
convirtiendo en los últimos meses en un verdadero quebranto para muchas empresas lucenses, y de toda Galicia. Los ladrones ahora ya no son rateros de medio pelo sino bandas organizadas que trabajan para dar grandes golpes y que invierten en tecnología mientras que el Estado no lo hace en dotar a la Guardia Civil de mecanismos tan modernos.
En los últimos robos a empresas de toda Galicia se están viendo en las grabaciones a los atracadores provistos de grandes inhibidores de frecuencias, alimentados incluso con baterías de coches, con los que anulan las alarmas menos profesionales para que no adviertan de su presencia.
Tal como se ve en la imagen contigua, sacada de una cámara de seguridad de una firma gallega, los atracadores llegan a la empresa elegida con un inhibidor de frecuencias con varias antenas, que llevan normalmente en una mochila o incluso en una maleta con ruedas. Al conectar ese inhibidor, llena o satura literalmente todas las frecuencias radioeléctricas, y por tanto todos los dispositivos inalámbricos dejan de funcionar: tanto los móviles como los aparatos similares destinados a enviar la señal de alarma. Solo funcionarán las alarmas que tengan conexión por cable, o aquellas inalámbricas de dos canales que cuando sufren interferencia de ambos canales alertan a la policía o a su central.
Esos inhibidores tan potentes tienen que ser alimentados con baterías de coche, y por ello los atracadores entran en las naves con esas baterías en una mochila o maleta de ruedas, como se ve en la imagen. Entre la mochila del inhibidor y la de las baterías cuelga el cable de alimentación y uno de los cacos transporte esta tecnología mientras sus colegas revientan puertas y ventanas para llevarse la mercancía. En algunas imágenes aparecen grabados hasta cinco ladrones de una banda. Todos ellos vistiendo fundas de trabajo, cubriéndose la cara para no ser reconocidos y también para no activar las cámaras térmicas y ser grabados lo menos posible. De todas formas, son grabados en casi todas las naves asaltadas, y en algunos casos incluso aparece su cara bien visible, pero se trata de ciudadanos rumanos o de otras nacionalidades que están poco fichados y que abandonan la ciudad en poco tiempo.
Las cámaras de seguridad los graban, pero si el sistema no es profesional, no envía aviso a la central de alarmas porque los canales están saturados por el inhibidor. Por ello los atracadores saben que aunque queden grabados, no llegará la policía ni la guardia civil porque el sistema no envía la señal.
Y mientras con esta tecnología revientan empresas cada semana, la Guardia Civil y la Policía tienen que seguir usando sus medios tradicionales, en muchos casos las largas vigilancias de los propios agentes, para las que harían falta plantillas mucho más dotadas. Y en el último momento, la decisión del juez puede ser que no intervengan si lo considera poco argumentado.
Pinchar teléfonos de sospechosos o seguirlos con aparatos tecnológicos, son excepciones más que formas de trabajar.