Alberto Álvarez: «A veces sueño que me preparo para ir a una olimpiada»

Xosé María Palacios Muruais
XOSÉ MARÍA PALACIOS LUGO / LA VOZ

LUGO

Álvarez reconoce que pone en su trabajo la intensidad con la que fue deportista
Álvarez reconoce que pone en su trabajo la intensidad con la que fue deportista LAURA LEIRAS

Logró ser internacional, y aunque reconoce que el atletismo impone una fuerte exigencia física, agradece que le sirvió para trazar objetivos en la vida

05 ago 2024 . Actualizado a las 12:03 h.

«Tengo muy olvidado el atletismo; demasiado olvidado, desgraciadamente». Esas palabras de Alberto Álvarez, que fue atleta de Lugo y en Lugo, merecen varios matices. El primero es que recuerda con claridad su etapa deportiva, a la que se entregó con dedicación. El segundo es que reconoce que sale a correr de vez en cuando, sin presión por rebajar una marca o por lograr una clasificación pero con detalles en los que se aprecia el atleta que aún lleva dentro.

—A un niño le regalan un balón, y se aficiona al fútbol o al baloncesto. ¿Cuál fue la chispa que encendió en usted el interés por el atletismo?

—No lo sé. Se me daba bien. Era razonablemente torpe en los otros deportes... Cuando corres, te preguntan si te gusta correr; pero correr es duro.

—Pero aún corre de vez en cuando...

—Todos los atletas de cierto nivel acaban un poco dolidos porque siempre hay logros que no consiguen. Yo, por ejemplo, no logré ir a una olimpiada. Tenía la decimocuarta marca europea de 3.000 metros obstáculos, la quinta española, y solo había tres plazas para ir al Campeonato de Europa. Son pequeñas frustraciones... Acabé de correr con bastantes dolores; pero cuando ves tus pequeños méritos, los éxitos que has logrado, sientes una sensación gratificante.

—El atletismo es duro. ¿Compensa ese esfuerzo?

—Todo deporte físico, y el atletismo lo es, es duro. El atletismo es extraordinariamente exigente. Lo que se busca es que tu cuerpo alcance el mayor nivel físico, y para eso necesitas entrenarte lo más que puedas y que tu cuerpo se recupere. Hacen falta alimentación, descanso y cuidados, porque el atletismo requiere estar las 24 horas del día dedicado a esa actividad. Además es un deporte individual: los éxitos son tuyos, pero las derrotas, también. En 1998 gané la carrera popular de Santiago. Estaba en una época en la que pensaba dejar el atletismo, pero esa victoria me dio oxígeno. Luego tuve una serie de problemas físicos y bum: batí el récord gallego de los 3.000 metros obstáculos, que aún tengo. Gané el cros de Haro [La Rioja, en el 2002]... Esas pequeñas victorias son las que te mueven. Fui a los Juegos del Mediterráneo...

—¿Cuánta dureza representó practicar el atletismo?

—Hacía semanas de carga y descarga. En las de carga hacía hasta 200 kilómetros por semana: eso es duro, las piernas duelen. En las de descarga hacía 100 kilómetros aproximadamente: todo lo que fuera correr menos de una hora era razonable.

—¿Qué queda al retirarse?

—El deporte es fantástico porque el deportista vive ilusionado con conseguir un objetivo. Muchos [objetivos] no se logran, y al retirarte puedes sentirte algo frustrado; pero es fantástico porque todos los días te levantas con un objetivo. El atletismo te ayuda a tener objetivos a medio o a largo plazo, a no ser cortoplacista. He sido afortunado; he sido reconocido; hay gente que me reconoce por la calle; me llamas para hacerme una entrevista... [la conversación tuvo lugar el pasado miércoles]. Mis hijos, que no me vieron correr, me preguntan por mis éxitos. Recuerdo el atletismo con gran satisfacción. El Lucus me dio mucho, e intento aportar algo.

—¿Qué le produce ver en televisión una carrera de los Juegos Olímpicos?

—Me produce envidia ver a esos deportistas en un foro tan magnífico porque sé la exigencia que han tenido para llegar ahí. Cuando veo, por ejemplo, los éxitos de Adrián Ben, soy consciente de la dureza que ha tenido que pasar y los esfuerzos que ha hecho para lograrlos.

—¿Qué daría por estar allí?

—Ya lo he superado [se ríe]. Es una vida corta. Aunque llegues a los 40, es una vida corta, y pocos deportistas con capaces de vivir toda la vida con lo logrado en el deporte. Soy abogado y me dedico [a mi trabajo] con la misma intensidad que antes. ¿Cuánto daría por volver atrás? Nada. Me gustaría volver a empezar sabiendo lo que sé, pero no es posible [se ríe]. He aprendido a disfrutar de los éxitos que he tenido.

—¿Qué siente cuando sale a correr?

—Salgo a correr sin música. Me preguntan si no me aburre; no. Me gusta oír [el sonido de] mis pies en el suelo, porque me dicen si voy corriendo bien. Salgo a correr sin objetivos. A veces sueño que me preparo para ir a una olimpiada y recupero aquellas sensaciones.

—Qué siente cuando ve correr a chicos jóvenes?

—El deporte forma parte de la educación. Cuando veo a gente esforzarse, me vienen a la cabeza las palabras de un entrenador que decía ‘no bajes los brazos, no abandones'. No sé cómo decirlo, pero el atletismo condensa todos los valores del deporte: luchar, no rendirse, esforzarse... ¿Lo veo con nostalgia? Claro. ¿Quién no recuerda aquello que hizo en la juventud?

Inicio. Alberto Álvarez nació en Lugo ciudad en 1975 y empezó a practicar el atletismo en los Franciscanos, aunque era alumno de las Josefinas.

Trayectoria. El Lucus Caixa Rural, el Chapín Jerez, el Unión Guadalajara y el Camargo fueron sus equipos. Participó en campeonatos de España y fue internacional en pruebas de cros y de 3.000 metros obstáculos.

Actualidad. Es abogado, pertenece como tesorero a la directiva del Lucus Caixa Rural Galega y vive en Lugo.

«Estás corriendo y dices ‘¿por qué estoy aquí si me duelen las piernas?'»

Un atleta no marca goles ni mete canastas, así que no genera éxtasis y emociones como un jugador de fútbol o de baloncesto. Aun así, a veces recibe homenajes y reconocimientos, algo a lo que Álvarez concede valor. «A veces vas corriendo y dices ‘¿por qué estoy aquí si me duelen las piernas?'», admite. «Cuando se le da ese reconocimiento a un chaval de dieciocho años, le estás dando oxígeno para continuar», explica.

En la carrera de un atleta es decisiva la figura del entrenador, y Alberto Álvarez recuerda con cariño al fallecido Mariano Castiñeira: «Hablo hoy de él y me emociono», confiesa. «El atleta y el entrenador están enfocados a un mismo objetivo, muy exigente y muy ilusionante», afirma.