axuda ningunha».

Ahora, los que viven en Piornedo usan sus pallozas para guardar animales, maquinaria, hierba o leña. Son un lugar de almacenaje útil, «aínda que algunha escorrenta tanto a auga que xa non vale para meter nada», explican.