Jano Muñoz: «Mi mujer sabe con quién se casó»

LUGO CIUDAD

GUSTAVO RIVAS

26 may 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Está casado. Su mujer es funcionaria. Tiene dos hijos (niño de 10 y niña de 8). Se considera un padrazo. Le gusta cocinar. Los fines se semana aprovecha para disfrutar con los pequeños. Le apasiona el mar. Vive en Cambre y se desplaza a diario a trabajar a Arteixo. Hasta aquí nada que no sea común a otros cientos de coruñeses. Lo excepcional es que Jano Muñoz es pintor profesional. «En A Coruña artistas que vivamos de esto cien por cien somos pocos, poquísimos. Casi te diría los nombres de memoria», comenta mientras disfrutamos de una caña muy bien tirada en Abica, en la Marina. «Mira, mira, tiene la doble capa de espuma. Me gusta que la gente sea profesional en lo que hace. No entiendo cómo se puede estar 20 años haciendo cafés y que no salgan bien. Hay locales a los que no vuelvo si no me gusta cómo trabajan. En casa dicen que soy muy protestón, pero tengo sentido del humor», asegura. Tiene 41 años. Se toma unos segundos antes de contestar. Si le llaman Alejandro, ni se gira. Siempre es Jano.

El retrato de Losada

Asegura que está «en un período evolutivo brutal. Cada vez estoy más a gusto en mi estudio. Estoy siendo más sincero. Será la edad». Trabaja con la galería Moret Art y también mantiene su cartera de clientes. El exalcalde Javier Losada lo escogió para que pintase el retrato que algún día colgará de las paredes del Ayuntamiento al lado de los otros ex. «Sí, es cierto, pero por el momento el retrato está parado por las circunstancias...». «La cotización de las obras es el equilibrio entre lo que produzco cada año y lo que la gente demanda. Afortunadamente como bien todos los días, pero hubo épocas en que no. Tienes que estar dispuesto a pasar por eso en esta profesión», explica. Se declara pintor metódico de técnicas clásicas y temáticas contemporáneas. «Me considero clásico», sentencia. Me cuenta una historia preciosa. El día que entregó en la catedral lucense el retrato de Higinio Gómez, que fue obispo de Lugo, se le acercó un señor que le pidió si le podía hacer el retrato de su joven hija, que había muerto atropellada en una carrera ilegal. «Me dijo que tenía poco dinero pero que pagaba lo que fuese. La entrega fue durísima», recuerda emocionado.

Una vida normal

Es muy crítico «con los cuadros que no pasan el corte. Los destrozo. Las obras van por delante del dinero», dice. Asegura que el problema es que hemos formalizado tanto la vida que nos olvidamos de vivir. Lo dice él, que tiene una vida ordenada y le gusta la formalidad y la seriedad en el trabajo. «Siempre quise una vida normal, aunque a veces necesito escaparme y viajar con amigos. De esas experiencias salen mis cuadros», destaca. ¿Y qué dice tu mujer? «Ella ya sabe con quien se ha casado», contesta tras pensar la respuesta unos segundos.