Tenía un tumor en la cabeza que era imposible de operar. Juliana, desesperada, se agarró a un clavo ardiendo para intentar salvarla
12 oct 2018 . Actualizado a las 18:41 h.La madre de Juliana, una vecina de Portomarín que trabaja en Lugo, empezó a tener problemas de visión extraños. La llevó a un oculista y no le vio nada anormal, pero seguía empeorando. Buscó información y le recomendaron uno con consulta en A Coruña que, tras un primer análisis, decidió pedirle un TAC porque no le vio buena pinta al asunto. La prueba determinó que la mujer, que había cumplido no hacía mucho los 70 años, tenía un tumor en la cabeza. El oftalmólogo la derivó a los neurocirujanos y estos coincidieron en dar noticias fatales: no había posibilidad de operación por la ubicación del bulto. Era preciso probar con la radiocirugía. No funcionó.
La madre de Juliana empezó a empeorar y a su hija la invadió una desesperación lógica. «Un día una amiga me habló maravillas de un producto que provenía de Cuba y que resultaba milagroso a la hora de combatir tumores. Me decían que Europa y Estados Unidos boicoteaban su salida al mercado porque a las multinacionales farmacéuticas no les interesaba. La desesperación me hizo agarrarme a un clavo ardiendo. Pensar en no poner todo de mi parte para tratar de salvar a mi madre me horrorizaba. El producto se llamaba escozul y podía conseguirlo porque mi amiga conocía a otra que lo tenía. En fin, ni lo dudé. En unos días me llegó a casa el primer frasco. Vino por mensajero en una neverita. Tenía instrucciones de mantenerlo en frío. La verdad es que ya no me acuerdo del precio de cada frasco, pero sé que no era barato precisamente», relató la mujer. Durante medio año administró a la enferma el «agua de Cuba», como llegaron a bautizar el producto en su casa. «No sirvió absolutamente de nada, porque mi madre acabó falleciendo», explicó su hija.
«En medio de todo el proceso traté de saber qué era realmente lo que estaba comprando. Vi en la red que el escozul era un «‘producto’ a base de veneno de escorpión azul; me quedé sorprendida, pero también veía informaciones de que ‘tenía’ un nivel bajísimo y era milagroso. Me vendían veneno de escorpión ¡Y yo se lo daba a mi madre! Pero creo que era agua. Siempre me arrepentí de tirar el último frasco y no analizar su contenido en una farmacia. Tengo claro que era agua», indicó Juliana.
«Sé que por una madre, un padre o un familiar enfermo se hace cualquier cosa con tal de verlo bien. Ahora, pasado el tiempo y después de reflexionar mucho sobre el asunto, mi consejo es que nadie se deje convencer sobre las «bondades» de un producto sin registro sanitario y sin ningún reconocimiento oficial», advierte tras su experiencia.