Aunque sin pretenderlo, es imposible no sentir melancolía ante cada una de las últimas películas del grandioso Clint Eastwood. «Cry macho» vuelve a ser una nueva lección de cómo se tiene que contar una película, del mismo modo que en los años sesenta del pasado siglo Ford, Hawks o Wyler demostraban su oficio de manera insuperable.
Esto no significa que «Cry macho» sea un peliculón o de las mejores obras Eastwood. Para nada. Al igual que los clásicos citados sus últimas películas transmiten una sensación de un autor que ya está fuera de su tiempo, a la vez que hay evidentes signos de despedida.
El último filme de Eastwood, donde de nuevo la crisis de la familia juega un papel determinante, precisamente tiene el valor de que puede ser su última obra. Hay al inicio un plano de él acostándose en la tierra, en el medio de la oscuridad, que impresiona por su significado. Pero a la vez se plasma como una revisión de su propio personaje labrado durante su larga carrera, con frases lapidarias como «antes era muchas cosas» o «eso de macho esta sobrevalorado», o todo ese discurso de fondo de que «ya lo tengo todo y solo quiero paz».
Asistir a la proyección de «Cry macho» —por cierto una película que en algunos momentos recuerda a la genial «Centauros del desierto»— supone contemplar los últimos metrajes de un clásico en vida, además de dejarnos una pirueta final extraordinaria.
Estados Unidos. 2021. Director: Clint Eastwood. Reparto: Clint Eastwood, Eduardo Minett.
Cines Cristal y Yelmo