Una comunidad alternativa y sostenible se ha hecho realidad en Samos

Laura López SAMOS / LA VOZ

SAMOS

El Proyecto O Couso basa su día a día en la cooperación, la economía del don y el lema «deja lo que puedas, coge lo que necesites», una auténtica utopía que brotó del trabajo en equipo

03 sep 2021 . Actualizado a las 10:56 h.

A menos de cuatro kilómetros de Samos, en el Camino de Santiago, emerge arropado por la energía del entorno natural y de unas construcciones del siglo XVI el Proyecto O Couso, una comunidad alternativa, sostenible y abierta que basa su funcionamiento en la cooperación, la economía del don y el lema «deja lo que puedas, coge lo que necesites». Lo que a primera vista parece una utopía se materializa en el día a día de O Couso, en la parroquia de O Freixo, gracias al empeño de sus moradores y de quienes impulsaron este sueño hace ya más de siete años.

En O Couso viven en la actualidad 16 personas (ocho de ellas están de forma temporal), bajo el techo de una casa del siglo XVI, en cuya restauración aún siguen trabajando. Cuentan también con una capilla para el recogimiento, huerto para producir alimento y aprender a relacionarse con la tierra, zona para caravanas, ovejas, gallinas, gatos, un perro... y un pozo de agua potable y 18 placas solares, que les permiten ser autosuficientes energéticamente. ¿El objetivo del proyecto? Crear un lugar en el que hacer comunidad, basada en los valores universales de apoyo mutuo y acogimiento, y crear una escuela de dones y talentos. La primera parte está ya en funcionamiento; en cuanto a la segunda, están trabajando en su materialización.

El germen de este gran proyecto, sin ánimo de lucro, brotó en el 2014, cuando Laura, Javier y María vieron en este terreno la posibilidad de crear una comunidad similar a una ecoaldea. Crearon la fundación Dharana y, con capital propio, adquirieron las cuatro hectáreas de terreno, con la casa y la ermita en ruinas. El primer paso fue levantar las ruinas, un proyecto que ha movilizado a cientos de personas de todo el mundo en estos últimos años: voluntarios que colaboran con su trabajo, con sus ideas o con sus donaciones. Parte del interior ya está rehabilitado, pero aún queda mucho por hacer; y en eso están los residentes y la red de voluntarios que se ha ido tejiendo en torno a este sueño.

Pero, ¿quiénes dan vida a O Couso? En la actualidad, hay ocho personas que viven permanentemente en la casa, pero eso ha ido cambiando a lo largo de los años. A O Couso pueden acudir personas de todas las edades que busquen vivir la experiencia de una ecoaldea o de experimentar la vida en comunidad; también familias con niños o peregrinos, ya que funciona como una casa de acogida, aunque con la pandemia son más restrictivos con las acogidas y llevan un control exhaustivo. Quienes llegan a O Couso dan un donativo, aunque esto tampoco es obligatorio: «Aquí donamos libremente lo que podemos, pero la donación puede ser tu presencia, o compartir algún don que tengas, o colaborar en los trabajos de la casa...», apunta Maite, una de las moradoras que llegó hace siete meses desde Jerez, buscando una comunidad. En su caso, continúa con su trabajo de psicoterapeuta atendiendo de manera on-line. Entre los habitantes también están Irene y Jimena, estudiantes de la Universidad Autónoma de Madrid que están haciendo el trabajo de fin de grado sobre la historia del lugar y cómo ha evolucionado. Y Noemí, que dejó su trabajo en Pamplona impartiendo clases de matemáticas y vive en O Couso desde hace año y medio: «Me llena más esto, es más acorde con mis principios. Me encanta el uso de los recursos y esta conexión con la naturaleza. Aquí siempre me siento como en casa», relata.

¿Y cómo es el día a día en O Couso? La jornada comienza muy temprano, con un tiempo de meditación en la ermita, un lugar para cultivar la espiritualidad, abierto a todos los credos. Esta fue precisamente la primera parte que se rehabilitó, por ser el lugar mejor conservado y también para reafirmar la relevancia de la parte espiritual del proyecto. Después, se trasladan a la zona de reuniones de la casa para compartir inquietudes, sentimientos, anhelos... Y se dividen las tareas: hay una persona encargada de la organización, que va rotando, y reparte, en función de las necesidades y la disposición de cada uno, el cuidado del huerto, la casa, limpieza, obras de rehabilitación, preparar comidas, tareas administrativas... La alimentación es vegana y en la comunidad no se admiten ningún tipo de droga: ni tabaco, ni alcohol, ni café... «para estar en un estado de consciencia pleno, para vivir con libertad y eliminar la violencia hacia nosotros mismos».

La llegada de los habitantes de O Couso no ha dejado indiferente al vecindario. Pero la expectación y el escepticismo han dado paso a la cooperación y acogida, integrados como unos vecinos más. Así lo corrobora Manuel, que a sus 81 años califica de «milagre» lo que han conseguido en O Couso: «Isto estaba tirado, en ruínas, moito traballaron aquí», cuenta mientras los obsequia con un repollo de su huerta.

Futuro

La siguiente fase del proyecto es poner en marcha el Centro de Dones y Talentos para intercambiar, a modo de cursos, pero sin relación mercantil, todo tipo de dones y talentos; otro sueño no tan utópico: «Siempre ha habido gente que ha estado dispuesta a dar sin esperar nada a cambio, es algo espontáneo del ser humano. Y si ha estado funcionando aquí durante siete años, seguirá funcionando después en la escuela», apuntan.