Miqui Otero: «Las historias de los indianos y los emigrantes están en la base de lo que entiendo por escribir»
BARALLA
El autor de origen gallego novela en «Simón» sobre las complejas relaciones entre la imaginación y la realidad
08 oct 2020 . Actualizado a las 13:00 h.Como ya hiciera en Rayos, Miqui Otero (Barcelona, 1980) vuelve a extraer de su condición de hijo de emigrante gallego el marco y la capacidad fabuladora para construir el inolvidable protagonista de Simón (Blackie Books), una novela que es, entre otras muchas cosas, un elogio a la mirada imaginativa sobre la vida cotidiana. El niño Simón crece admirando a su primo mayor Rico en el Baraja, el bar galaico de Barcelona que regenta su familia, donde, entre pulpos y caldos, lo rutinario se transforma, como corresponde al negocio de unos emigrantes de Castroforte de Baralla.
-Vaya lugar de origen...
-Cogí el nombre de La saga/fuga de J. B. de Torrente, claro. De allí salen las dos parejas que montan en Barcelona su bar, uno de esos bares de la emigración gallega que son casi embajadas, los lugares donde se habla con más nostalgia de Galicia.
-Y que encaja muy bien con ese elogio a la imaginación que es la novela, con todas esas historias.
-Creo que era Torrente el que decía esa frase tan bonita de que los gallegos hablan como los griegos y suenan como los celtas. El bar era el lugar para hacer eso, ese lugar al que llega la gente contando sus historias, algo que está en mi vocación de escribir. Al margen de los libros que me han marcado, están las historias de los indianos, los gallegos que se iban a volvían con una vida a medida, en ocasiones inventada. Te vas a buscarte la vida, pero también a inventarte un personaje, que creas cuando vuelves a tu lugar de origen, a la realidad. Tengo tíos abuelos que se fueron a La Habana, o ese otro familiar que volvió solo con un reloj de oro y la afición de pintar mapamundis y países inventados… toda esa cuestión del emigrante que vuelve está en el principio de mi idea de lo que significa escribir.
-Otro enclave es el mercado de libros de Sant Antoni, donde descubrimos que todo está en los libros, sí, incluidos billetes.
-Es esa idea de que en los libros hay un tesoro: yo pensaba que debía haber uno literal. Es una leyenda que corre por mi barrio y que la explican los libreros del mercado de Sant Antoni. Hablan de un librero que cuando falleció y un compañero suyo fue a vaciar la biblioteca se encontró una fortuna enorme porque guardaba billetes en los libros. Si iba a hacer una novela que jugara con los códigos de las novelas de espadachines y aventuras tenía que haber un tesoro, y acordándome de esa leyenda lo situé en los libros, pero que el protagonista solo lo encontrara si sentía la llamada, que fuera su propia curiosidad la que lo llevara allí.
-Esa fascinación que siente el Simón niño por las novelas de mosqueteros evoca la del Quijote con las de caballería...
-El personaje sí que es quijotesco en sus dimensiones, pero es una novela publicada en el 2020. Casi todo sale del Quijote, que es una especie de piedra Rosetta que incluye todo lo que hemos venido escribiendo. El tono, como envolver en una novela divertida y entretenida crueldades enormes, el Quijote es una novela llena de dureza. El tono y el personaje me interesan. Este tipo de novela de ir descubriendo la novela, no solo a través de las cosas que te pasan, sino de lo que te cuentan, he ido aceptando que es como escribo y te das cuenta de dónde vienes y tu amor a esa tradición de la literatura española. Lo que me interesa del Quijote es que es un loco, pero solo para su obsesión, luego es un tipo muy cuerdo y razonable, algo que le ocurre también a Simón. Sus lecturas lo convierten en un niño fuera de lugar, como se dice en la novela, un tipo que va enarbolando un tenedor en un mundo que solo se sirve sopa. Esa es una frase que le dijo Noel Gallagher a su hermano, pero que yo he colocado ahí [risas].
-Su narrador siempre se refiere a Simón como héroe, pero lo escribe en cursiva.
-Era una forma de marcar, es un aviso desde la primera cursiva. Simón no es un héroe clásico y piensa que Rico quizá lo sea, pero descubre muy pronto que tampoco lo es. Y cuando intenta a jugar a ser héroe, la dama se ofende. Quizá lo único heroico en Simón es aceptar su cobardía y ser fiel a los que le han querido. Esa figura no tiene sentido en el mundo de hoy, igual que un antihéroe con un gran nivel de autocompasión ya resulta trasnochado, que dentro de su miseria se consideran héroes. Creo que hay que jugar un poco a cambiar esos dos tipos, el héroe y el antihéroe.
«Las vacaciones no terminaban hasta que se acababa la comida que habíamos traído de Galicia»
Galicia y lo gallego están muy presentes en los pasajes del Baraja y, por extensión, en Simón, pero enfocado desde puntos de vista poco convencionales.
-Esa descripción de un caldo en el que el lacón y la panceta practican apnea...
-Para escribir el viaje de los padres de Fidel en Rayos le había dado una libreta a mi padre y le había pedido que escribiese todo lo que recordaba. Por un lado quería utilizarlo en la novela y, por otro, quería retenerlo en mi memoria. Y ha sucedido algo parecido con lo que se cocina en el bar. Le he pedido las recetas a mi madre. Al final no he usado casi nada, pero había una idea muy clara, que ya tenía de niño, y es que las vacaciones no se acababan hasta que se terminaba la comida que habíamos traído de Galicia. Que mi madre cocinaba esas mismas recetas cuando ya estaba aquí era una forma de prolongar esa Galicia aquí.
-Y también proporciona una especie de identidad secreta, una cara oculta que otros no ven.
-Desde pequeño eres el catalán en Galicia y el gallego en Cataluña. Como Elvis, que era demasiado blanco para los negros y demasiado negro para los blancos. Al final te da una riqueza, te da esa doble identidad. El foco son los bares gallegos. Tú puedes tener apego por Galicia, pero la ves todos los días. La única forma legal y no tóxica de idealizar una tierra es cuando estás fuera, porque no le ves los problemas. Y si algún día se quedan sin ideas en el departamento de Turismo de la Xunta deberían poner un micrófono en los bares gallegos de Barcelona, porque es el lugar donde se mitifica más ese territorio ya mítico. En un bar de Barcelona Galicia es algo intocable, se celebra desde que en el periódico aparezca un sol: «¿Ves cómo es verdad que no llueve siempre?». Esa mitificación influye en otros aspectos de la novela.