Semana Santa

EMILIO R. PÉREZ

LUGO

17 abr 2025 . Actualizado a las 19:28 h.

«Ai, Emiliño, co relixoso que ti es…» -me decía mi madre, decepcionada, llegadas estas fechas siendo ya bastante más que adolescente. Pues tenía razón. Desde pequeño siempre fui fiel feligrés de las parroquias de los barrios donde viví; desde la de San Antonio, siendo aún un crío por Fonte dos Ranchos, hasta la de San Lorenzo ahora, languideciendo aquí en el alto, pasando por San Francisco Javier, durante aquella etapa de seis años que residí en Fingoi. Practicante católico genuino de los de siempre, sí señor, aunque la antítesis de esa otra gente que sólo por Semana Santa se pasa a ver a Dios. Ya ven. Porque mira tú por dónde, la Semana Santa nunca me fue. Y eso a mamá como que no. De ahí su decepción. Quizá los años me han maleado y he perdido devoción; quizá mi cara avinagrada en esa foto en blanco y negro siendo niño con un ramo ya indicaba… Qué sé yo. El caso es que hace años que no bajo al centro a ver las procesiones que aquí por Lugo tienen tanta tradición. Desde la de La Borriquita, tan entrañable y nuestra, hasta la de As Caladiñas, con ese silencio sepulcral que sobrecoge en la sombría noche de la Plaza de la Soledad el corazón. Son recuerdos, imágenes virtuales que se me vienen a la cabeza de cuando aún no era el hijo pródigo que hoy soy. Hoy quizá ese mal sabor de boca que percibo cuando llegan estas fechas sea remordimiento… O no. Si estuviera aún mi madre le diría: Madre, he pecado contra el cielo y contra ti y no merezco tu perdón. Y volvería, sí, bajaría otra vez al centro. Pero mi madre ya no está, y como son ya muchos años los que tengo, mejor las veo desde el alto y que allá en cielo cuando toque juzgue Dios