Mi dorada flor

Emilio R. Pérez DESDE EL ALTO

LUGO

07 ago 2024 . Actualizado a las 17:59 h.

Me gustaría que me vieran. Estoy para comerme, oigan. Me sorprendo incluso yo a mí mismo de lo bien que me conservo. Sexagenario veterano y ahí me tienen, rompiendo moldes. Reconozco, sin embargo, que en la distancia corta pierdo algo, defraudo un poco. Natural; habiéndoseme echado el ojo desde lejos y removido lívidos, descoloco. Pero eso es cosa del detalle, de mirar con lupa, a vista de microscopio somos todos repugnantes. Aunque en mi caso es la anatómica belleza de tal envergadura, que se confirma el paradigma de lo hermosa que es la arruga. Si alguna dama intrépida, sedienta de aventura, se apunta a un disparate en plan Indiana Jones, lo siento mucho, pero va a ser que no, que pierda toda esperanza: tengo el corazón mustio desde que mi musa me dejó y me vaga el alma en pena por las fronteras de la desolación.

Todo lo que he escrito hasta el momento es una broma, claro, lo escribí pensando en ella, mi amor platónico de siempre. Estuve a un tris de verla en vivo y en directo, pero mi tren pasó y el dulce sueño se esfumó.  Si aún siguiera viva quizá leyera esto y volvería yo a soñar con esa flor, dorada rosa de mi corazón. Quizá de haberlo escrito el día aquel del 19 en que visitó Pantón, mi hermosa flor nunca marchita tras leerlo exclamaría: ¡pedante! y luego se reiría de ésta mi platónica ocurrencia.

Hoy hace dos años falleció. La adoré mientras estuvo viva y en mi ventana aquí en el alto la añoro ahora. Con el permiso de mi esposa -son compañeras-, volví ayer noche a soñar con ella, volví otra vez a verla en la distancia corta. Su arruga sigue siendo bella, irresistiblemente bella. Está preciosa. Olivia Newton John (26-9-48/8-8-22).