Telmo Irureta, en Lugo: «Las personas a las que pagamos por sexo nos dan calidad de vida»

Uxía Carrera Fernández
UXÍA CARRERA LUGO / LA VOZ

LUGO

María José López | EUROPAPRESS

El ganador del Goya a mejor actor revelación trajo a la ciudad amurallada su obra de teatro, donde el público está en silla de ruedas

24 feb 2023 . Actualizado a las 19:27 h.

Su coronación como actor vino pisando fuerte porque Telmo Irureta (Zumaia, 1989) tiene claro lo que vive y lo que quiere expresar. Siempre tirando de humor, que suaviza unas palabras contundentes. El intérprete vasco, que padece una parálisis cerebral, se hizo con el Goya a mejor actor revelación por la película La consagración de la primavera, que trata las relaciones afectivas de gente con discapacidad. De este mismo tema, aunque con otra historia escrita por él, trata la obra de teatro Sexpiertos, que este jueves se interpretó en O Vello Cárcere de Lugo.

—¿Qué tal es la vida después de un Goya?

—Con mucho cansancio, pero contento, muy feliz. 

—Pese al premio, sigue yendo a clase, de gira con el teatro...parece el ritmo normal.

—La vida normal no sigue porque tengo muchas entrevistas y mucho jaleo, aunque ya me empieza a gustar. Ahora mismo no estoy estudiando porque me coincidió que me matriculé en Psicología, estaba de gira con el teatro y yendo a clase. No podía con todo, así que lo he dejado de manera temporal para poder vivir este momento tan bonito.

—Tanto la película premiada La consagración de la primavera y la obra de teatro, Sexpiertos, hablan de las relaciones afectivas de las personas con discapacidad. ¿Fue casualidad o justo tenía ganas de tratar el tema?

—Fue casualidad, aunque es verdad que es un tema que me interesa y que se ha hablado muy poco así que me parecía importante. Primero empecé con la obra de teatro y después vi que buscaban un actor con parálisis cerebral para una película que iba un poco de lo mismo y dije ¡Ah, es el tema de moda!. 

 —¿Las relaciones sexuales o afectivas es uno de los tabúes que más pesa para las personas con discapacidad?

 —Sí, porque hay temas que se relacionan enseguida pero este no. Si hablamos de barreras arquitectónicas, aceras, planos o viviendas adaptadas, uno ya piensa en personas con discapacidad. Pero si hablamos de sexo, nadie piensa en nosotros.

—¿Hay mucho de Telmo en ambos personajes?

—Hay bastante, sí. En la obra de teatro sobre todo  porque la escribí yo. La casualidad fue que escribieran la película sin conocerme a mí porque nos parecemos mucho, los dos tenemos sentido del humor. 

 —¿Cómo está la balanza de importancia entre el sexo y el amor para usted?

 —Yo creo que lo más importante es el amor, porque dentro del amor también hay sexo. De hecho en la obra mi personaje dice: «La vida es sexo»; mi compañera me dice: «Bueno, ¿y amor no?».  Y yo digo: «Bueno, el amor también es sexo». El sexo está muy bien y el amor es algo más completo. 

 —¿Es complicado para usted trazar relaciones afectivas? 

—Mucho. Es verdad que cuando hablamos de lo que va la película, parece que si tienes una discapacidad bastante grande para tener sexo tienes que pagar y no siempre es así. Es solo una opción. Hay gente que no tiene tanto miedo y tantos prejuicios y se puede sentir atraída por ti. Pero cuerpos como el mío no gustan o dan miedo, hay un punto de rechazo. Porque las tradiciones ya nos han dicho qué cuerpos son los bonitos.

 —Precisamente sus declaraciones de que había pagado por tener sexo armaron mucho revuelo.

—No me lo esperaba pero me hace gracia. Se han inventado cosas, hay mucha gente que habla sin saber. Piensa un poco, ponte en mí lugar y luego ya das tu opinión desde el respeto. No hace falta insultar. Si yo he dicho que he pagado alguna vez por sexo ya supusieron que era violencia contra las mujeres, y yo digo, ¡qué mujeres si soy homosexual!. El discurso se les queda medio cojo. Dicen que yo defiendo el derecho a la sexualidad, hay gente que dice que no es un derecho y que si no hay deseo por las dos partes que es violación. Eso me parece su opinión, pero no es la mía. Parece que el tema de la prostitución o los asistentes sexuales va unido con la explotación sexual, algo que yo no defiendo, sino que defiendo el libre acuerdo entre dos personas adultas. Hay gente engañada y obligada a hacer ese tipo de trabajos y de eso estoy totalmente en contra. Si yo quiero pagar por sexo y a la otra persona le parece bien, pues me parece estupendo. Esas personas nos dan calidad de vida. 

 —¿Cree que hay personas que hacen este tipo de «trabajo» que lo escogen de manera libre?

—Siempre se marca la diferencia entre asistente sexual y prostituto. El asistente crea un vínculo de confianza, te ayuda a descubrirte a ti mismo y ver cómo puedes tener placer, te guía en ese proceso y te hace la vida más fácil para que tu puedas sentir placer. A mí me parece igual de bien el tema de los prostitutos que lo son porque ellos lo deciden. Hay palabras que da un poco de miedo porque existe ese lado oscuro de engaño, violencia y explotación.

—Si se habla de falta de educación sexual, imagino que para cuerpos que no sean normativos la ausencia será mayor.

—Sí, además ya nos han fastidiado porque yo digo ¿quién dice qué es bonito o deseable y qué no?. Todos somos responsables de esto. Si no gustas o no te ven como un posible ligue, ¿qué va a hacer esa persona? No te puedes castigar. Ser así no es un capricho mío, a mí también me gustaría ser un tío bueno. Bastante tengo con no ser un tío bueno como para quedarme sin tener sexo, por lo menos un poco de alegría al cuerpo (risas).

 —¿Cuál es el prejuicio sobre relaciones de personas con discapacidad que más le llegó a sorprender?

—Hay mucha gente que piensa que no podemos tener sexo o tener una erección. Caminar y tener relaciones sexuales no es lo mismo.Te puede fallar la pata y no el pito (risas). Eso sí, hay gente que de cintura para abajo no siente, hay muchos tipos de discapacidades y cuerpos. Se nos mete a todos en el mismo saco y no es así. Todos somos distintos.

 —El público de la obra que hoy interpreta en Lugo está en silla de ruedas, ¿por qué?

—Es para que el público se meta en situación del personaje. Solo con estar en la silla, la cabeza ya te hace «click». La idea fue de una compañera de la compañía de teatro y a mí me pareció original y distinto. 

 —Hizo largometrajes, teatro y monólogos, ¿su carrera irá hacia alguna rama en concreto?

—Me veo en todo, me gusta mucho el teatro, monólogos no tengo muchos. También tengo ideas para un cortometraje. No quiero dejar de hacer nada, ojalá esta película no sea la última. 

 —¿Tiene miedo de que solo le llamen para hacer personajes que se centren exclusivamente en su discapacidad?

—Tengo dos puntos de vista. Una es que sí me gustaría hacer un personaje que no fuera solo discapacitado sino algo más, porque siempre se suele centrar en eso. Estaría guay que no fuera así pero para llegar a ese punto hay que hablar más de ello. Imagínate, hacer de un abogado. Pero para una vez que aparece una silla en pantalla me da pena que no se diga nada más porque es un tema desconocido. Estaría guay que se haga mucho para poder llegar a ese punto.

 —¿Algún papel soñado?

—Me encantaría hacer una película romántica, muy de amor, ñoña. Yo que soy muy Disney siempre vemos al típico guapo que hace de guay, yo también quiero ser él. ¿No puede ser un guay en silla? Sino me levanto (risas). Luego también me gustaría hacer una serie de comedia, porque me gusta mucho el humor, y ser uno de los protagonistas. El inteligente pero puñetero, para vacilar. 

 —Le gusta además el humor negro, ¿pero con cualquier colectivo o consigo mismo?

 —Yo tiro para mí porque el humor negro tiene ese peligro, según quien lo haga no tiene gracia. A mí algún chiste de discapacidad me hace gracia, pero no me gusta porque en algún momento acaban metiendo la pata. Yo tengo la ventaja de vivirlo y poder reirme de mí mismo.