
La banda vizcaina encabeza el cartel del FIV de Vilalba (25 y 26 de abril). Casi sin hacer ruido, se han convertido en uno de los grandes animadores de la escena del indie rock español
18 abr 2025 . Actualizado a las 10:11 h.No son, desde luego, fruto de un pelotazo. La carrera de Shinova se ha cocinado a fuego muy lento. Quizá les perjudicó al principio su falta de adscripción a un género. Hoy eso se ha convertido en un notable valor. Todo lo que tienen lo han conseguido a pulso. A base de kilómetros de furgoneta y escenarios. «Nunca hemos recibido ningún premio», recuerda Gabriel de la Rosa, vocalista del grupo. Pero este año ya han llenado tres días La Riviera, dos la Razzmatazz y cerrarán la gira en el Movistar Arena de Madrid.
—Si te lo dicen hace cinco años, no más...
—... Era muy difícil de imaginar, sí. Pero viendo cómo ha ido creciendo el grupo, peldaño a peldaño, todo cobra sentido y tiene una lógica. La nuestra es una carrera atípica. Fíjate, en los Premios de la Academia de la Música no tenemos ni una nominación. Pero después ves las cifras y hemos sido número uno en ventas y estamos en una gira con más de cien conciertos y todo agotado. Así que por un lado está esa parte, digamos, institucional donde nunca se nos ha reconocido, pero por otro, tenemos al público como nuestro aval real.
—¿Por qué crees que la industria musical os niega ese reconocimiento?
—De verdad que no lo sé. Eso tiene sus procesos e imagino que no nos hemos sabido meter en ese, no sé si llamarlo mamoneo. Nosotros somos de un pueblito de Vizcaya y no estamos en el meollo. Aun así nos pasan cosas muy bonitas gracias al equipo y a ese público que nos reconoce.
—A pesar de todo eso, el momento perfecto, como decís en «Alas», ¿es ahora?
—Sí, lo es. En realidad, si nos ponemos a mirar lo que hemos vivido, el momento de Shinova siempre ha sido el ahora. Desde las primeras salas —a las que venían diez personas y de las que nos íbamos perdiendo dinero—, hasta la actualidad, cada momento ha sido increíble. Porque eso que se dice de que lo importante es el camino, es así, tal cual. Ahora nos estamos dando cuenta de que llegar a metas que nos parecían imposibles no tiene el sabor que nosotros esperábamos. Lo verdaderamente intenso es lo que vivimos hasta llegar a ellas.
—Al principio del disco habláis del ahora, pero después hay muchas canciones en las que asoma la nostalgia.
—Es que al final todos tenemos momentos que quizá no valoramos cuando los vivimos y años más tarde te das cuenta de que no se van a volver a repetir, por lo que sea. Pero si consigues llevar esa nostalgia a las canciones y que te abandone un poco en tu vida cotidiana, ni tan mal, ¿no?
—Hay una canción, «Gloria», que empieza con una frase muy elocuente: «Volvamos a cuando todo empezó». ¿Echas de menos algo de entonces?
—La sensación de vivir algo por primera vez. Pero en esta gira estamos volviendo a tener esa sensación de la primera vez con muchas cosas que nos están pasando.
—Titulas una canción «No cambiaría nada», pero estoy casi seguro de que sí que hay cosas que cambiarías de todo este tiempo que llevas en la música. ¿Qué sería?
—El exceso de sufrimiento. Hay determinados momentos que no merece la pena pasarlos, ni siquiera en una profesión tan pasional como esta. Se está viendo cómo cada vez es más generalizada esa frustración de muchos artistas por no estar en el lugar que creen que merecen estar o porque no sienten compensado su esfuerzo con números. Y se pierde un poco la esencia de por qué estamos haciendo algo como componer y tocar canciones. Lo que pasa es que hay que pagar facturas. Y ahí entramos en una espiral que es muchas veces jodida para la gente que se dedica a esto.Nosotros ahora vivimos un muy buen momento, pero también hemos pasado por esa etapa.
—Das las respuestas como escribes las letras, no siempre de manera explícita.
—Para mí, muchas veces lo importante no es el qué se dice, sino el cómo se dice. También te digo que hay otros letristas que son muchísimo más directos y funcionan de la hostia porque conectan de una manera más inmediata. Y no por eso tienen menos calidad. Simplemente son puntos de vista artísticos diferentes.
—En el FIV de Vilalba, donde también actúan León Benavente, Barry Brava, Cycle o Joe Crepúsculo, estáis de cabeza de cartel.
—Para nosotros es un honor enorme. Porque además es que somos muy fans de mucha gente que está ahí. León Benavente, por ejemplo, es una banda que en carretera nos ha acompañado muchísimo. Nos sabemos todos sus discos de memoria.
—¿Cuál es ahora mismo el disco de cabecera en vuestra furgo?
— Peregrino, de Carlos Ares. Creo que va a ser uno de los artistas de referencia en el futuro. Lo que hace está al alcance de muy pocos letristas y de muy pocas cabezas.
—¿Puede que uno de los grandes aciertos de Shinova haya sido el haber conseguido trascender a los géneros?
—Puede ser, sí. Pero lo hemos conseguido de manera bastante inconsciente y anárquica. Nosotros simplemente hacíamos canciones en función de lo que nos pedía el cuerpo. Yo recuerdo, al principio, tener conversaciones con algún compañero que me decía «cuando empezasteis a esto del indi, me parecíais demasiado heavys en directo». A mí me llamaba la atención que nos metieran en el saco del indi. Pero bueno, seremos una banda de indi, de rock o de lo que tú quieras.
—Al indi se le acusa muchas veces de haberse quedado estancado, pero en estos últimos años sí que da la sensación de que está habiendo una notable renovación. ¿Lo ves así?
—Sí, están apareciendo grupos como Arde Bogotá, Ultraligera..., pero ¿son indis? A mí me parecen bandas de rock con todas las de la ley. Y muy buenas, por cierto. Pero es que si no haces pop comercial ni rock duro en plan Metal Hammer, ya te etiquetan en el indie.
—También hay un resurgir de los grupos de guitarras.
—Hay un resurgir de bandas clarísimo. Cuando parecía que los instrumentos de madera iban a acabar todos en la basura, aparece Mäneskin, lo revientan y de repente hay como una como una onda expansiva que hace que en este país también se activen las bandas. Con sus guitarras, sus baterías, sus frontmans... De repente sucede algo que parecía imposible viendo el camino que estaba tomando todo. La música tiene estas cosas maravillosas que acontecen a veces y siempre es para bien.
—Vuestro disco se cierra con «Antes de que todo acabe». ¿Qué quieres o qué tienes que hacer antes de que todo acabe?
—Quiero ser consciente de lo que estoy viviendo en cada minuto. Acabo de tener un peque hace seis meses y ves a la velocidad a la que crece y como cada día va actualizando el sistema y, sí, es lo más bonito que uno puede vivir, pero te lleva a tener siempre muy presente eso de «vívelo y sé consciente de este instante porque va a pasar rápido».