Querido frigo

Emilio R. Pérez

LUGO

09 abr 2025 . Actualizado a las 16:25 h.

Hay algo en mi nevera que me tiene preocupado. Desde hace ya una temporada se despacha el aparato con sonidos misteriosos, y cuando tengo gente en casa, se mosquean y ponen cara de haber entrado en el plató de Poltersgeit, fenómenos extraños. Supongo yo que en sus circuitos entra el aire, le provoca las cosquillas y ello hace que se ponga algo cachonda y atrevida. Son sonidos que fluctúan entre un pitido continuado y el silbido de un humano. Recordarán muchos de ustedes viejos tiempos en que al paso de una chica bien surtida y con meneo cimbreante, solía surgir de alguna parte cierto tipo de silbido admirativo que en dos tiempos, crescendo y decrescendo, venía a decir ole tu grasia. Esto hoy en día es un asunto temerario, pues por menos te denuncian y de la noche a la mañana te han trincado. Pues bien, mi nevera me hace eso. Salgo de la cocina y el fiu-fiu reglamentario que me suelta en plan más bien provocativo me descentra. Yo, qué quieren que les diga, comprendo que se excite pues con todo soy consciente de que a mis años aún conservo un cierto aire glamuroso, no obstante, aunque me hago el sueco dejar me dejo; ya saben, vivo solo y algo de calor, no humano incluso, lo agradezco. Pero oigan, viniendo como viene de un electrodoméstico tan frío, pues como que no, le resta un punto erótico y…, vamos, que no, que no lo veo. Sea como fuere, cariño le he cogido, así que denunciar no la denuncio, pues si acaso me la llevan iba a echarla muy de menos. En fin, quien no se consuela es porque no quiere, así que si me mandan elegir entre los “tejos” de mi almohada y esto, prefiero esto, al menos no me manda la autoestima por los suelos.