Los pulpeiros sobreviven a los primeros días a pesar del covid-19 y el mal tiempo
05 oct 2020 . Actualizado a las 13:04 h.Las fiestas de San Froilán, tal y como las entendemos en los últimos años, son varios elementos que unidos crean su carácter especial. Pero si hay algo que las define es el pulpo, en la medida en que toda fiesta está asociada al momento se sentarse ante la mesa. Este año, sin casetas, han cobrado más protagonismo los calderos de los pulpeiros que ya tradicionalmente se instalaban en diferentes barrios de la ciudad.
Los pulpeiros de Galicia han acudido a pesar de las restricciones de covid-19 que hay en la ciudad porque al final, explican, necesitan ingresar para compensar las pérdidas de los meses de cierre del estado de alarma y de la clausura de fiestas y ferias de verano.
«Este ano teño un 10 % das reservas que tiven o pasado San Froilán», explica Manolo de Marce, histórico hostelero de Lugo que tuvo durante lustros caseta en el ferial y desde hace cuatro años regenta un negocio en la Praza da Soidade. Y el verano, explica, fue muy malo, con un 40 % menos de ventas que el agosto del 2019. «Ao final, como outros compañeiros, estamos para cubrir gastos, porque como isto siga así, moitos terán que pechar».
Su mujer, Mari Carmen, despacha raciones de pulpo a 12 euros para los clientes que acuden con táperes o potas de casa, porque dentro del restaurante apenas entran clientes. «Levo máis de 40 anos cortando pulpo e o deste ano é unha pobreza, nunca na se vida se acorda algo igual». Lo que deberían ser colas a la entrada del local, o bien para entrar o bien para encargar pulpo, este domingo de inicio de patronales era tranquilidad. «O pasado ano contratamos cinco persoas, e iste con dous chega, xa que dá unha idea do que vivimos», explica Manolo de Marce.
Frente a la veteranía se instala en Lugo también la juventud. Susana, a sus 31 años, mamó desde niña la tradición del pulpo de O Carballiño que le inculcó su padre y su tío. Este es el segundo año que despacha el cefalópodo desde el lugar con mejores vistas para comerlo de la ciudad, la terraza del Hotel Méndez Núñez, en plena Rúa da Raíña. Desde las alturas, Susana explica con ilusión cómo vive una situación tan especial y aunque lamenta que la temporada de ferias de este año se perdió, confía en que lo poco que queda de San Froilán sirva de ayuda. «La gente de Lugo es majísima, muy agradecida y sabe valorar el buen pulpo», explica Susana, quien ha vivido desde niña entre calderos, platos de madera y sal y pimienta.
Ella aguantó la crisis de precios de hace un par de años, cuando comer una ración de pulpo era tan caro como el marisco. «Muchos no pudieron salir adelante», explica esta joven pulpeira gallega que demuestra que la ilusión de la juventud pone buena cara al mal tiempo (este domingo llovía a mares) y a la pandemia.