Bernardino Quiroga (Os Ancares, 1953) aprendió el oficio de mayor. Para hacer navajas o cuchillos, él solo se encarga de subir al monte para recoger madera, fabricar el carbón y poner en marcha la fragua
07 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Puede presumir de ser el último herrero y carbonero de Os Ancares. «Aprendín eu só, pero esperei a facerme vello», explica con sorna Bernardino Quiroga Rodríguez, que nació en San Robredín, una aldea remota de Os Ancares. Tras muchos años en Bilbao, trabajando en el sector de la construcción y en el minero, regresó a su lugar natal para recuperar un oficio casi olvidado en la provincia de Lugo, y también en Galicia. Sin embargo, hierro y carbón corren por su sangre: «A miña bisavoa era de Santa Eulalia de Oscos, unha comarca coñecida nisto da ferrería», precisa.
Bernucho es como lo conocen en su parroquia, Cereixido. Al ver «afumear» las uces no puede evitar recordar los devastadores fuegos que azotaron Os Ancares hace cuatro años: «O que eu fago de recoller madeira do monte tamén axuda a mantelo limpo e a que non arda», dice orgulloso. Aún recuerda con pavor aquellos días en los que temió por su hogar y su tierra: «O que vivimos foi un inferno».
Pero Bernardino Quiroga cambia rápido de semblante y pasa a hablar de un oficio que le vino, en parte, sobrevenido. «Vou polas uces ao monte, fago carbón, e despois utilízoo para facer a fundición», narra el lucense.
Los vecinos de San Robredín no escatiman al decir que «Bernucho fai as mellores navallas de Galicia!», y es que el proceso que permite ver el acabado de sus diseños es muy complejo. Primero, tiene que pedir permiso para poder arrancar las uces del monte. Entonces, les prende fuego en un lugar que tiene habilitado para ello. Allí tienen que estar «bastante tempo, unhas dúas horas, e o máis importante, non pode chover», explica. Seguidamente lo tapa con una lona y queda en reposo, hasta que se enfría. Es ahora cuando llega el momento de recogerlo y guardarlo en sacos para almacenarlo.
Su faceta de herrero
Empieza entonces la segunda parte de este oficio que tiene dos facetas. Bernucho se traslada al taller para convertirse entonces en herrero. Primero coge el carbón que sirve para poner en marcha una fragua manual antigua: «Destas quedan poucas, funciona a manivela», explica. Con paciencia y experiencia pone a funcionar el artefacto y comienza el arte de la forja. Introduce el metal en el fogón con la ayuda de unas tenazas y, martillo en mano, empiezan los golpes sobre el yunque para moldear el artilugio. De ahí salen cuchillos y navajas, entre otros: «Din que como os meus, ningúns!», exclama Bernucho extasiado.
Aunque este ancarés no hace negocio de su oficio, sí es cierto que sabe a quién regalar: «O que fabrico vai dar ás casas da contorna», explica.
Sobre el proceso de aprendizaje para lograr las herramientas, Bernardino asegura que sigue las normas de los «ferreiros tradicionais», pero perfila que las adaptó a sus propios gustos para conseguir así lograr el resultado esperado.
El hierro llega desde Lugo, «aínda que agora pechou o lugar no que o mercaba, e tampouco é fácil dar con bo material». Más sencillo es conseguir la madera de uz: ya que asegura que abunda en los montes de Os Ancares, «arrancala xa non é tan doado», sentencia este hombre aún con el martillo entre las manos.