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Las Dragonas de Lugo combaten el cáncer de mama a golpe de remo: «Estar acompañada es un chute de adrenalina»

Ivet Núñez
Ivet Núñez LUGO / LA VOZ

LUGO

El equipo del barco dragón Cidade de Lugo Dragonas Lugo entrenando en As Saamasas
El equipo del barco dragón Cidade de Lugo Dragonas Lugo entrenando en As Saamasas Óscar Cela

Quince mujeres y tres hombres componen el equipo actualmente y aunque no todos han pasado por la enfermedad forman una gran «red de apoyo»

11 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

La lucense Marga Arias entró en contacto con el Barco Dragón, una especialidad deportiva de remo de origen chino, después de superar un cáncer de mama. La enfermedad la llevó a buscar un deporte que la ayudara a recuperarse físicamente y se apuntó a remo en el Club de Piragüismo Cidade de Lugo. Sin embargo, durante una jornada de puertas abiertas del área de humanización del HULA, descubrió la modalidad del Barco Dragón y quedó prendada. Decidió entonces montar un grupo con otras mujeres en su situación para poder comandar esta embarcación y así nacieron las Dragonas de Lugo

«Ahora mismo somos quince mujeres, porque hay algunas del grupo que han tenido que parar para recuperarse de la enfermedad», explica Arias. En el grupo también hay algún hombre que se ha ido sumando en los últimos meses. Estas guerreras empezaron a navegar en abril del 2024 con la intención de poder participar en su primera competición en junio. Cumplieron con el objetivo sin dificultad y lo pasaron tan bien que se engancharon definitivamente a esta disciplina. «Nos gustaría que se incorporara más gente, sobre todo pacientes porque se van a sentir mucho mejor», cuenta esta lucense. Ahora participan en su propia categoría, BCS (Breast Cancer Survivors).

A pesar de que en el equipo hay mujeres sin patología, uno de los objetivos de este grupo es darse apoyo durante la enfermedad. De hecho, el remo ayudó a Arias a sentirse «más arropada» durante su enfermedad y recuperación: «Las mujeres que me rodean comprenden mis circunstancias y saben lo que he pasado, así que psicológicamente este grupo ayuda mucho». También es positivo para su estado físico, ya que la actividad ayuda a combatir el deterioro provocado por la enfermedad y los tratamientos. «Yo tenía un hormigueo continuo en la escápula que ahora me ha desaparecido», celebra. 

El grupo entrena en plena Reserva de la Biosfera, lo que le añade un toque de magia a la actividad. «Es maravilloso y muy relajante. Llegas con mucha carga por el trabajo y los niños y sales renovado», explica Arias. La actividad requiere de mucha atención para no perjudicar a las compañeras, por lo que ese rato es de «total evasión».  

El equipo del barco dragón Cidade de Lugo Dragonas Lugo entrenando en As Saamasas
El equipo del barco dragón Cidade de Lugo Dragonas Lugo entrenando en As Saamasas Óscar Cela

Estar acompañada en el cáncer

Pilar Yáñez es otra de las mujeres que conforman Dragonas desde sus comienzos. Ahora, el regreso de su cáncer la ha obligado a dejar el remo durante unos meses mientras afronta su recuperación. «Me da mucha pena porque era un refugio físico y mental, pero estoy segura de que volveré pronto», explica. 

Esta lucense empezó en el Barco Dragón dos meses después de que se fundara el grupo, cuando una de las integrantes la invitó a probar. «Me insistió mucho para que fuera y yo que tengo pavor al agua pensé 'esto no es para mí'. Sin embargo, fui y me encantó», cuenta Yáñez. 

La sensación de estar en medio del río le transmitió «una paz absoluta», sobre todo por sentirse arropada por compañeras en su misma situación. «Para mí ir con ellas es desconectar de todo», señala. También físicamente es «una maravilla», pues el dolor que arrastraba en el brazo desde su primera operación de cáncer de mama desapareció al empezar a entrenar. 

«Las Dragonas son sinónimo de recuperación física y anímica, un chute de adrenalina», insiste esta lucense que ahora se enfrenta a la reaparición de su cáncer. La enfermedad la ha obligado a dejar de entrenar durante un tiempo, pero sus compañeras la tienen muy presente: «Fueron a un campeonato en Sevilla y se acordaron de mí». Lo que les une emocionalmente las ha marcado mucho, por lo que recomienda a otras pacientes ir a probar con el equipo: «Yo era reacia y puedo decir que es una verdadera maravilla y les gustará». 

Los beneficios físicos de remar 

La vida de Mónica Conde cambió en 2022, cuando le diagnosticaron el cáncer. Pasó todo el verano convaleciente y llegado septiembre, intentó empezar a retomar la actividad física. «Probé con el gimnasio, pero no me ayudaba y no me sentía cómoda. Con la natación me fue algo mejor, pero no me reportaba bienestar emocional», explica esta fisioterapeuta. 

Por su profesión, sabía que el remo podía ser una buena opción para recuperar la movilidad del brazo que le había quedado afectado, pero no fue hasta el 2023, cuando conoció a las Dragonas, cuando se animó a probar. «Me habló de ellas mi oncóloga y quise probar. Enseguida lo noté mucho físicamente», celebra. 

Conde sufría adherencias en la musculatura y nada más empezar a remar se fueron deshaciendo: «Parecía magia». Al alivio físico se le sumó el emocional gracias al apoyo de las compañeras. «Dan mucha fuerza porque ves que aunque están mal ponen su ánimo y todo su esfuerzo en remar. Eso te empuja y te da energía», explica. Entre todas se «cargan las pilas» y se motivan para superar todo tipo de dificultades. 

Un equipo abierto a gente sin cáncer

Otra de las integrantes del equipo, Loli Baamonde, procura mostrar que en el equipo tiene cabida cualquier persona, haya tenido o no la enfermedad. Se siente «orgullosa» de poder aprender de sus compañeras y formar parte de esta «red de apoyo». «Me gusta que esté abierto a personas sin patología para que se sumen a esta familia y podamos aprender todas de todas», apunta. 

Baamonde cree que lo que hacen sus compañeras al remar para dejar atrás el cáncer y todo lo que lo acompaña es «admirable». «A veces se te saltan las lágrimas oyendo por todo lo que pasan, pero también hay otras en la que nos olvidamos de que el cáncer existe», señala. 

Esta lucense se ríe de las caras que pone alguna gente de su entorno cuando se dan cuenta de que incluso en invierno, con temperaturas gélidas, se meten en el río a entrenar. «Navegar entre jirones de niebla da una sensación de libertad absoluta y de paz difíciles de alcanzar de otro modo», asegura. Dice haber ganado mucho bienestar emocional desde que se unió al grupo y por eso anima a todo el que quiera probar a acudir a uno de los entrenamientos: «No se arrepentirán».