La puerta de la ACB se abrió para Ricardo Hevia en Lugo. El Breogán le llamó a comienzos de la temporada 88-89 tras la marcha de Pepe Clavijo. «Fuimos de menos a más aquel año», recuerda Hevia, que pasó por el conjunto lucense en diferentes etapas. Caracterizado por sacar un gran rendimiento de equipos modestos, consiguió el objetivo de atar la permanencia. «Ese año nos salvamos en el quinto partido del playoff».
Volvió después de una temporada en el OAR ferrolano en la que «me lo pasé genial y me quedaron grandísimos recuerdos». Con él en el banquillo y Víctor Varela en la gerencia del club pasaron por el Breogán jugadores como Ken Orange, Perasovic o un jovencísimo Greg Foster, que brillaría años después en la NBA.
Un aplauso imborrable
Fue el primero en conseguir que el Breogán venciese al Real Madrid, en una época en la que eso parecía un imposible. 83-69 en un partido en el que los celestes estaban muy mermados físicamente, con apenas seis jugadores para competir: Juanmi Alonso, Miguel Fernández, Xavi Roca, Manel Sánchez, Claude Riley y Mike Giomi. «Ahí fue realmente cuando me di cuenta de cómo se vivía el baloncesto en esta ciudad», cuenta Ricardo Hevia, «después de ese partido, entré en un sitio a tomarme una copa y todo el mundo se levantó para aplaudirme, me pareció alucinante».
Su carrera le llevó después a ciudades como Salamanca, donde vivió una agria experiencia tras la salida de Fernando Merchante, Murcia o Ourense, donde no pudo evitar el descenso de la ACB tras una situación deportiva muy complicada. Durante todos esos años fue a varias concentraciones de la selección española y también se granjeó un gran reconocimiento en la antigua Yugoslavia, lo que le llevó a alternar con jugadores de la élite como Drazen Petrovic.
Hoy, Ricardo Hevia sigue respirando baloncesto. No aparta los ojos del Breogán y escribe sobre él en La Voz de Galicia.