ecién empezada la competición, resulta prematuro realizar cualquier análisis serio, porque los equipos todavía no están rodados. Parece, sin embargo, que el nivel de la liga ha subido todavía más. La temporada pasada el a la postre descendido Fuenlabrada se adjudicó muy pronto uno de los puestos de descenso, pero hoy por hoy, resulta poco probable que algo así vuelva a repetirse. Palencia puso contra las cuerdas al FC Barcelona, y lo mismo hizo Manresa con Real Madrid. El nivel es tal, que la sorpresa de la jornada será que no haya sorpresas. En este contexto, viajaba el Río Breogán al Principat de Andorra en busca de su primera victoria. Caras conocidas en los pirenaicos, empezando por el banquillo, y un pabellón que no llegaba al lleno.
El partido fue un carrusel de alternancias. Comenzó bien el Breogán, construyendo desde la defensa, aprovechando y provocando las pérdidas del rival, algo que Natxo Lezcano ya había advertido. El Breogán dominaba la zona, pero no sacaba provecho de ello. Disfrutaba de pequeñas ventajas pero no las consolidaba, porque Andorra tenía un arma que se le negaba a los lucenses: el tiro exterior. De no ser por el espectacular segundo cuarto de Sergi García, los lucenses se habrían ido al descanso con más desventaja que los cuatro puntos que reflejaba el marcador. El tercer cuarto fue de los locales, que salieron en tromba en ataque, y que consiguieron ralentizar el ataque lucense. Sin tiro exterior y sin posibilidad de contraataque, se llegó a un 57-49 que, unido a lo que pasaba en esos momentos en Palencia, fustigaba el ánimo de los aficionados celestes, demasiado acostumbrados a sufrir. Ese cuarto lo ganó el ex técnico breoganista, porque consiguió contrarrestar la superioridad lucense en el poste dedicando más esfuerzos a defender la zona, ante la ineficacia exterior visitante.
Pero aquel que dé por muerto al Breogán o a las ideas de su banquillo se equivoca. En el último cuarto se optó por jugar sin cincos, y por sacar a los hermanos Quintela para dar más intensidad. Apareció Momirov ejecutando el papel de alero anotador y, de un 57-49, se pasó a un 57-60. El Breogán se miraba en su reflejo de temible visitante que desempeñara la temporada pasada y, a fuerza de defensa, sudor y también sangre (pequeñas brechas de Erik Quintela y Juan Fernández), sacó una victoria trabajadísima que da algo de tranquilidad a la parroquia celeste. El domingo, otra batalla, esta vez en el Pazo.