Fonmiñá reeditó el clásico que Claudio Rodríguez Fer escribió hace 40 años y en el que unió sus pasiones
18 may 2023 . Actualizado a las 18:27 h.En una ocasión, a un famoso crítico español cuando le preguntaron cómo definiría el cine respondió sin titubear: «Fred Astaire y Ginger Rogers bajando por las escaleras de El acorazado Potemkin». Cuando uno se acerca a una obra tan simbólica e iniciática en la literatura gallega contemporánea como «Cinepoemas» se encuentra no solo ante un libro de poesías sobre cine, si no a una concepción del séptimo arte abierta y alejada de los cánones que marcó durante décadas la historiografía clásica del séptimo arte.
El grupo Fonmiñá, organizadora de la Semana de Cine, tuvo en la edición de este año el detalle de acordarse de un hito de la poesía y del cine gallego y reeditó el famoso libro que Claudio Rodríguez Fer (Lugo, 1956) comenzó a elaborar a inicios de los años setenta y cuyos «cinepoemas» acabaron siendo publicados por Xerais en 1983. Hubo una edición en el 2016 de Ouvirmos, que ahora acaba de reeditarse con una gran difusión gratuita de Fonmiñá, gracias a la colaboración de la Xunta, el Concello de Lugo, la Diputación y la USC.
Rodríguez Fer mostró en su primer volumen 38 «cinepoemas» sobre otras tantas películas, en una edición en la que recogía una fotografía teñida de cada filme, un comentario sobre la película y una poesía de homenaje, con dedicatoria a algunos de sus referentes poéticos, como Manuel María, Luis Álvarez Pousa o Celso Emilio Ferreiro.
En la edición del 2021 de Fonmiñá, con diseño gráfico de Cristina Fiaño, se añaden seis películas-poesías más. Las fotografías son en blanco y negro y se integran imágenes y versos de manera más creativa. Pero además el autor incluye más aportaciones, lo que define como «cinegramas», imágenes de infancia donde muestra el origen de su amor al cine y que comienzan con un expresivo: «En memoria da miña nai, que de nena facía ‘cinegramas' sen sabelo».
Y es que en esta edición, profusamente visual, se rescata material sentimental del álbum de recortes cinematográficos de la propia madre del autor y hermosas anécdotas personales, como la correspondencia que le llegaba desde Hollywood a un niño soñador a su casa de Lugo en Estación número 5, izquierda. Las cartas eran fotos firmadas de Gregory Peck, el inolvidable Atticus Finch, personaje de «Matar a un ruiseñor» de Harper Lee que llevó a la pantalla Robert Mulligan en 1962.
«Recibir carta do estranxeiro en xeral, dos Estados Unidos en particular e de Hollywood en concreto era para un neno ansioso por traspasar as murallas do pechado mundo de Lugo e da oprimente España de Franco unha liberación indescritible, aínda que só se producise a través do contacto epistolar, pois confirmaba que o contacto internacional e que o intercambio humano era posible máis alá de status, linguas e fronteiras. E Gregory Peck produciu en min tres veces tal milagre», explica el escritor lucense en Cinepoemas. El propio Fer señala en otro ‘cinegrama' que «ese neno que recibía cartas de Hollywood» demostraba que el mundo exterior existía y que Gregory Peck «non era de celuloide, que Hollywood non era un soño inalcanzable».
Cinepoemas, que ya en su edición de 1983 estaba dedicado a su amigo Carlos Varela Veiga, sigue siendo un libro de amor por el cine y la literatura, pero especialmente muy autobiográfico.
Muchas de las películas poetizadas fueron vistas en Lugo por el durante su juventud, como «El acorazado Potemkin», proyectada clandestinamente durante el franquismo por el citado Varela Veiga, en el local del Club Cultural Valle-Inclán en la Rúa Nóreas. Más tarde, el poeta lucense asistiría a su proyección ya en libertad acompañado del escritor Ánxel Fole en el Cine Kursal.
Un clásico moderno
Quizás lo que sigue haciendo moderno este clásico de la literatura gallega de más de 40 años es un aspecto que ya en los años ochenta suponía todo un atrevimiento. Que un intelectual comprometido en todos los ámbitos apostase en 1983 por dedicar poesías y fotos a películas y autores tan dispares demostraba que lo que aquel crítico definía el séptimo arte como Hollywood bajando por las escaleras del cine de autor iba en sintonía con Claudio Rodríguez Fer.
Así, en sus «cinepoemas» tienen cabida autores tan antagonistas como Ford y Pasolini, Wilder y Eisenstein, Fellini y Kazan, Hitchcock y Buñuel, Vidor y Resnais, Kubrick y Antonioni, De Sica y Visconti, Huston y Welles, Wenders y Herzog, Griffith y Murnau, Rohmer y Pontecorvo, Truffaut y Bergman, Chaplin y Keaton, Allen y Kurosawa, o Chano Piñeiro y Von Sternberg. También hay espacio para los mitos, como Marilyn, Frankenstein, Bogart y Bacall, Gary Cooper, Disney (a quien dedica un poema mordaz) y, como no, para Fred Astaire y Ginger Rogers, cuyas siluetas formaron parte de ese álbum familiar que tanto marcó al niño que recibía cartas de Gregory Peck.