Las viejas básculas de monedas resisten pesando personas, jamones y maletas

Xosé Carreira LUGO / LA VOZ

VILALBA

OSCAR CELA

Dos de los últimos aparatos sobreviven en Vilalba y la estación luguesa de buses

21 mar 2018 . Actualizado a las 23:06 h.

Hay que sobrevivir y, a veces, cuesta en medio de tanta tecnología electrónica «made in China». Las últimas básculas de monedas que quedan en la provincia de Lugo hacen caja pesando a personas, maletas, jamones e incluso sacos de patatas. Son ya piezas de museo. Sus propietarios reciben ofertas por ellas. «Non me desfago dela por nada», advierte el vilalbés Ramón Paz Guntín, que tiene una en A Casa dos Marios, una histórica tienda situada en pleno centro de la capital chairega.

La báscula chairega que llegó al establecimiento posiblemente en los años sesenta, vivió momentos gloriosos. Fue cuando los coches de línea paraban casi al lado del bar ultramarinos y en las épocas en las que las ferias vilalbesas eran auténticos acontecimientos sociales. Curiosamente, cuando todavía no se sabía lo que era rendir culto al cuerpo y estar «gordiño» era síntoma de buena salud, era cuando más clientes tenían. Es difícil adivinar el interés de muchos por pesarse, sobre todo después de haberse zampado varias raciones de pulpo, cachelos, callos e incluso unas jarras de tinto. «Daquela o que había nas casas eran romanas. As básculas de baño tardaron moito en chegar, entre outras razóns porque nas aldeas os cuartos de baño como se coñecen hoxe empezaron a chegar en moitos casos nos anos oitenta», aseguró Ramón Paz.

En la Casa dos Marios siguen entrando los días de feria algunas personas. «Ramón, vou pesar este xamón para saber canto vou pedir por el, dinme algúns. Outros queren saber se pesaron ben na casa», asegura el jefe del histórico bar ultramarinos que es como un museo al natural. Hay clientes que pesan patatas, lacones... Y es que la báscula, con su capacidad de llegar hasta los 150 kilos, da mucho de si.

Ramón, mantiene la confidencialidad, pero asegura que tiene algunos conocidos vilalbeses como clientes fijos de la báscula. Llevan años confiando en ella y periódicamente se suben a la misma para saber si han de aumentar el recorrido en las rutas «bajagrasa» o reducirlo.

La otra superviviente está en la estación de autobuses de Lugo. Ahora mismo, dicen los de algunas taquillas, fue heredada por una familia que paga un pequeño canon por mantenerla en la terminal.

En Lugo, para pesarse, hay que meter en la ranura una moneda de 20 céntimos. En Vilalba, el precio sube a 50. Las dos son de la casa Berkel que dejó de fabricarlas posiblemente hace más de medio siglo. En países de América del Sur están muy extendidas, sobre todo en farmacias. En España son buscadas como tesoros por algunos coleccionistas.

Estas Berkel de reloj, como se dice en el argot, no tienen absolutamente nada electrónico. Funcionan gracias a sencillos mecanismos que, cuando se estropean, ya solo reparan algunos manitas.

Ramón Paz cuenta que las básculas vivieron unos momentos de apuro cuando llegaron las monedas del euro y no entraban por la ranura y, además, no hacían mover la aguja que marca el peso. Fue preciso adaptarlas a los nuevos tiempos.

La que está en la estación de autobuses cumplió ya más de cuarenta años. Sigue pesando a personas y, además, la usan algunos viajeros para pesar las maletas y paquetes que dejan en consigna para su posterior envío en los buses.