Regístrate gratis y recibe en tu correo las principales noticias del día

Dos naranjas

Emilio R. Pérez

LUGO

07 may 2025 . Actualizado a las 17:48 h.

Recuerdo dos naranjas rodando por el pasillo de mi casa. Era un pasillo con el suelo de madera crujiente y vieja, reseca, sin barnizar, y al rodar el ruido nos alertaba y salíamos de la cocina Nolo y yo a recoger nuestras naranjas. Ese día había postre: naranjas. No eran tiempos buenos ni para poder comprar naranjas. Poco había. Casi nada. Racionado el pan, visita al ultramarinos quizá una vez a la semana y de menú casi a diario, caldo —caldo rancio en ocasiones—; caldo blanco, le decía mamá, a base de agua, harina y sal, un trozo de unto y unas patatas. Cinco o seis judías, si acaso. Y algunas veces postre: naranjas, dos naranjas rodando por el pasillo de mi casa. Mi casa, una buhardilla destartalada con goteras en invierno y el concierto noche y día a base de clic, clic… cloc, cloc… , chop, chop… y otros sonidos que las gotas arrancaban a las ollas que mi madre colocaba. Y Nolo y yo dormíamos a ese ritmo acompasado en nuestro cuarto; el de los trastes. Y al lado el de mis padres. Mamá, papá… Mamá llevaba el peso de la casa. Mi padre estaba enfermo. Encamado. Le administraban medicinas que no le hacían nada y le recomendaban comer naranjas. En su mesilla había una cesta llena. Hoy la ciencia ha mejorado y muchos ya se salvan, pero entonces no. Después pasaron cosas, cosas terribles; mamá, qué tiene papá, qué le pasa, y mi madre nos mandaba abajo a jugar a la pelota. Esas cosas no se olvidan, pero yo intento olvidarlas; intento guardar solo la alegría que nos invadía el día aquel que había postre: naranjas, dos naranjas rodando por el pasillo de mi casa. Era la calle Chantada, junto a Fonte dos Ranchos, pasé ayer por allí y me acordé de papá, y de mamá… y de aquellas dos naranjas.