Los lobos vuelven a atacar a perros de caza en Guitiriz

x.m.p. VILALBA / LA VOZ

GUITIRIZ

17 jun 2016 . Actualizado a las 11:59 h.

Los lobos se ceban últimamente con los perros de caza en el municipio de Guitiriz y han vuelto a atacar. El caso más reciente se dio hace varios días, en la parroquia de Os Vilares, en donde una perra fue atacada por un lobo, que logró arrancar la cadena con la que aquella estaba sujeta y llevársela. La incursión tuvo lugar por la noche, pero tan cerca de la casa del dueño de la perra que el propietario se dio cuenta de lo ocurrido y se levantó; sin embargo, el lobo ya había logrado su presa y se había ido con ella cuando llegó.

El dueño de la perra, Ramón Pardiñas, comentó ayer que por cerca de la casa y de la caseta del animal se veían pisadas de lobos y se observaban restos de la pelea. No presentó denuncia por lo ocurrido; pero sí precisó que el animal podría valer unos 500 euros. En esa misma zona del municipio de Guitiriz, cerca del Cordal de Montouto y de la Serra da Loba, hubo en años pasados ataques de lobos cerca de casas; en algún caso, incluso con perros afectados. Además, en parroquias del sur de municipio, como Parga o Mariz, también se dieron esas mismas situaciones.

Vecinos de Os Vilares aseguraron ayer que los rastros de lobos eran habituales en la parroquia en los últimos tiempos. No se han dado hasta ahora, en cambio, ataques como el registrado en la parroquia de Trasparga en el 2012, con 33 ovejas muertas, aunque también es cierto que los dueños de reses han tomado las debidas precauciones: alguno ha llegado a construir algún muro de considerables dimensiones para que sus ovejas se sientan a salvo.

 «Xa non ten que comer»

Lo que no parece sorprender a los vecinos de la parroquia es que el lobo llegue tan cerca de las casas y se lance contra perros. «O lobo xa non ten que comer e ataca a cans porque é o recurso que lle queda», decía ayer Ramón Pardiñas para explicar un caso como el registrado a pocos metros de su vivienda. Para él, una solución podría ser que en los montes se dejasen restos de animales muertos -eso sí, con la condición de que no estuviesen enfermos-, de modo que la fauna salvaje tendría alimentación asegurada y los perros de paja estarían un poco más seguros. Y los dueños, más tranquilos.