Esta mujer que llegó hace 18 años a Galicia es hoy un ejemplo de cómo se pueden integrar los inmigrantes
22 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Hace veinte años solo había un ciudadano búlgaro censado en la provincia de Lugo. Al año siguiente eran tres y en el 2002, cuando llega Gratziela Benova con sus dos hijos pequeños, Isabel y Álex, ya eran seis. El Instituto Nacional de Estadística tiene registrados a 165 búlgaros residiendo en la provincia. La llegada de inmigrantes es un proceso imparable que ayuda a rejuvenecer la maltrecha pirámide poblacional de los concellos lucenses, que han pasado de tener 3.398 extranjeros censados en el 2001 a los 16.404 actuales, un 20 % más.
En el caso de Gratziela -nacida en Pleven en 1979- y sus dos hijos ya se puede decir que son unos lucenses integrados, hasta el punto de que ella habla gallego a base de escucharlo durante una intensa vida laboral en nuestra tierra. «Marchei de Bulgaria cos meus fillos porque me tiña que buscar a vida e non quería que eles pasasen apuros», explica esta mujer que llegó a Galicia en el 2003 con un contrato de trabajo en Coren: «Non sabía nada de Galicia, non coñecía a ninguén, nin sabía pedir un café, pero se tes ganas de traballar hai moito por onde empezar», reflexiona esta mujer, asentada ahora en Aira Padrón (Samos), en el restaurante y casa de turismo en el que trabaja de cocinera junto a su marido, José Luis Fernández, y su hijo Álex.
Aquel empleo en el matadero se acabó pronto pero Gratziela afirma que no quería volver a su país -«tiña que seguir intentándoo polos meus fillos»- a pesar de que Bulgaria entró en la Unión Europea en el 2007. Después de trabajar en la limpieza en Ourense, encontró un empleo cuidando a una persona mayor en Goó (O Incio), lo que le valió para asentar a su familia en las comarcas de Monforte (donde trabaja su hija Isabel) y de Sarria. «Acolléronme coma da familia e aquela muller contábame cousas da vida de antes, co que xa me fun dando conta de que eran historias semellantes ás de Bulgaria».
Pasaron los años y en su afán por buscar nuevos trabajos comenzó a echar una mano en el restaurante de Aira Padrón, donde los fines de semana necesitaban personal porque se llenaba de clientes atraídos por sus famosos cocidos y la carne a la brasa que prepara José Luis.
Cocinera gallega
Entre su experiencia cuidando mayores y esos primeros meses en el restaurante Gratziela ha acabado elaborando algunos de los platos más tradicionales de nuestra cocina: «Fago cocidos, o caldo, os asados, o bacallau, a empanada galega, e polo que din os clientes non o fago mal», explica entre risas esta mujer siempre dicharachera, mientras sostiene en brazos a su perro James.
Lleva tres años en la casa junto al Val do Lóuzara de Samos, donde ha dado otro paso más en su vida como gallega: «Creo que encaixo ben na filosofía dos galegos porque cumpro co meu traballo, esfórzome, souben coidar dos maiores, sei cociñar e vexo que todo isto se valora», para explicar a continuación: «A primeira impresión que me levei ao chegar a Galicia era a semellanza co rural de Bulgaria, polas montañas, e logo puiden comprobar nas aldeas e vilas que somos xente parecida»
«En Galicia pasa como en Bulgaria, que se entras nunha casa non te vas dela sen comer. Somos moi hospitalarios»
Está tan integrada como lucense que no solo habla gallego -«non me fixo falta ir á escola para aprendelo, foi todo a base de escoitar e agora falo o galego como a xente de aquí»- y cocina como nosotros, si no que realiza tareas propias del rural lucense: «Nada máis chegar aquí a Samos xa me puxen a facer as matanzas dos porcos, porque non che queda outra, hai que meterse e pasalo ben coa xente». Gratziela es ahora la encargada de hacer los afamados chorizos y otros embutidos de Aira Padrón, recogiendo la tradición de su suegra, Maruja, fundadora hace sesenta años de la casa-restaurante.
«Dediqueime toda a miña vida a traballar polos meu fillos», explica Gratziela, quien ahora ya se ha asentado en Aira Padrón junto a su marido José Luis, el encargado de la carne a la parrilla. Cuenta para esta tarea con la ayuda de Alex, a quien la pandemia le quitó la opción y la ilusión de ser azafato de vuelo: «Ía a comezar o 25 de marzo do pasado ano a traballar nunha compañía aérea, pero o día 13 entrou o estado de alarma, e perdeu a opción laboral», se lamenta su madre.
Gratziela, siempre optimista, echa la vista atrás y se muestra contenta con lo alcanzado. Ha conseguido criar a sus hijos -su hija Isabel trabaja en un supermercado en Monforte- y encontrar una familia. «Boto de menos aos meus pais, pero a miña vida xa está aquí, son unha galega máis». Sus padres vinieron a Galicia a visitarla y explica que comprobaron que era donde mejor podía estar porque en su país «non había opcións».
Además, como explica, Gratziela, «é imposible marcharse dun lugar cunha natureza tan bonita e cunha xente da aldea tan boa como hai en Galicia». Porque esta mujer nacida en Bulgaria, y ya por derecho propio una lucense más, señala que sin lugar a dudas lo que más le gusta de nuestra tierra son los gallegos: «Síntome coma se estivera na miña casa, quizais porque xa é a miña casa».