Dicen que estamos en navidades pero yo lo dudo. Llevo habilitado en la Navidad desde el verano, cuando me encontraba en las poblaciones playeras con las administraciones de lotería, e incluso en establecimientos hosteleros, ofertando décimos paras el sorteo del 22 de diciembre, en el que se ponen todas las esperanzas y a veces muchos euros por lo general para nada. Pero es la tradición.
Ando meditando estas ofertas veraniegas cuando la prensa me anuncia el comienzo de la instalación de las luces navideñas en Vigo, esa luminaria que, dicen, puede verse desde los satélites. Avanzo un poco en el calendario y desde octubre los supermercados llenan sus estanterías con turrones, pasas, polvorones y toda la dulcería necesarias para lo que vendrá. Hacia finales de mes comienzan a aparecer los adornos y arbolitos con sus luces en los Todo a 100 mientras los comercios parecen cobrar vida con abundante verde, brillo y luminaria.
Nos ponemos a primeros de diciembre y aunque este puente es muy goloso para viajar y relajarse, la abundancia de motivos navideños ya empieza a ser casi un engorro en tiendas, supermercados, bares o guarderías. No hay tiempo para distraerse; en un pispás llegan las iluminaciones callejeras, los pregones navideños, las cenas de empresa, y la cínica alegría que parece reflejar el bullicio de tanta manifestación festera.
Llegan las inevitables participaciones de los colegios o de asociaciones, los intercambios de décimos o participaciones loteras entre amigos y familiares, esperanzas de futuro en el día 22, que quizá no tendrán presente. Sí, no hay duda, ha llegado la Navidad.