Dos opciones para un fin de semana confinados: los lagos de Teixeiro y Santa Eulalia de Bóveda
LUGO
El área recreativa, a pesar de sus deficiencias, es un buen plan de sábado
07 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Corría el año 1985 cuando se inauguraba oficialmente el área recreativa de los lagos de Teixeiro. Un entorno idílico pensado para que el hombre entrase en contacto con la naturaleza a pleno pulmón a escasos minutos del centro de la ciudad amurallada. Pero el tiempo pasó y la brillante área recreativa fue perdiendo poco a poco su brillo hasta convertirse hoy en un espacio en el que todavía se percibe su belleza a pesar de que pide a gritos que le echen una mano. En estos tiempos de coronavirus y confinamiento, un paseo por el lugar resulta una buena alternativa para estos fines de semana de clausura perimetral.
El acceso a los lagos de Teixeiro va acompañado de baches, pero una vez que se llega, merece la pena. En pleno otoño, el lugar es un regalo para los sentidos. Dar un paseo a pie o en bicicleta es una buena opción. En un día claro, la luz se filtra entre las copas de los árboles haciendo filigranas. En el centro del área se encuentran los lagos encadenados, que claman a gritos por una limpieza que retire la capa de lodo del fondo y devuelva al líquido cierta transparencia.
Bien es cierto que ese color oscuro (en unas partes verdoso, en otras más negruzco) también es el que permite que la superficie del agua funcione como un perfecto espejo reflejando árboles y arbustos en una imagen melancólica y mágica.
Al otro lado, los pinos y robles crean un tupido monte alfombrado de hojarasca y setas (algunas tóxicas) que al caminar produce la impresión de estar sosteniéndose sobre una colchoneta. Es como un viaje a la niñez, a tiempos pretéritos. El espacio destila belleza y paz y se respira aire limpio. En un entorno dominado por la tranquilidad, no es de extrañar que no se resistan ni las visitas de los jabalíes, que han dejado sus huellas en el lugar.
Necesita cuidados
Darse un paseo por los lagos de Teixeiro, hacer alguna de sus rutas en bici o salir con los perros a caminar son buenas opciones para los lucenses confinados en el municipio. También, si el tiempo acompaña, llevarse un bocadillo y comerlo al aire libre puede poner el broche de oro al plan. El problema es que las mesas y bancos de piedra que salpican parte del área recreativa están llenos de basura.
El escaso civismo de algunos visitantes resta belleza a un lugar que necesita con urgencia una visita de los servicios de recogida de basura. Y también un respaldo de las administraciones para volver a dar brillo a un área que desde hace una década languidece año tras año. El edificio que en su día debió albergar una cafetería está lleno de pintadas y suplicando por una vida mejor. Una segunda oportunidad.
Pero, incluso a pesar de todo, la belleza del paraje bien merece una visita y un paseo. Y más si el otoño lo embarga con su belleza.
Santa Eulalia de Bóveda, una visita entre la historia y la leyenda
En Santa Eulalia de Bóveda resulta difícil discernir dónde acaba la historia y dónde empieza la leyenda. Durante décadas los historiadores e investigadores han intentado esclarecer el misterio que se esconde en el monumento semienterrado, «el secreto», como los vecinos de la parroquia de Santalla de Bóveda de Mera llamaban al lugar allá por principios del siglo XX.
Visitar Santa Eulalia es un buen plan para estos sábados de confinamiento perimetral en Lugo. La apertura al público es de martes a sábado de 10 a 15 horas, y también se pueden concertar visitas. Y la experiencia merece la pena, puesto que allí se conjugan elementos arquitectónicos pretéritos con una decoración mural romana, columnas de mármol y una antigua piscina que reflejaba todos esos ornamentos.
El siglo III después de Cristo es la época en la que se cree que se construyó el viejo monumento de Santa Eulalia, un lugar que muchos designan como un santuario pagano en el que se honraba a la diosa Cibeles. Para muchos es un ninfeo posteriormente cristianizado y algunos más consideran que su función primigenia fue posiblemente la de edificio funerario.
Sea como fuere, nada más bajar los escalones que conducen al atrio uno se da de bruces con una fachada en la que sobresale el arco de herradura más antiguo de Europa, que en su momento estaba forrado en mármol. En la cantería todavía se perciben grabados de sacerdotisas en pleno baile ancestral, Cibeles, una cigüeña o hasta un tullido, lo que inclina a pensar que en su momento fue considerado un lugar de sanación. Pero quizás lo más llamativo de Santa Eulalia son las pinturas murales que todavía hoy se conservan con sus elitistas tonos azules y burdeos.
En el interior del monumento histórico se conserva buena parte de la bóveda originaria con sus flores y aves pintadas con detalle. Entre ellos sobresalen una oca y un pavo real que unos y otros emplean para fundamentar sus teorías sobre el lugar. Un monumento nacional considerado Ben de Interés Cultural desde hace 35 años y que sigue bajo el halo de misterio de qué fue en su momento: un templo pagano con culto a dioses, un edificio romano para culto cristiano, una construcción romana aprovechada para la iglesia prisciliana, un ninfeo o un templo funerario. Quizás, incluso lo fue todo.